Midieron 91 indicadores de dos ciudades de Santa Fe para ver qué tan inteligentes son

A partir de una minuciosa recopilación de datos, se determinó el estado de situación de la capital provincial y de Esperanza. Una hoja de ruta para mejorar la calidad de vida de sus habitantes con estándares internacionales.

A partir de una minuciosa recopilación de datos, se determinó el estado de situación de la capital provincial y de Esperanza. Una hoja de ruta para mejorar la calidad de vida de sus habitantes con estándares internacionales.

Smart cities, Internet de las cosas e inteligencia artificial son conceptos cargados de innovación que pueden producir un cambio sustancial en la calidad de vida de las personas que habitan un territorio urbano. Y a la vez dejar un mejor planeta para las generaciones futuras, al incorporar tecnología que ayude a hacer un uso más eficiente de los recursos.

¿Cómo hacer que una ciudad funcione de modo inteligente? En el caso de Santa Fe y de Esperanza, un acercamiento a la respuesta fue elaborado entre 2019 y 2020 por investigadores de la Universidad Tecnológica Nacional, en base a parámetros acordados por los 193 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en uno de sus organismos especializados en tecnología: la Unión Internacional de Telecomunicaciones.

El dato llamativo es que estas dos ciudades de la provincia de Santa Fe son las únicas en todo el país que cuentan con esta guía lista para ser aplicada por los gobiernos locales, si lo desean. Tal como lo hacen cientos de ciudades en el mundo. Es información valiosa, quizás un poco desactualizada ya, pero que igualmente traza un estado de situación de qué tan lejos están de ser consideradas smart cities. Es decir, de incorporar tecnologías de la información y la comunicación para hacer más eficiente el funcionamiento de los servicios y satisfacer las necesidades económicas, medioambientales y socio-culturales de sus ciudadanos.

Smart cities, en ejemplos
«¿Por qué tenemos que esperar 60 segundos en un semáforo si del otro lado no están pasando autos?», se pregunta el ingeniero en Sistemas de Información, Alfonso Trevignani, quien lideró el equipo santafesino que estudió los dos casos. «¿Por qué esto no es dinámico, si podemos tener un sensor que mida en tiempo real cómo está el tráfico en un sentido y, si no hay autos, cambiarlo?», cuestiona. Semáforos inteligentes, no más que eso. Sensores, chips, todo conectado a centrales digitales que reciben los datos en tiempo real. Datos que pueden ayudar a tomar decisiones, a corregir lo que no está bien con celeridad. Porque, como asegura en el informe, «lo que no se mide no se puede mejorar».

Y así puede suceder con muchos otros servicios, algunos que repercuten directamente en la salud de la población como, por ejemplo, recibir información sobre la calidad del aire o las radiaciones que están emitiendo las antenas de telefonía. Otros que evitan pérdidas de tiempo y mejoran la circulación, como conocer qué dársenas de estacionamiento están libres y no tener que dar vueltas y vueltas buscando dónde dejar el auto. Y algunas que permiten ser más eficientes en el uso de los recursos naturales, como energía y agua.

Otro ejemplo: ¿Cómo es posible que para medir el consumo de energía de cada hogar de las cientos de miles de viviendas de Santa Fe, la EPE deba enviar cuadrillas de empleados a abrir las cajas de luz ubicadas en el frente de cada hogar? «Hoy en día se puede meter un pequeño sensor en ese medidor de electricidad y convertirlo en un medidor inteligente», explica el ingeniero, quien coordina el Observatorio de Internet de las Cosas y Ciudades Inteligentes, creado en la UTN en 2020.

El rendimiento, en un semáforo
¿Qué tan lejos está la capital provincial de ser inteligente? La respuesta se observa en una imagen que traslada los colores de un semáforo para evaluar qué tan bien o qué tan mal está respecto al objetivo definido. El rojo o naranja están lejos de cumplir, el amarillo queda a mitad de camino y el verde (claro u oscuro) se acerca a la meta. El gris indica que no hay datos disponibles, lo cual es un llamado de atención para empezar a generarlo.
El proceso de verificación de una ciudad inteligente diseñado por la ONU, en el marco de la iniciativa «Unidos por las ciudades inteligentes y sostenibles», consta de 91 indicadores, algunos con más de un dato.

