El hambre es una realidad
El estudio trimestral del CEM muestra que la situación tiene picos dramáticos en el segundo cordón suburbano, que el miedo al desempleo es general y que una creciente mayoría ve las cosas cada vez peor.
08/10/2018 MUNICIPIOSEl estudio trimestral del CEM muestra que la situación tiene picos dramáticos en el segundo cordón suburbano, que el miedo al desempleo es general y que una creciente mayoría ve las cosas cada vez peor.
Más de la mitad de las personas de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires disminuyeron las raciones de comida durante el último año, con situaciones dramáticas en el segundo cordón de la zona sur del conurbano: Quilmes, Florencio Varela, Berazategui, Almirante Brown. Allí, dos de cada tres personas bajaron las raciones de comida.
El cuadro de la situación social empeora día a día, con datos que, sobre todo en algunas partes del Gran Buenos Aires, se vuelven escalofriantes: la inseguridad social se convirtió en algo habitual. Más de la mitad de los ciudadanos dice que está en peligro de perder el trabajo, con picos altísimos de temor en la zona sur del conurbano. Un dato asombroso es que el drama aterrizó en la propia Capital Federal: la mitad de las personas creen que pueden perder el trabajo a la brevedad. En cuando a las situaciones más extremas, en el segundo cordón de la zona sur, aparecen de forma masiva las personas que dicen que alguien de su familia pasó momentos de hambre porque en el hogar no había dinero para comprar la comida suficiente. “Este es el peor momento”, afirma Matías Barroetaveña, director del séptimo estudio que indagó sobre la seguridad o inseguridad alimentaria, económica y laboral. El especialista Daniel Arroyo, del Frente Renovador, opinó que “lo que muestra el CEM es muy grave. Y todo indica que las cosas van a empeorar por la recesión, el aumento de los alimentos y el aumento de los servicios y costos fijos”.
El Monitor es realizado por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), un centro interuniversitario que integran la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET); la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham. La medición se realiza cuatro veces por año y en este caso se consultaron 1.524 personas, tanto en CABA como en cada una de las zonas del primer y segundo cordón del Gran Buenos Aires. El Monitor analiza los niveles de inseguridad social a partir de varias preguntas muy puntuales. Por ejemplo, en materia laboral se pregunta si la persona tiene miedo de perder su trabajo; si la situación en su trabajo mejoró o empeoró; si el salario le permite ahorrar algo; si alguien en la familia perdió el trabajo. A partir de esas preguntas, se formula un índice que se compara con las mediciones anteriores. Lo mismo en materia alimentaria y económica.
Las comparaciones con los monitores anteriores del CEM meten miedo. Por ejemplo, en octubre de 2017, un 48 por ciento decía que “el sueldo no me alcanza y tengo dificultades”; ahora ese porcentaje subió al 62 por ciento. En octubre de 2017, el 37 por ciento afirmaba que la situación económica era mala o muy mala y ahora subió al 66 por ciento. Y cuando se preguntó por la situación en su hogar, hace un año el 37 por ciento dijo que estaba mal y ahora trepó al 61 por ciento. En octubre de 2017, el 34 por ciento dijo que bajó las porciones de comida, ahora es el 55 por ciento. Hoy en día, el 73 por ciento, es decir tres de cada cuatro personas, afirman que cambiaron las marcas de los productos que compraban, por supuesto pasándose a segundas marcas.
“Lamentablemente, en este 2018, cada medición de clima social que hemos realizado dio peor que la anterior –señala Barroetaveña, el director del CEM–. Los datos recolectados en febrero y en junio ya habían sido muy preocupantes. Los de septiembre nos muestran que los ciudadanos de la región metropolitana de Buenos Aires cada día están peor”.
Barroetaveña advierte que hay zonas donde los entrevistados reconocen que bajaron las compras de comida, pero también de medicamentos. “Sucede de forma dramática en el segundo cordón del conurbano. Allí cerca del 40 por ciento dice haber tenido hambre por falta de ingresos. En el sur de este cordón casi el 70 por ciento de los entrevistados afirma haber disminuido la cantidad de alimentos que pudo comprar y el 66 por ciento ha dejado de comprar medicamentos. Sólo el tres por ciento considera que la situación económica del país es muy buena y al ser consultado sobre su economía personal apenas el seis por ciento experimenta una mejoría. Sin dudas, el Conurbano nos debería ocupar y preocupar. Claramente no alcanza con medidas paliativas y placebos publicitarios”.
En esta medición, a diferencia de las anteriores, apareció un dato nuevo. El malestar social parece haber alcanzado plenamente a la Ciudad de Buenos Aires. Hace un año apenas el 15 por ciento de los porteños afirmaba que su situación económica era mala o muy mala, hoy el 45 por ciento lo afirma. En octubre de 2017 menos de la mitad de los entrevistados decía haber cambiado la marca de los productos que compraba, pero hoy ese grupo supera el 75 por ciento. En apenas tres meses los porteños que consideran probable perder su trabajo pasaron del 36 por ciento al 50 por ciento.
El salario o sueldo que usted recibe y el total del ingreso de su hogar…
Tanto Barroetaveña como Daniel Arroyo advierten además de los peligros inminentes. “Lo peor esta por llegar –afirma Barroetaveña– el impacto devaluatorio en las tarifas y combustibles dolarizados por decisión del gobierno, sumado al impacto en el precio de los alimentos y la suba de alquileres tornan inviable cualquier presupuesto familiar. La suba de tasas destruye el aparato productivo y del presupuesto del año que viene: un cuarto se destinará al pago de intereses. Cada decisión del gobierno complica más la situación. El parlamento debería rechazar el presupuesto y plantear un cambio de rumbo”.
Daniel Arroyo afirma que “esta emergencia requiere regular, controlar, el precio de los alimentos. Tomar los 11 productos de la canasta básica y establecer un precio sostenido es lo mínimo que se requiere en este contexto. En segundo lugar, es necesario, generar un sistema de crédito no bancario, que le ponga un límite a las tasas usurarias que pagan las familias y les permita acceder a máquinas y herramientas a los que hacen changas o son cuentapropistas. Finalmente, es clave concentrar la obra pública en la infraestructura básica, en los servicios básicos, la vivienda social, y las obras pequeñas que son generadoras de empleo masivo”.
Barroetaveña coincide: “no hay margen para mirar para el costado. El malestar es muy alto y ya lleva mucho tiempo así. A simple vista aparecen tres ejes de trabajo urgentes: declarar la emergencia social y alimentaria, restituir poder de compra a los salarios con reapertura de paritarias y resguardar puestos de trabajo con políticas que han demostrado efectividad en el anterior gobierno como el REPRO. Menos consumo y parar la obra pública es menos trabajo, menos trabajo es más hambre. Desde el poder lamentablemente se propone profundizar el ajuste. Es momento de que los gobiernos nacional, provincial y de la Ciudad dejen de mirar solo a los mercados y se concentren en la producción, el trabajo, mercado interno, el consumo y un estado presente”.