«Yo, sí puedo», el método cubano que alfabetizó a 350 personas en tres años en Mendoza

Se usa en Mendoza desde 2014 para enseñar a leer y a escribir a mayores. Universitarios lo hacen de manera voluntaria en zonas pobres y rurales con materiales enviados desde la Isla

Se usa en Mendoza desde 2014 para enseñar a leer y a escribir a mayores. Universitarios lo hacen de manera voluntaria en zonas pobres y rurales con materiales enviados desde la Isla

«Cuando no sabés leer ni escribir, te estafan mil veces. Pero ahora me llega una factura y sé cuánto tengo que pagar, no tengo que ir a preguntarle a mi hija o a mi vecina qué dice. Si voy al cajero, sé lo que estoy haciendo», dice Ceferina Cano Tolaba, de 55 años.

Ella nació en Potosí, Bolivia. A los 9 años llegó a Mendoza y nunca fue a la escuela.

Si esta nota hubiese sido publicada hace tres años, ella no la hubiera podido leer porque era analfabeta y no sabía ni siquiera cómo tomar un lápiz. Pero gracias al método cubano «Yo, sí puedo», Ceferina aprendió a leer y a escribir, y hoy puede entender cada una de estas líneas, que seguramente leerá.

En total son 350 personas las que se alfabetizaron desde 2014, cuando comenzó a funcionar este método educativo en la provincia.

Los lugares donde funciona son Ugarteche, donde vive Ceferina; El Bajo de Luján de Cuyo, Maipú y San Rafael. Y está en carpeta llevarlo a Las Heras.

«El porcentaje de analfabetismo es bajo en Mendoza, pero está muy concentrado en las zonas rurales», dice Noelia Naranjo, coordinadora en Mendoza del «Yo, sí puedo».

Proceso
Ceferina tiene una modesta iglesia evangélica pentecostal al lado de su casa. Allí se reúne uno de los grupos del «Yo, sí puedo», que dura alrededor de seis meses, aunque veces se extiende a un año.

Ceferina lo inició en 2014, pero en los años sucesivos siguió ofreciendo la iglesia como punto de encuentro para que no sólo dos de sus hijas se alfabetizaran, sino también su marido, su yerno y otras personas de la zona, a las que conoce muy bien porque es una mujer muy querida dentro de la comunidad.

«Este método es flexible en cuanto a horarios y al lugar. Es muy diferente a un CEBJA, a un colegio para adultos. Eso es muy bueno para los participantes que por ahí están trabajando todo el día y les cuesta encontrar un horario. Y además es un punto de encuentro. Se generan vínculos. Las personas que lo hacen se enganchan porque pasan un buen rato mientras aprenden», explica Naranjo.

«Todo lo que sea aprender es bien recibido por nosotros. A mí esto me alivió. Y me avivó», dice orgullosa Ceferina.

Contexto
El método surgió por pedido del ex presidente de Cuba, Fidel Castro, a la pedagoga Leonela Relys en 2001.

Fue preparado para adultos y se vale de recursos audiovisuales: son 64 videoclases de 25 minutos cada una, en los que se introducen de a poco los conceptos bajo una lógica alfanumérica.

Una de las premisas del método es que parte de lo conocido, que son los números, hacia lo desconocido, que son las letras.

A cada letra se le asigna un número por orden de uso (la A es el 1 y la E el 2) ya que los participantes conocen los números generalmente.

«No pueden participar aquellas persona que puedan estar dentro del sistema educativo porque esto no es algo paralelo a la escuela», agrega Naranjo.

Quienes aprenden son personas mayores de 25 años y son, sobre todo, mujeres porque a los hombres les cuesta más reconocer que no saben leer ni escribir, según la experiencia de los facilitadores, que ofrecen el servicio casa por casa.

Entre los años 2002 y 2016 se han alfabetizado con el programa casi 10 millones de personas de 130 países.

Mientras otros países exportan petróleo o armas, Cuba exporta educación gratuita, ya que envía a cada lugar donde se aplica el método un coordinador que se encarga de supervisar el proceso.

Ese coordinador cubano delega en coordinadores locales, como Noelia Naranjo, la organización de los facilitadores.

¿Quiénes son los facilitadores?
Son los que ayudan a los participantes durante el aprendizaje.

Son el nexo entre los videos y los participantes y son estudiantes o graduados de la universidad que lo hacen voluntariamente, sin cobrar un sólo peso. En Mendoza son 80 actualmente.

Las clases son flexibles en horarios y duración, aunque generalmente duran una hora y media, y están integradas por cinco participantes y dos facilitadores.

Aspectos formales
Para contar con el método, Cuba exige que en cada país se firme un convenio con una institución, que es, por ejemplo, la encargada de avalar el certificado que recibe la persona que termina el curso. A veces puede ser un municipio. Originalmente en Argentina fue el Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Agrarios (Renatea), que era el encargado de controlar la trata laboral y que el presidente Mauricio Macri eliminó en octubre del año pasado.

En su momento en Mendoza se firmó un convenio con el Concejo Deliberante de Luján de Cuyo, ya que los primeros lugares geográficos donde se dio la capacitación fueron Ugarteche y El Bajo Luján.
Actualmente se firmó un convenio con la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria, de San Rafael.

Fuente: Uno Mendoza