La información se recaba y analiza con una metodología muy precisa bajo el paraguas de tres dimensiones: Economía, Medio ambiente y Sociedad y Cultura, que a su vez engloban a 22 categorías: Infraestructura de TIC, agua y saneamiento, drenaje, suministro eléctrico, transporte, sector público, innovación, empleo, residuos, edificios, planificación urbanística, calidad del aire, calidad medioambiental, espacio público y naturaleza, energía, educación, salud, cultura, vivienda, inclusión social, seguridad y seguridad alimentaria.

En lo que refiere al uso de herramientas inteligentes relacionadas con el medio ambiente, la calidad del aire, el tratamiento de los residuos que genera, la calidad ambiental y la disponibilidad de áreas verdes y espacio público están bastante bien, con la mayoría de los ítems en color verde, salvo el reciclado de residuos, el consumo de energías renovables y las áreas naturales protegidas (todas en naranja). En amarillo resalta el punto que refiere a agua y saneamiento, con buena performance en calidad del agua potable, pero con algunas deficiencias en el tratamiento de aguas residuales.

La dimensión Economía arroja algunos datos llamativos. El rubro TIC (Tecnología de Información y Conocimiento) está verde casi en su totalidad: hay buena cantidad de hogares con acceso a internet y cobertura de datos móviles. Esto es un factor clave para acercar la posibilidad de transformarse en una ciudad inteligente.

Una de las categorías dentro del aspecto económico es el empleo y en naranja aparece el desempleo joven ¿Cómo pueden ayudar las herramientas tecnológicas a mejorar esas tasas? Usando la tecnología móvil como herramienta de conexión de oferta y demanda laboral, por ejemplo.

Otro aspecto relacionado a la dimensión Economía es el de agua y suministro eléctrico. Las falencias se registraron en el monitoreo de los consumos, en las pérdidas y en la falta de medidores inteligentes. El ítems transporte también deja varios aspectos en rojo y amarillo, sobre todo en el monitoreo del tránsito y de control de intersecciones. Si bien se reconocen avances en la información dinámica que se recaba sobre el funcionamiento del transporte público, algunos puntos resaltan en rojo. Y respecto al sistema de préstamo de bicicletas, medido en 2019, aparece naranja. Si se volviera a medir hoy, con la incorporación reciente que hizo el gobierno local de un sistema inteligente de bicicletas, es probable que se comprueben mejoras en este ítems.

La tercera dimensión (Sociedad y cultura) incluye aspectos relacionados con la educación, la salud, la seguridad, entre varios más. El semáforo está verde en casi todos los puntos en lo que respecta al uso de tecnologías para hacer más eficientes los servicios o metas (menos en inclusión social), pero al analizar en detalle se observan algunos puntos a mejorar. Por ejemplo en el tiempo de respuesta de los servicios de emergencia, las víctimas fatales en accidentes de tránsito, los planes de resiliencia, la disponibilidad de cuidados infantiles y la pobreza.

De la foto a la película
«Estos datos que recabamos muestran una foto de la ciudad en un momento específico, muestran cómo estábamos entre 2019 y 2020», aclara Trevignani, al tiempo que deja en claro una idea: «Qué interesante sería que podamos recolectar estos indicadores de forma constante ,en tiempo real para saber qué pasa en cada ítem y armar políticas públicas y destinar recursos en función de eso». Y da un ejemplo: «Tomamos el dato que aportó la medición de Enacom en 2019 sobre las Radiaciones No Ionizantes (RNI) que emitían en 2016 las antenas de telefonía móvil. Y dio bien. Pero no sabemos qué hicieron después las empresas. ¿Aumentaron la potencia para poder llegar a más vecinos y superaron el umbral máximo permitido por la OMS? ¿La bajaron? No lo sabemos».

– ¿Y qué hace falta para que la ciudad mida en tiempo real todos esos indicadores?

