Brasil, la Amazonia y cómo se expande Estados Unidos

Para octubre próximo unos 300 militares estadounidenses ingresarían otra vez a la estratégica Amazonia. Lula fluctúa entre la confrontación geopolítica y las relaciones de colaboración.

Para octubre próximo unos 300 militares estadounidenses ingresarían otra vez a la estratégica Amazonia. Lula fluctúa entre la confrontación geopolítica y las relaciones de colaboración.

Brasil ha sido siempre el primer campo de ensayos de la expansión militar de Estados Unidos en América Latina. Ya sea por su historia de aliados durante la Segunda Guerra Mundial, por la Doctrina de Seguridad Nacional, por la creación del Plan Cóndor tras el golpe de Estado de 1964 o las maniobras conjuntas de ambos ejércitos pactadas hasta 2028 en la estratégica Amazonia.

Esta relación comprometida suele generar tensiones en las fuerzas armadas del país vecino. Un sector crítico señaló a principios de mayo que no hay reciprocidad comercial – Washington no le compra armamento a Brasilia – e incluso denunció hechos de espionaje en sus costas. Pese a todo, en el segundo semestre del año se repetirá la Operación Core 23 en cuarteles de los estados norteños de Amazonas y Amapá. Sucesivas actualizaciones de acuerdos en materia de Defensa lo hacen posible. Alcanzaron a casi todos los gobiernos desde Getulio Vargas en la década del ’30 hasta hoy.

Acuerdo de Bolsonaro
Con Jair Bolsonaro llegaron al clímax cuando en 2020 firmó un acuerdo de cooperación en la Base del Comando Sur de Miami. Y la secuencia sigue: entre el 30 de mayo y el 1° de junio se hará en Brasilia el Primer Seminario Internacional de Doctrina Militar Terrestre con invitaciones a las principales potencias militares de Occidente.

Lula fluctúa entre la confrontación geopolítica con EE.UU y las relaciones de colaboración. Bastantes problemas sufrió el presidente con las secuelas del ataque a los principales edificios gubernamentales de la capital el 8 de enero. La última consecuencia de ese intento de golpe fue reincidir en la designación de otro militar al frente del Gabinete de Seguridad Institucional (GSI): el general Marcos Antonio Amaro dos Santos para reemplazar a su colega, el renunciante general de reserva Marco Gonçalves Dias. Lo hizo contra la voluntad de un sector del PT y hasta de su propia esposa, Janja, que preferían a un civil en el cargo. En abril de 2020, Dos Santos había sido nombrado jefe de Estado Mayor del Ejército, donde permaneció hasta mayo de 2022 durante el mandato del ultraderechista Bolsonaro.

La cuestión militar se vuelve conflictiva en Brasil cuando se la vincula con la injerencia de la principal potencia militar del mundo en la Amazonia. A comienzos de este mes, el oficial retirado de la Marina y reconocido analista, Robinson Farinazzo, un afiliado al PDT del ex candidato presidencial Ciro Gomes, cuestionó los ejercicios conjuntos con trescientos soldados norteamericanos que empezarían en octubre. “Brasil debe exigir reciprocidad porque Estados Unidos tiene pocas oportunidades de entrenarse en un ambiente selvático como el nuestro», indicó Farinazzo al sitio Sputnik.

Ciertos cuestionamientos a la permisividad del Estado brasileño no son de ahora. En noviembre de 2017, el coronel de infantería y estado mayor retirado y también historiador militar, Manoel Soriano Neto, trazaba la siguiente hipótesis en una entrevista con PáginaI12: “Las naciones hegemónicas necesitan tierras fértiles y habitables, materias primas y recursos naturales como el agua, el petróleo o la biodiversidad. Esto es histórico e inexorable. Todo está hecho para que esos insumos sean obtenidos: inicialmente, por el uso de acciones económicas y político-diplomáticas (softpower) y, si es el caso, la manu militari (hardpower). Añada que los países centrales anhelan, además, lugares para la instalación de bases militares y de lanzamiento de artefactos aeroespaciales, para la proyección internacional de su poderío bélico” .

Para octubre próximo está previsto que unos 300 militares de EE.UU ingresen otra vez a la Amazonia. No será la primera ni la última. En la Triple Frontera, pero la que une a Brasil, Colombia y Perú, hubo un ambicioso ejercicio conjunto en 2017. Se llamó Amazong17 y las tropas estadounidenses llegaron a Tabatinga, en el corazón de la mayor reserva de biodiversidad del planeta. El analista Farinazzo recordó que Brasil debía atender el contenido de un artículo que publicó el ex comandante militar de la OTAN, el almirante estadounidense James Stavridis, que describió al país “como una amenaza para la seguridad climática de EEUU”.

Espionaje
No fue la única queja del militar retirado: «Recientemente tuvimos vuelos de espionaje llevados a cabo por Estados Unidos con aviones Boeing WC-135R […] sobrevolando nuestra costa en dos ocasiones. ¿Qué aliado militar es este que nos espía?”, se preguntó. El espionaje no solo afecta a Brasil en el plano militar.

En 2015, cuando gobernaba Dilma Rousseff y Barack Obama en EE.UU, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por su sigla en inglés) le “pinchó” los teléfonos y correos electrónicos a la presidenta brasileña. Hubo una enérgica protesta y el embajador norteamericano fue convocado a dar explicaciones en el Planalto. La información había sido aportada en documentos filtrados por el exagente Edward Snowden y difundidos por TV Globo.

El fantasma del espionaje estadounidense sobre la Amazonia perdura en un sector crítico de las fuerzas armadas. Sputnik citó el testimonio de otro uniformado brasileño que podría ser una síntesis: “en caso de conflicto, ya tienen mapeada la ubicación… toda misión militar en tiempo de paz fuera del país tiene como objetivo secundario el propósito de la toma de datos para un posible conflicto”. No es solo un problema de cooperación mal correspondida. Hay una situación geopolítica de nuevo orden. La multipolaridad impulsada sobre todo por China y Rusia y a la que adhiere el presidente Lula en su tercer período de gobierno, es un factor determinante.

Además, las empresas del llamado complejo militar-industrial de EE.UU tienen intereses contrapuestos con las empresas brasileñas del rubro como Avibras (Defensa) y Embraer (Aeronáutica). De ahí las quejas de Farinazzo: “Estados Unidos no compra material militar brasileño, como los aviones Super Tucano de Embraer”. La máxima expresión de sumisión se dio en 2019, cuando el expresidente Jair Bolsonaro se cruzó de manera fortuita con el exvice de EE.UU, Al Gore, en el Foro de Davos.

La escena quedó reflejada en el documental The Forum, del director de cine alemán Marcus Vetter. En aquel momento, cuando el fuego arrasaba la selva brasileña, el militar ultraderechista que gobernó entre 2019 y 2022 le dijo a Gore, acaso sin saber quién era: “Tenemos mucha riqueza en la Amazonia y me encantaría explorar esa riqueza con Estados Unidos”.

Brasil, pese a todo, es el segundo socio comercial de EE.UU en materia de Defensa en América Latina detrás de México. Los acuerdos se fueron renovando con los años en 2010, 2015 y solo en 2003, cuando Lula asumió su primer gobierno, interrumpió el uso compartido con EE.UU de la estratégica base aeroespacial de Alcántara en el estado de Maranhao. Pero el gobierno de Michel Temer retomó ese proyecto y consolidó la cesión de soberanía sobre esa infraestructura clave.

Fuente: Página 12