¿Nos importa tener 13 millones de pobres?

Sólo un presidente argentino miró a los ojos a un presidente norteamericano y, frontalmente, le dijo que no nos interesaba un plan para construir escuelas.

Sólo un presidente argentino miró a los ojos a un presidente norteamericano y, frontalmente, le dijo que no nos interesaba un plan para construir escuelas. No eran amigos, no lo conocía de antes ni estaba interesado en su política exterior.

Se llamaba Arturo Frondizi y claramente le explicó a J.F.Kennedy que la Alianza para el Progreso si no significaba inversiones para crear fábricas, no modificaba el subdesarrollo estructural de América Latina. Es que Frondizi sabía que sólo con la inversión en fuentes de trabajo y producción se instalaba naturalmente la escuela y el centro de salud. Sólo con la fábrica se generaba el empleo y se elevaba el nivel de vida. De esta forma se destrozaba la pobreza. De allí el plan de creación de las escuelas técnicas, que producía una verdadera revolución en el plano educativo, con la oferta de mano de obra calificada.
Los tiempos cambiaron y seguramente conformamos hoy una sociedad diferente, pero la pobreza sigue significando lo mismo para quien la padece en carne propia y seguramente también para quien deja de mirarse a sí mismo por un momento para observar al otro, que no puede desprenderse de su condición.
Pero ¿qué hacemos para cambiar la situación? Hoy, que casi todos conocemos las profundidades del mar, podríamos decir que si seguimos derivando por las corrientes terminaremos en una profundidad tal, donde el rescate será imposible. El principio de realidad tiene que imponerse al del relato y la ficción. Suponer que treinta años de historia provincial, reunidos entre quienes nos han gobernado, o un diálogo de posicionamientos políticos entre intendentes de una comarca, puede modificar un presente de endeudamientos del Estado para el pago de salarios y gastos corrientes, es toda una fantasía.
Hace casi cincuenta años que en Chubut no se genera nada. Sólo se vive en un relato ambientalista sin ni siquiera tener conocimientos científicos o técnicos. Cuando Trelew tenía fábricas, cuando se construia la represa de Futaleufú, cuando Puerto Madryn se levantaba por sobre Aluar, cuando florecía la industria metalmecánica en Comodoro Rivadavia, Chubut tenía futuro; Chubut tenía trabajo y el Estado sólo acompañaba ese crecimiento. Hoy no se sabe ni a quién le debe.
Pero la pobreza se instaló ante el espectáculo deplorable de las obras que quedaron como monumentos a la frustración. Pero ¿hay algo para hacer? Sí mucho. En primer lugar reunir a los que saben, a los que tienen conocimientos especiales. No a los imaginarios políticos que no tienen capacidad ni siquiera para mantener las ciudades limpias o generar espacios urbanos dignos para dar ejemplos de convivencia. Reunir a quienes sean capaces de generar proyectos ejecutivos factibles en los que no solamente se termine con el tema de los desechos de los langostinos, sino para incentivar y motivar la totalidad de nuestras potencialidades provinciales. Seguramente existen proyectos para Gan Gan y Gastre. Para Paso de Indios, Gobernador Costa, Río Mayo o Sarmiento, sólo para nombrar regiones. El desmantelamiento de la popa de un barco en 48 horas en Comodoro Rivadavia nos demostró cómo existe una capacidad técnica aprovechable y seguramente el proyecto de un gran astillero podría ser presentado para recuperar nuestra industria naval.
No tenemos sobre nuestras cabezas la maldición del precio del petróleo. Lo que tenemos es la necesidad de usar nuestras neuronas o la de nuestros representantes para reactivar o crear velozmente nuevas oportunidades. No miremos para el costado cuando nuestro Valle no tiene políticas de apoyo y estímulos que son muy necesarios, pero que son retaceados buscando el negocio de pocos en la Meseta Intermedia. Nuestro río, de tan poco caudal, debe ofrecer todo el año el agua necesaria para invernáculos modernos que permitan una producción constante. Este Valle es capaz de alimentar a toda la Patagonia, bien administrado y con un mercado concentrador que sea efectivamente eso y no un almacén de ramos generales. A la pobreza se la destruye trabajando. Nadie quiere vivir en ella por placer, y aunque éste pueda ser relativo, el conocimiento y la salud, dos elementos básicos para todo ser humano, con seguridad generarán un tránsito de confort material y espiritual que aportarán para el desenvolvimiento hacia la certidumbre de estar contribuyendo al desarrollo integral. Al Gobierno nacional o a cualquier inversor no se le puede ir con buenas intenciones. De éstas, dicen, está empedrado el camino del infierno.

Luis López Salaberry
Fuente: El Chubut