El mosquetal que se convirtió en un campo de 4 millones de tulipanes en Trevelin: el pueblo que despierta en colores
El campo de tulipanes transita su novena temporada con cuatro hectáreas marcadas por una variadísima paleta de colores.
04/11/2025 TURISMOEl campo de tulipanes transita su novena temporada con cuatro hectáreas marcadas por una variadísima paleta de colores. Miles de turistas llegan de distintos puntos del país -también del exterior- para recorrer ese mundo de flores. Lágrimas de emoción, pedidos de casamiento y mucho más.
En un determinado momento, al transitar por la ruta 259 conocida como «la ruta galesa», que une Trevelin con Chile, llama la atención una variada paleta de colores sobre un campo rodeado de montañas que mantienen algo de nieve. Un cartel advierte sobre el ingreso al campo de tulipanes. A pocos metros, la postal de los 4 millones de flores de 42 variedades distribuidas en 4 hectáreas, es atrapante.
El año 2014 marcó un antes y un después para Trevelin, una localidad ubicada al noroeste de Chubut, en el extenso y productivo valle 16 de Octubre, al pie de la Cordillera de los Andes. Hasta ese momento, la temporada de verano registraba la mayor afluencia de turistas. A partir de la apertura del campo de tulipanes al público, octubre se convirtió en un mes récord en visitas que impacta no solo en esa localidad sino también en Esquel y El Bolsón.
El primer año se recibieron 300 visitantes que fueron 600 al siguiente, luego 1.200 y así fue multiplicándose temporada tras temporada. Hoy reciben turistas de los puntos más remotos del país y países limítrofes, como Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay. Nadie quiere perderse la floración de esas plantas perennes y bulbosas.
«Todo esto era un mosquetal«, contó orgulloso Juan Ledesma, el propietario del campo Tulipanes Patagonia, al bajarse de un tractor. Mientras tanto, los turistas recorrían el predio con paraguas porque la lluvia no cedía. No abrumaba demasiado porque nadie quería perderse la foto con las flores. El contraste de colores con el cielo tormentoso le aportaba un toque más interesante aún. Cada tanto el público se refugiaba en un domo ubicado a pocos metros del campo, pero apenas asomaba el sol, aprovechaban nuevamente para rodear los circuitos habilitados.
En esta oportunidad, las flores se distribuyen por colores, en degradé. Cada año se avanza en un nuevo diseño del campo para sorprender a los visitantes con una nueva paleta de colores. Matías, el hijo de Juan, tomó este desafío.
Marcelo Cano, de Tucumán, acordó con su familia que vive en Santa Cruz encontrarse en Trevelin, como «un punto medio» para conocer el campo de tulipanes. «Mi suegra soñaba con venir y ya está: sueño cumplido. Es increíble el colorido, los matices. Es un paraíso y encima, en un entorno de montañas», mencionó.
Francisco Montilla, de Río Cuarto, llegó al campo junto a su madre. «Soy una enamorada de las plantas. Me he emocionado mucho. Mi padre hacía plantación de rosas. Yo no quiero regalos ni fiesta, solo quiero que me lleven donde haya flores. Por eso, estoy llorando como una estúpida«, dijo Norma Mercedes Rojas, entre lágrimas y una sonrisa.
Olga Tantera, junto a dos amigas (Alicia y Lidia), de Santa Fe, también recorrían el predio bajo la lluvia. El guía les sugirió usar bolsas en los pies para embarrarse lo menos posible. “Vimos la propaganda y nos vinimos. Es una belleza total. Me llevaría una plantita, pero dudo que soporte el calor de Santa Fe”, lamentó Olga.
Vanesa y Juan Saez, de Cipolletti, se tomaban una foto junto a su hijo Tiago con los tulipanes morados de fondo. «Nos casamos el viernes y nos vinimos. Podríamos decir que es casi una luna de miel aunque con dos pibes», bromearon y agregaron: «Tenemos previstos tres días en Esquel y volvemos por Villarrica».
Cuarta generación
“Somos cuarta generación en esta tierra. Mi bisabuelo era uno de los proveedores de trigo. Ese mismo molino termina dándole nombre al pueblo. Con mi familia nos vinimos a este campo de mi bisabuelo para empezar con floricultura en general”, relató Juan a diario RIO NEGRO.
En ese momento, surgió la idea de los tulipanes. “Empezamos con una bolsa de bulbitos y ahora producimos cuatro millones de 42 variedades. Es un tapiz de colores que da que hablar en estos días”, destacó.
¿Y por qué tulipanes? Este hombre de 55 años recordó que, en casa de sus padres, nunca faltaba algún algún bulbo de tulipán en el jardín. «Siempre me llamaron la atención. Es una de las primeras plantas en florecer en primavera y es tan elegante. Tiene una presencia increíble que me llamaba la atención. Pero nunca imaginé que íbamos a terminar cultivándolos», acotó.
Juan, junto a su familia, arrancó el proyecto en 1996, con 100 bulbos. En un primer momento, la iniciativa fue productiva para abastecer el mercado interno y exportar a Holanda. Comenzaron con 27 variedades. Lo cierto es que no resultó un buen negocio. Por eso, decidieron poner el foco en el mercado interno, aunque necesitaban «un catálogo» amplio de colores. Así comenzaron una maratón que les permitió alcanzar las 42 variedades.
