El fantasma del desempleo sobrevoló la festividad del Patrono del Trabajo en Rosario
La procesión fue más masiva que otros años. En parte porque cayó en domingo, en parte por la creciente incertidumbre laboral
08/08/2016 MUNICIPIOSLa procesión fue más masiva que otros años. En parte porque cayó en domingo, en parte por la creciente incertidumbre laboral
Esta vez la festividad de San Cayetano cayó un domingo y el tibio sol de agosto ayudó, pero esos fueron apenas dos factores que se sumaron a la creciente preocupación por conservar o conseguir un empleo para que la procesión fuera más masiva que otros años. Una compacta y variopinta columna de fieles que superó las dos cuadras largas escoltó la imagen del Patrono del Trabajo desde la iglesia de Buenos Aires al 2100 hasta la plaza Libertad, donde el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, celebró una misa de campaña. En su homilía, el religioso hizo suya una reflexión del Papa Francisco (ver página 4) al recordar que «pan y trabajo son dos palabras que siempre deben ir juntas», porque «el pan sin trabajo no dignifica, humilla y hace sentir al que lo recibe que no sirve para otra cosa».
Como siempre, entre los fieles identificados con la clásica espiga que simboliza el pan primaron las mujeres, pero esta vez esa mayoría se vio matizada por la presencia de familias completas dispuestas tanto a agradecer como a pedirle al santo, que este año recuperó un perfil claramente «especializado» para interceder ante la problemática laboral.
De hecho, todos los testimonios recogidos por LaCapital aludieron a que alguien del grupo familiar había perdido o estaba buscando un empleo, y con la «intención» de resolver ese problema habían acudido a San Cayetano.
«Estoy desocupado desde enero, cuando perdí mi trabajo en Expreso Brío», contó Marcelo Alarcón, quien dijo compartir «la preocupación de todos por lo que se está viendo». Antes «venía a agradecer, hoy me vuelve a tocar pedir», afirmó el hombre, de 49 años.
Irma y María Natividad Carbonelli también participaron de la celebración. Una para agradecer que su hijo mantiene el empleo, la otra para pedir que una hija lo consiga, después de haber perdido su puesto en un geriátrico.
Los testimonios se repitieron. La familia de Antonela Navarro y su marido Mauricio, padres de dos pequeñas nenas, se sumó a la saga: la pareja relató que en marzo último se quedaron sin empleo (hasta entonces ambos formaban parte del personal de la empresa de limpieza Laverex) y hoy sobreviven gracias a un emprendimiento familiar de panificación artesanal.
Betty Lugo fue otra que llevó a la vez agradecimiento y peticiones. Al santo le dio gracias por haberse podido sobreponer a un ACV y le rogó por su hija, recientemente despedida de un supermercado.
«Hay que pedir siempre para que todos tengamos trabajo», dijeron por su parte Mercedes Cobar (55) y Cipriano González, empleada doméstica ella y albañil él. A pocos metros, Melina Blanco (40) hizo extensivo el ruego «para todo el país».
Con esa problemática más presente este año que en los últimos, también el arzobispo Martín la puso como eje de su homilía, ligando el pan al trabajo como garantía de dignidad.
«El pan debe llegar a la mesa con el sudor de la frente, Dios mismo nos manda a trabajar. ¿Pero si lo busco y no lo tengo? El trabajo es un derecho humano», recordó el prelado, quien luego exhortó a los fieles a pedir por la «patria» y para que haya «más dirigentes que busquen el bienestar de nuestro pueblo».
Y si con esas palabras pareció reclamar empleo genuino, con una mirada crítica al mero asistencialismo, también cuestionó la «idolatría» de «la usura, la lujuria y el poder», que «tanto daño le causan a la patria».
Hacer el día. Como pasa todos los 7 de agosto, mientras miles de fieles desfilan ante la imagen del santo de la Divina Providencia pidiendo salud y trabajo hay quienes hacen de la festividad su propia fuente de ingresos. Son los vendedores de souvenirs, puesteros y feriantes que recorren parques y festividades, muchas veces por todo el país.
Entre ellos ayer no hubo una mirada unánime sobre si se había trabajado bien, regular o mal. «Para mí nada que ver con el año pasado, yo vendí un 40 por ciento abajo», sostuvo Marcelo, quien incluso interpretó el fenómeno. «En épocas malas la gente se aferra a la fe, pero el problema es que ha perdido poder adquisitivo».
A pocos metros de su puesto, Yanina aseguró en cambio haber vendido «bien» (unas 600 espigas con estampitas, a razón de tres por 10 pesos), algo que atribuyó a que «el día acompañó mucho».
Frasquitos «de la abundancia», panes y espigas «de la prosperidad», botellas, semillas, imanes, cintas, cucharas, escobitas y ristras de ajos, rigurosamente adosadas a la imagen de San Cayetano, formaron parte del «merchandising» del día, con precios que iban de los 10 a los 30 pesos.
Como verdaderos satélites de la celebración, vendedores de gaseosas y golosinas, juguetes, inflables y «novedades» de toda laya mostraron que, cuando la intención es trabajar, el santo sabe efectivamente dar una mano.