Con Bolsonaro, crece la ultraderecha en Brasil
Más que preocupación, la humanidad vive días de profunda angustia por lo que ocurre en Ucrania. Imposible prever cómo todo terminará. Lo único previsible es que, pase lo que pase, terminará mal. El escenario jamás será lo mismo.
08/03/2022 EL MUNDOMás que preocupación, la humanidad vive días de profunda angustia por lo que ocurre en Ucrania. Imposible prever cómo todo terminará. Lo único previsible es que, pase lo que pase, terminará mal. El escenario jamás será lo mismo. Desde la crisis entre Washington y Moscú, en 1962, cuando los soviéticos armaron bases militares en Cuba, no se vivía tensión semejante.
Brasil no pasa inmune a lo que ocurre al otro lado del planeta. Las descabelladas e ineptas actitudes del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, el peor presidente de la historia, sobre Ucrania no hacen más que consolidar el aislamiento del país en el escenario internacional.
Pero que ahora nos encontremos en situación de parias globales no nos permite ignorar lo que ocurre en el Brasil que Bolsonaro destroza ilimitadamente a cada minuto de cada hora de su vida.
Un estudio divulgado hace poco, realizado por la ONG Anti-Defamation League, muestra que Brasil es, actualmente, el país donde más crece el número de grupos de extrema derecha. Desde 2018, año en que Bolsonaro fue electo presidente, el número de esos grupos creció 300%, frente a un crecimiento de 10% en países del centro y del este de Europa.
Para el Observatorio de la Extrema Derecha, grupo que reúne académicos de diez universidades brasileñas y extranjeras, esas células extremistas se concentran en los estados de San Pablo, el más rico y poblado del país, Río de Janeiro, Santa Catarina (donde la popularidad de Bolsonaro sigue intocable) y Río Grande do Sul.
Son nada menos que 530 células. Un estudio coordinado por la profesora Adriana Dias, de la muy prestigiosa Universidad de Campinas – la Unicamp –, en el interior de San Pablo, dividió esos grupos en distintas categorías, que van de Hitlerista/Nazi al Ultranacionalismo Blanco, pasando por el Catolicismo Radical y el fascismo.
Varios estudios realizados en Brasil y en el exterior indican de manera clara que desde 2018 el país se transformó en el escenario donde la extrema derecha más crece, y que el fenómeno está directamente vinculado con el ascenso de Jair Bolsonaro al poder.
Ahora mismo los sondeos relacionados a las elecciones de octubre dejan claro que al menos 15% de los entrevistados son de extrema derecha, y no solo por declarar su voto irreductible en Bolsonaro, sino por sus observaciones relacionadas a lo que esperan en caso de que logre la reelección.
El crecimiento de los que abandonaron el armario para mostrarse claramente extremistas del conservadurismo empezó antes, en vísperas del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff en 2016. Pero ese movimiento todavía se daba de manera tímida y limitada.
Ya en la campaña de 2018, con declaraciones racistas, homofóbicas y claramente extremistas, Bolsonaro concedió una especie de licencia para que esos grupos saliesen a la luz del sol. Y esas comunidades crecen en alta velocidad, principalmente a través de las redes sociales.
Es fácil constatar ese crecimiento bien como la expansión de contactos con grupos alrededor del mundo, especialmente en Polonia y Hungría, pero también España y Portugal.
Los académicos que estudian el fenómeno aseguran que la ultraderecha se consolida en Brasil, y que la mayoría trata de articularse alrededor de Bolsonaro mientras estrechan lazos en el exterior.
Aunque el actual mandatario sea derrotado en las urnas de octubre, como indican en unísono los sondeos electorales, nada permite suponer que esa extrema derecha pierda peso y espacio. Al contrario: podrá hacerse más radical y más activa.
Para tanto, utilizan largamente la red social Telegram, que tiene alrededor de 50 millones de usuarios en todo el mundo y no ejerce control alguno sobre lo que es publicado y difundido. Su acción ejerce especial influencia en la juventud brasileña.
En el caso específico de Río de Janeiro, el escenario gana aires de especial preocupación. Hay claras señales de acercamiento entre grupos nazis y las llamadas “milicias”, bandos de sicarios integrados por policías o expolicías que controlan parte substancial del narcotráfico.
Si a tal acercamiento se recuerda que desde que llegó a la presidencia Jair Bolsonaro amplió de manera inédita el acceso a armas, inclusive las antes limitadísimas a las Fuerzas Armadas, crecen los motivos de elevada preocupación.
Y no hay señales de que tal movimiento que, vale reiterar, crece más en Brasil que en todo el planeta, pierda su fuerza.
Pobre país, el mío.
Por Eric Nepomuceno