Aumenta la demanda de alimentos en los comedores comunitarios rosarinos

Provincia y municipio estimaron una suba acumulada del 30 por ciento desde 2016. "No damos abasto", dicen los referentes barriales

Provincia y municipio estimaron una suba acumulada del 30 por ciento desde 2016. «No damos abasto», dicen los referentes barriales

Inflación, aumento de impuestos, recesión, problemas con el empleo. La crisis se profundiza y quienes primero dan señales de alerta son los comedores comunitarios de la ciudad. «Agregamos otra olla de 70 litros, tenemos otras 120 personas que vienen a retirar comida», indicó Facundo Vijande, del Comedor Dorita, en barrio Sarmiento. La postal se repite. En el barrio Toba de Roullión al 4300, Rosa confiesa: «Se agregaron otras 200 personas. No damos abasto. Se cortó la changa y viene cada vez más gente». En Villa Banana, el comedor La Ucha le da de comer a 470 personas, 250 más que hace 4 meses. «Volvió gente que tenía trabajo y al perderlo está de regreso», indicó Nancy.

En la Municipalidad y la provincia también están siguiendo de cerca este marcado incremento en la afluencia de personas que van a los comedores a solicitar alimentos.

En la Secretaría de Desarrollo Social ya detectaron un 30 por ciento de incremento en 2016 y la tendencia para este año sigue en alza. «Se registran más demandas de familias que antes no asistían a comedores o no recibían ayuda alimentaria y se acercan a las instituciones municipales, los Centros de Convivencia Barrial a pedir asistencia. También a los comedores comunitarios, algunos tienen lista de espera», admiten en el Palacio de los Leones.

Bajo la lupa

Para el ministro de Desarrollo Social, Jorge Alvarez, el incremento entre 2016 y 2017 acumulado ronda el 30 por ciento. «Lo hemos notado mucho sobre fin de año, y si se analiza este primer trimestre; ha sido muy duro», admitió y analizó algunas causas: «Hubo caída del empleo en algunas industrias y más aún en el sector informal, con gente que perdió las changas de la semana y una clase media que ajusta recursos por efecto de la inflación».

A la hora de imaginar un horizonte a corto y mediano plazo, el ministro de Desarrollo santafesino admitió que desde la Casa Gris «esta problemática se sigue con mucha atención, en particular con el monitoreo familia por familia que nos permite el Abre Familia».

En relación a los temas pendientes con el gobierno nacional, Alvarez marcó la necesidad de que desembarquen en Santa Fe los programas de inclusión Argentina Trabaja y Ellas Hacen. «Para que se tenga acceso a lo social, al margen de lo suplementario que otorga la asignación universal o los planes provinciales».

En alza

En los barrios periféricos el incremento en la demanda alimenticia se siente con fuerza. Rosa coordina el centro comunitario La Morena, de barrio Toba. Está ubicado en calle Comando 602 al 4300, paralela a Roullión a la misma altura.

«Hace 3 o 4 meses atrás eran 250 pibes, ahora vienen 450. Impresiona la cantidad de familias que me vienen a pedir que los anote, pero es imposible. El municipio nos da 5 mil pesos mensuales y la provincia 4.500 pesos incluyendo el gas. Se hace muy difícil cubrir el mes», dice Rosa a LaCapital .

Dos veces a la semana, La Morena les da de comer a chicos de entre los 6 meses y los 12 años, además de ancianos. Y los miércoles se ofrece la copa de leche. «No damos abasto, sorprende ver gente nueva que se quedó sin trabajo y anda con los carritos cirujeando. Se cortó la changa y cada vez son más», comenta la mujer.

La afluencia de gente viene fundamentalmente desde un asentamiento irregular armado en una quinta de verduras abandonada. «Veo muchos pibes mal alimentados. El problema no es que me falte horno o las ollas, no tengo para meter adentro», apuntó.

Otro dato sobresale. Cuando los pibes terminan de comer, las madres abren los Tupper para llevarse lo que sobró de la jornada. «Se nota que no comen en las casas, que falta el alimento», agrega Rosa con dolor.

Con el Tupper

En Villa Banana, en la zona de Lima y Rueda, asoma el Centro Comunitario La Ucha. «Hace un tiempo venían 250 personas, ahora tenemos 470», dice Nancy. Allí, tres veces por semana se les da de comer a chicos de 5 a 14 años. «Nos están ayudando los carreros, que traen leche, chocolatada y azúcar después de cartonear», dice la joven. Al igual que en barrio Toba, los pibes llegan con los Tupper para los padres. «Lo que sobra, siempre se da», apunta Nancy.

En Banana también impacta la crisis. Los que hacía tiempo no aparecían por el comedor, ahora están de vuelta. Y también se entremezcla gente que jamás había ido a pedir un plato de comida.

Facundo Peralta, de la ONG Causa aportó otro síntoma del empobrecimiento. «Hay gente que se está mudando de las villas céntricas como Banana o La Lata; a la periferia, y la demanda en comedores de las afueras de Rosario es cada vez mayor», resumió.

Fuente: La Capital Rosario