– Es lo que se llama una ciudad inteligente y sostenible. Para obtener información en tiempo real necesitás implementar un concepto que está muy en auge actualmente y es Internet de las cosas. Desde hace unos años trabajamos con el celular o con la notebook con internet, pero hoy las cosas tienen que tener conexión, un bulbo con un pequeño sensor que emita en todo momento información a una supercomputadora que recolecta esta información y te diga, por ejemplo, la eficiencia energética de esta luz. Vamos a medirlo. ¿Cuánto está consumiendo? ¿Podemos cambiar estos bulbos a leds para que consuman menos? Eso es lo que nos lleva a transformar la foto en una película y que en todo momento, no solo el gobierno, sino también los ciudadanos, podamos ver cómo están las emisiones de radiaciones de las antenas ingresando a una página web, por ejemplo. Pero lo primero que hay que hacer es tomar la decisión política de seguir en el camino de los 91 indicadores que definió la ONU, como lo hicieron muchas ciudades en el mundo que hoy son ejemplos de smart cities.

Fundamento del estudio
La iniciativa «Unidos por las ciudades inteligentes y sostenibles» ha elaborado los 91 indicadores fundamentales de rendimiento para las ciudades inteligentes y sostenibles con el objetivo de ayudar a ciudades de todo el mundo a evaluar la función y la contribución de las TIC en el marco de las ciudades inteligentes y sostenibles y ofrecerles herramientas de autoevaluación con miras a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Santa Fe y Esperanza son las únicas dos ciudades de Argentina en las que se aplicó, a través del estudio que realizó la Universidad Tecnológica Nacional.

El caso de Esperanza
En la ciudad de Esperanza, la Universidad Tecnológica Nacional -sede Santa Fe- presentó al gobierno local los resultados del estudio. En primer lugar se marcaron 91 indicadores sobre un total de 91, es decir, sobre los que no hay datos disponibles. La intendencia decidió contratar a un equipo de sociólogos para que empiece a recabar esta información, bajo la premisa de que «lo que no se mide no se puede mejorar».

En cuanto a los indicadores que se mostraban rojos o anaranjados, la UTN tomó 4 ejes para comenzar a abordarlos y el trabajo está en proceso.

En tres de ellos requirió más información, para luego elaborar un plan de acción: tratamiento de residuos sólidos – relleno sanitario y reciclado; monitoreo del tránsito y sostenibilidad de edificios públicos.

Y realizó una propuesta concreta para mejorar el índice de control de intersección. Sugirió incorporar botones para aumentar o habilitar los tiempos peatonales; espiras en las calles (sensor bajo el pavimento) para que de acuerdo a la cola de autos que exista adapte dinámicamente los tiempos de semáforos; y, basándose en visualización de cámaras o sensores, tener un plan de contingencia por intersección.

Por el mundo y por acá
Algunos ejemplos de cómo las TIC están ayudando a construir ciudades inteligentes y sostenibles se encuentran por el mundo. Y también en Santa Fe.

En Singapur, los sensores y cámaras se basan en el sistema digital existente municipal y permiten al gobierno evaluar el rendimiento y la eficiencia del flujo de tráfico e identificar problemas tales como baches e irregularidades en la línea de autobuses, así como delincuentes. Por ejemplo, para reforzar la seguridad en los espacios públicos, la ciudad ha instalado más de 62.000 cámaras policiales.

Copenhaghe (Dinamarca) ha mejorado su alumbrado público con lámparas eficientes conectadas a través de una red inalámbrica. Las farolas inteligentes ahorran costos porque pueden programarse para que se atenúen o se iluminen automáticamente, optimizando el consumo de energía y reduciendo el riesgo de delitos y accidentes de tráfico.

São Paulo (Brasil) ha desarrollado una solución para estimar y predecir la calidad del aire utilizando análisis de IA y macrodatos. Los datos agregados y anónimos obtenidos de la red móvil se combinan con datos de los sensores meteorológicos, de tráfico y de contaminación. Esto ayuda a calcular los niveles de contaminación con 24 a 48 horas de anticipación.

En el municipio de Holon (Israel), el sistema de alcantarillado estaba plagado de problemas como obstrucciones y desbordamientos frecuentes. Se instalaron dispositivos equipados con sensores para gestionar mejor sus sistemas de alcantarillado y enviar alertas a través de SMS cuando el nivel alcanza límites bajos o altos.

Dubái ha implantado un sistema de reclamos electrónicos para que el ciudadano pueda dar su opinión regularmente sobre los servicios públicos.

Santa Fe ha incorporado recientemente un Sistema de Bicicletas Públicas, que cuentan con seguimiento de GPS y comunicación vía 4G. Esto permite un monitoreo permanente sobre el estado y el lugar donde se encuentran.

Fuente: El Litoral