A un año de la destitución de Dilma, Brasil no termina de salir de su peor crisis
Los sucesivos escándalos de corrupción de la clase dirigente mellan la confianza en la propia democracia. Ni Lula se salva de la tormenta
31/08/2017 EL MUNDOLos sucesivos escándalos de corrupción de la clase dirigente mellan la confianza en la propia democracia. Ni Lula se salva de la tormenta
Se fue Dilma Rousseff, pero la promesa de que Brasil dejaría atrás la inestabilidad parece más lejana que nunca exactamente un año tras la destitución de la ex presidenta, el 31 de agosto de 2016. Su sucesor, Michel Temer, está denunciado por corrupción, el país no termina de salir de su peor crisis económica y los interminables escándalos empiezan a mellar la confianza en la propia democracia. Ni siquiera uno de los políticos más exitosos del gigante sudamericano, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, se salva de la tormenta. Lula fue condenado recientemente a nueve años y medio de cárcel por corrupción y, mientras espera a la revisión de la sentencia, debe enfrentar aún cinco procesos más.La denuncia contra Temer amenaza también la ligera recuperación de la economía tras la recesión acumulada del —un 7,4 por ciento en 2015 y 2016—, y la falta de fondos causan estragos en el país y amenazan con devolver a decenas de miles de brasileños a la pobreza.
En julio hubo un recorte en uno de los más exitosos programas de Lula para ayudar a los más necesitados, «Bolsa Familia», que retiró las ayudas a 543.000 personas. La crisis empieza también a disparar los índices de violencia en las principales ciudades del país, entre ellas la metrópoli Río de Janeiro.
Cuestionado juicio
La caída del país que parecía predestinado hace unos años a convertirse en la primera nación latinoamericana en codearse con las potencias mundiales tiene varias causas, pero una de las más notorias es la batalla política que condujo hace 12 meses al juicio de «impeachment» de Rousseff, sucesora de Lula y compañera suya en el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). Temer se volvió en 2016 contra Rousseff, a la que servía entonces como vicepresidente, para apoyar un cuestionado juicio político que condujo a la destitución de la mandataria el 31 de agosto, tras haber sido suspendida en mayo.
El presidente asumió el cargo prometiendo un «gobierno de salvación», pero la corrupción y la falta de legitimidad se convirtieron desde el comienzo en un lastre. El líder conservador fue denunciado en junio por haberse beneficiado presuntamente durante años del pago de sobornos para favorecer al gigante de la carne JBS en un caso vinculado con el escándalo de la petrolera estatal Petrobras conocido como «Lava Jato» («Lavado de autos»). Y pese a que el Congreso, controlado por sus aliados, se negó a quitarle la inmunidad, se espera que la fiscalía presente en breve una nueva denuncia contra Temer. El presidente se aferra al cargo como respuesta. Hay «gente que quiere parar Brasil y ese deseo no tiene límites», atacó Temer esta semana a los fiscales que lo quieren juzgar. «Pero tengo la fuerza necesaria para resistir».
Una gran mayoría de sus propios compatriotas, sin embargo, lo ven de otra manera. Las últimas encuestas colocan el apoyo a su gestión en un ínfimo 5 por ciento. A la inversa, el 94 por ciento de los brasileños dicen no sentirse representados por los políticos que están en el poder.
Casi de forma simbólica, en las próximas semanas se estrenará en Brasil un documental, «O macaco Tiao. O candidato do povo» («El mono Tiao. El candidato del pueblo»), que cuenta la historia de una de los más increíbles votos de protesta de Brasil y posiblemente del mundo entero. En las elecciones municipales de 1988, una agrupación bautizada como Partido Bananista Brasileño (PBB) designó a un mono del zoológico de Río de Janeiro como candidato, en medio del descrédito de los políticos cariocas. «No había por quién votar», recordó el director del documental, Alex Levy-Heller, esos convulsos años posteriores al final de la dictadura militar (1964-1985) en el diario O Globo. El chimpancé obtuvo al final 400.000 votos y quedó en tercer lugar.
La protesta en 2017 tiene formas más preocupantes. Según un sondeo de la encuestadora Ibope publicado a mediados de agosto, un tercio de la población cree en tanto que la democracia no es la mejor forma de gobierno para el país. Y en muchas de las protestas contra la corrupción se ven también pancartas que piden directamente el regreso de los militares. Quizá por el mismo espíritu, en las encuestas para las elecciones presidenciales de 2018 empieza a despuntar un líder populista de ultraderecha, el diputado Jair Bolsonaro, al que muchos llaman el «Donald Trump» brasileño o comparan con el polémico presidente de la mano dura» de Filipinas, Rodrigo Duterte.
Bolsonaro se ubica en algunos sondeos en segundo lugar, sólo por detrás de otro posible candidato: Lula. El carismático ex líder obrero ha anunciado ya que quiere volver a ser presidente. Una confirmación de su sentencia o una nueva condena pueden sin embargo frenar sus aspiraciones y potenciar quizá aún más el desencanto de los brasileños con la política. A Brasil lo esperan más tiempos convulsos.