Rosario: El aislamiento también golpea con fuerza a unos 250 cartoneros
Como una paradoja, mientras la ciudad genera más residuos, estos trabajadores informales no pueden trabajar y necesitan asistencia.
04/05/2020 MUNICIPIOSComo una paradoja, mientras la ciudad genera más residuos, estos trabajadores informales no pueden trabajar y necesitan asistencia.
Empujados por el hambre, los cartoneros comenzaron tímidamente a salir a las calles a pesar de que no pueden. Es que la cuarentena les impide ganar un mínimo sustento diario a unos 250 trabajadores informales cuyas familias padecen carencias estructurales.
Recorren las calles a pie cinco o seis horas por día, introducen medio cuerpo dentro de los volquetes de basura, huelen podredumbre cada cien metros para rescatar cartón, papel blanco, chatarra y vidrio que arrastran como mulas en un carro que puede llegar a pesar hasta 100 kilos.
Su actividad mermó en los últimos 45 días, pero hace una semana tímidamente volvieron a circular, algunos, directamente en busca de restos de comida.
Después de clasificar el material pueden recibir cuatro pesos por el kilo de cartón (estaba a seis pesos antes de la pandemia), o valores similares por el plástico bajo la forma de una botella.
El vidrio ya no es negocio porque se paga menos de un peso.
El cobre y aluminio, que cotiza entre 60 y 90 pesos el kilo, puede generar ganancias pero escasea.
Las chapas de termotanques, cocinas, motores o partes de autos cotizan 2 pesos el kilo. A duras penas alcanzan a juntar unos 300 pesos diarios.
Es paradójico, porque mientras los recolectores informales permanecen sin poder trabajar, los volquetes rebalsan de cajas, botellas, juguetes, aparatos de todo tipo y muebles rotos. La lista puede incluir mil objetos.
Se notó principalmente en los primeros días de aislamiento, cuando la higiene doméstica se transformó en una terapia para canalizar ansiedades que agudizó el encierro. De hecho, la generación de residuos domiciliarios aumentó un 15 por ciento en el último mes, según confirmaron desde Higiene Urbana de la Municipalidad. Los valores en la última semana volvieron a ser los habituales, con un promedio 800 toneladas al día.
Alita hervida
Es martes al mediodía. En una olla de aluminio quemada se hierven cuatro o cinco alitas de pollo al fuego de algunos maderas de pino que humean rancio detrás de un viejo galpón ferroviario ubicado junto a la estación de trenes Rosario Norte, donde Pueyrredón desemboca en la avenida Arturo Illia.
Es lo único que tienen a mano para comer Darío, de 33 años, y Manuel, de 27, y un par de latas abolladas de arvejas y choclo que recibieron en la calle. Ellos son parte de unos 250 cartoneros informales que no pueden trabajar, pero que tras un mes de aislamiento y empujados por la miseria decidieron salir del barrio Toba de zona norte donde viven, para ver «cómo venía la mano».
«Hace un mes que no hacemos nada, está recomplicado. Allá en el barrio hay mucho hambre. Los gendarmes fueron una sola vez con los bolsones de comida en todo este tiempo, pero nunca más», lamenta Darío, padre de tres niños.
«Después de un mes vinimos a dar una vuelta a ver qué pasa, porque cartonear no podemos. Acá hay un hombre que cuida, se encarga de pesar las cosas y pagar, pero no está viniendo. No sabemos qué hacer, encima el cartón bajó de precio. Antes de la pandemia lo pagaban seis pesos el kilo y ahora cuatro», lamenta el hombre, que se cubre la boca y la nariz con un trozo de tela.
«Si se estira esto (el aislamiento obligatorio) no sabemos qué vamos a hacer. Hay mucha miseria, ni para comer. El tema es que en el barrio hay una banda de nenitos, son un montón, la mayoría, eso es feo porque no hay comida», dice Manuel.
La realidad en el barrio, en Juan José Paso y Travesía, es preocupante, sobre todo en una comunidad que sobrevive en base a changas, trabajo doméstico, venta de pequeños artículos, pañuelos descartables o artesanías, como las famosas lechucitas de la suerte (Chiguirqic) que producen en el seno de la comunidad Qom.
La realidad acuciante llevó a varios a retomar el cirujeo en los últimos días, algo que se notó en las calles. «Esta semana aumentó el cirujeo. Algunos se vieron obligados a buscar comida más que objetos para vender. Es triste, pero hay gente comiendo de la basura», admiten desde áreas operativas de la Municipalidad.