Si bien en esos primeros años el campo no estaba pensado para el turismo, llegaban visitantes a contemplar las flores mientras ellos trabajaban. Así surgió la idea. «Veíamos los rostros de felicidad y nos propusimos abrir para el turismo. Con la ayuda de las redes sociales, abrimos hace 9 años. Esta es la novena temporada. El primer año vinieron 300 personas, 600, 1200 y cada año se fueron duplicando«, resumió Juan.
Reciben turistas de los puntos más remotos del país y países limítrofes como Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay.
«¿Qué significan hoy los tulipanes para la familia Ledesma?», se le consultó. «La vida misma. Nosotros vivimos para esto y estamos todo el año pensando en tulipanes, estén los bulbos en la tierra o no. Es lo que hacemos desde hace casi 30 años», respondió.
Tras la experiencia en Trevelin, la familia se prepara para abrir un segundo campo de tulipanes en cercanías de la localidad 28 de Julio, al oeste del valle inferior del río Chubut. La primera prueba fue positiva y el predio estaría en condiciones de abrir sus puertas en septiembre del año próximo. «Todavía estamos planificando pero es un lugar hermosísimo a orillas del río Chubut», aseguró.
El estrés del clima
El campo de tulipanes está abierto al público todos los días, desde el 7 de octubre hasta el 7 de noviembre, de 9 a 19. Pero después, el trabajo continúa con «las actividades del campo», cortando las flores. «Seguimos regando hasta que la planta se seca, después cosechamos. Para el cultivo usamos maquinaria holandesa«, afirmó.
El momento más emocionante del año, reconoció, es cuando sale la flor. Sin embargo, desde el emprendimiento admiten que constantemente están pendientes del clima. «La producción va de la mano del clima: te juega en contra y a favor. Si hace mucho frío en septiembre, las plantas pueden no florecer el 7 de octubre. Es algo que estresa bastante, pero uno no lo puede manejar», sostuvo este hombre que, antes de los tulipanes, trabajaba con una empresa que traía extranjeros a pescar.
«Mi sueño -expresó- era trabajar esta tierra que era de mi bisabuelo, pasó a mi abuela y después a mi madre. Quería venderla, pero le pedí que no lo haga. Me instalé con una carpita. Y así fue que nos zambullimos recién casados, sin saber en lo que nos estábamos metiendo».
El campo de tulipanes cuenta con una confitería y restaurante, un centro de interpretación donde se proyecta un video de 12 minutos en el que se muestran las acciones durante todo el año y ahora un domo cercano a las flores donde pueden refugiarse los turistas cuando el clima no acompaña.
La entrada es de 32 mil pesos y los menores de 12 años no pagan.
Es un emprendimiento familia. De hecho, mi hijo Matías sueña que su hijita Greta, de 3 años, el día de mañana trabaje con los tulipanes. Así como yo soñé, en algún momento, verlo a él acá»,
El campo de flores que rompió la estacionalidad
Se estima que entre 10.000 y 15.000 personas visitan el campo de tulipanes en octubre y los primeros días de noviembre. Prevalece el público de Chubut y la región, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Neuquén.
Juan reconoció que, en esta época, “suceden muchas cosas y emociones”: “Vemos lágrimas y muchos pedidos de matrimonio -este año, tuvimos tres o cuatro-. Son cosas que te motivan y emocionan”.
Cintia Ayelén Figueroa, secretaria de Turismo de Trevelin, aseguró que octubre y noviembre se volvieron los meses más fuertes del año, superando incluso el verano. «Es récord y esto lo registramos desde 2021, en la pospandemia. El campo abrió de forma rústica con pocos servicios y gracias a la visibilidad año tras año, la demanda fue creciendo. Hoy estamos al 70% de ocupación en un total de 1700 camas«, sentenció.
El boca en boca, la difusión constante a través de las redes sociales y los youtubers, estimó la funcionaria, fueron las principales vía de promoción.
Figueroa describió que el público en esta época es clase media, alta. «El 95% son mujeres, es un público más exigente que en el verano -más familiar y gasolero-. Y la estadía se amplió de dos a cuatro días», puntualizó.
Floración que esconde un año de trabajo
-Un mes antes de la plantación, se prepara el suelo, arando, nivelando hasta dejarlo en condiciones para que el bulbo se desarrolle.
-El proceso de plantación debe ser lo más rápido posible para que no haya diferencias entre el primer y último bulbo plantado. Todo se realiza con maquinaria: se depositan los bulbos en una red tubular que queda 15 centímetros bajo tierra. ¿Qué permite esto? Que al momento de cosechar, se puedan levantar todos los bulbos en simultáneo.
–Cuando la flor se marchita, se corta la copa para que el bulbo se siga desarrollando y no pierda energía en la flor. «Somos productores de bulbos, no de flores», enfatizó Juan. En verano cuando la planta se seca porque cumplió su ciclo, es momento de cosechar los bulbos. Con la máquina se deja la red en la superficie y se abre para extraer los bulbos. Como son todos iguales, es importante identificarlos para no mezclar los colores. Se limpian y se separan por tamaños.
–Los bulbos en proceso de crecimiento quedan almacenados en la cámara de frío para volver a la tierra en otoño. Casi a los cinco años, el bulbo alcanza su tamaño comercial.
Un lugar para hospedarte: Villa Azul, un complejo de cabañas en Villa Ayelén (Ruta 259 – Villa Ayelen).