Cómo es la vida de los puesteros trashumantes malargüinos del Paso Pehuenche

La disponibilidad de sectores aptos para un pastoreo que apenas alcanza para una economía de subsistencia, obliga a los puesteros de Malargüe a tener que realizar el traslado de su ganado, especialmente el caprino, de modo estacional. Esto se lo llama veranada e invernada.

Un móvil de El Siete visitó Malargüe, en el Paso Pehuenche, y dialogó y conoció cómo es la dura vida de los puesteros y crianceros trashumantes de ganado caprino, y que son las invernadas y veranadas

La zona montañosa del sur de Mendoza alberga como pocos lugares del mundo una actividad tan antigua como el hombre mismo, desde que se organizó socialmente y dejó de lado su perfil de cazador recolector: la crianza de ganado menor y la trashumancia.

La disponibilidad de sectores aptos para un pastoreo que apenas alcanza para una economía de subsistencia, obliga a los puesteros de Malargüe a tener que realizar el traslado de su ganado, especialmente el caprino, de modo estacional. Esto se lo llama veranada e invernada.

Las miradas de los mendocinos se volvieron hacia el sur al enterarse de las noticias que consignaron esta semana los estragos que causaron las copiosas lluvias caídas en la montaña, y que significaron crecidas inusuales de los arroyos y ríos de la cuenca del Río Grande.

La erosión de las crecidas aguas del cercano al arroyo Las Cortaderas, casi borró totalmente el trazado de la Ruta Nacional 145. Por esto se tuvo que cerrar el Paso Pehuenche, que junto al Paso Cristo Redentor -éste por nevadas e inundaciones en Chile-, dejaron a esta zona de Argentina y el vecino país incomunicados por vía terrestre.

Un móvil de Canal Siete, con Julián Chabert como periodista, se dedicó a recorrer esta zona de nuestra provincia, aledaña al Río Grande -el más caudaloso de la provincia-, y a dar a conocer cómo se vive. La principal actividad es la crianza de ganado caprino y se comienza a explotar lentamente el turismo.

Los departamentos de Malargüe y San Rafael festejan cada año, en el inicio del otoño, el regreso de la montaña de los productores caprinos que permanecieron los tres meses de verano en las pasturas de la cordillera, con la Fiesta del Veranador y la Fiesta del Puestero Sureño, respectivamente.

Esta ganadería móvil, y que ya practicaban los pueblos originarios, se basan en la escases del recurso natural primordial, los pastos, que en invierno se buscan más cerca del llano, por la presencia de nieve a mayor altura; y en verano, en la fértiles vegas en la montaña, lo que hace que los arreos de estos ganados sean una postal común, en especial en la Ruta 145, que une Bardas Blancas con Talca, en Chile (CH-115), y también por el vecino paso Vergara (o Planchón), tomando el desvío en Las Loicas por la ruta provincial 226 (sólo habilitado en época estival y para vehículos TT).

En una salida especial desde la zona del Oeste de Bardas Blancas, paraje donde se cruzan las rutas nacionales 40 Sur y 145 y cercana a donde se proyecta realizar la mega obra Portezuelo del Viento, Julián Chabert entrevistó a don Lucho Gajardo, un puestero de chivos de 80 años, cuya familia lleva varias generaciones viviendo como puesteros criando chivos.

Cómo es la veranada
La vida del puestero es singular y tiene mucho de sacrificada, desde el punto de vista de quienes viven en zonas urbanas, ya que para ellos son normales cosas como pasar la mitad de los meses de invierno con más de un metro de nieve y estar aislados, la falta de electricidad u otros servicios básicos. El combustible para cocinar y calefaccionarse es la escasa leña de la zona, y el nutriente fundamental es la proteína de la carne que ellos mismos crían, lo que incluye aves de corral, pero no cerdos. Cuando se dispone de agua abundante, también se suman a las dietas los vegetales de pequeñas huertas.

“Una veranada es ir a pasar el verano en la montaña con los chivos y los otros animales, como las vacas”, definió, fiel al estilo montañero don Lucho, sobre de qué se trata la migración estacional.

«Hay que llevarse todo, llevamos harina, para hacer tortas fritas o tortas de rescoldo. Se usa leña para cocinar, hay mucha leña allá arriba, por eso no hay problema», sumó a la explicación del modo de vida que repiten cada año en el verano, donde el pan se improvisa y cocina en las cenizas del fogón, a falta de horno.

Respecto a las inclemencias del tiempo, a pesar de ser época invernal, no faltan algunas precipitaciones níveas. «A veces nieva, entonces hay que esperar a que pase el temporal, nomás», dice con resignada naturalidad Gajardo.

Una actividad ingrata y mal pagada
Otro productor ganadero aportó su visión al tema de la trashumancia. «El gran problema que tiene el criancero en Malargüe es el gran sacrificio que hace con esto de los chivos, la trashumancia, de ir a hacer veranada en un lugar, invernada en otro. El arreo de los chivos de un sector al otro ya es un sacrificio en sí. Ni hablar del tiempo de parición (nacimientos), por el cuidado que se les debe dar a los animales, para llegar a un punto donde tenés que vender, y el chivo no valga nada, no lo paguen bien».

Luego agregó: «Generalmente ocurre que viene gente de afuera a querer poner ellos el precio del chivo, y como la gente vive de eso, no le queda otra que vender a ese precio. El criancero no puede poner el precio que realmente vale el ganado».

Otro factor que es inevitable para estos pastores es la soledad. Para el criancero es a veces absoluta, ya que pasa sin compañía los meses estivales en la montaña, al dificultarse por una cuestión logística -llevar más alimento, abrigo y otros recursos, para dos o más personas. Se debe tener en cuenta que el transporte es sólo a caballo, único medio que puede acompañar los arreos por las quebradas y angostas huellas rumbo a las planicies de altura. Allí viven en pequeñas chozas llamadas reales, que apenas son socavones con paredes de piedras y ramas a modo de techos y un fogón en el centro para todo uso.

Pero la soledad es ya «compañera» de la gente de la zona montañosa, ya que las familias pasan también encerrados los meses de invierno, aislados por la nieve, en sus hogares. «Estamos solos con Dios en la montaña», dijo don Lucho para sintetizar.

Fuente: Uno