Un pueblo en vilo por la amenaza de Loma Negra

La empresa aduce que su planta de Barker no es competitiva y amenaza con desprenderse de 200 empleados. Todo un pueblo decidido a resistir.

La empresa aduce que su planta de Barker no es competitiva y amenaza con desprenderse de 200 empleados. Todo un pueblo decidido a resistir.

La empresa cementera Loma Negra insiste en su intención de reducir en 200 trabajadores su plantilla de personal de la planta de Barker, en el sur de la provincia de Buenos Aires. Los directivos de la firma argumentan que la planta tiene problemas de competitividad, mientras el pueblo se organiza para resistir ante una situación que les retrotrae directamente a 2001, cuando ese establecimiento cerró y generó una profunda crisis social. Ni el Gobierno nacional ni el provincial proponen soluciones al conflicto.

Ayer por la tarde, los representantes gremiales mantuvieron una reunión con la empresa en la sede de la Secretaría de Trabajo. “El encuentro fue infructífero y entonces la situación no cambió. Nosotros estamos en posición muy firme y no vamos a aceptar los despidos. Y ellos aseguran que nosotros tenemos que dar el visto bueno a lo que plantean”, explicó a este diario Martín Isasmendi, secretario general del gremio de trabajadores mineros (AOMA) correspondiente al área de Barker y Villa Cacique.

La fábrica de Barker es una de las nueve plantas cementeras que posee Loma Negra en el país, además de otras tantas en rubros aledaños a la construcción. Fue inaugurada en 1956 junto a la estación ferroviaria y los pueblos de Barker y Villa Cacique crecieron a su lado. La planta cerró en 2001 generando una fuerte crisis social. Reabrió en 2004 y ahora los trabajadores y habitantes del pueblo temen que se repita la historia. El mercado del cemento, donde opera Loma Negra, es oligopólico.

Fuentes gremiales explican que Loma Negra ha desplegado estrategias de flexibilización laboral en otras plantas, que compiten con la de Barker. También advierten que la producción de cemento no está en crisis. La empresa busca reducir su plantilla de personal en 100 empleados directos y otros 100 de empresas tercerizadas. “Son despidos encubiertos, aunque ellos lo planean como retiros voluntarios, prejubilaciones u ofrecimientos de traslado. Para nosotros eso no es una alternativa. Se cansan de amenazarnos de que nos van a mandar los telegramas de despidos y les advertimos de que si llegan a hacerlo, la lucha se va a recrudecer”, advierte Isasmendi.

“Es vergonzosa la actuación de la Secretaria de Trabajo porque no le pide explicaciones a la empresa. A su vez, Loma Negra primero dijo que había razones económicas que explican la intención de aplicar el ajuste, aunque ahora dice que se trata de una decisión empresaria, que tiene que ver con elegir en donde quiere invertir la plata. Es decir, la empresa no asume ningún tipo de responsabilidad social empresaria y el Gobierno se lava las manos a la hora de exigir que no destruyan a un pueblo”, agregó.

Según la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland, en abril se despacharon 908.737 toneladas dirigidas al mercado interno y la exportación, lo cual implica una caída del 5,1 por ciento en relación al mismo período del año pasado. Sin embargo, el dato está un 7 por ciento por encima de abril de 2017 y 21,6 por ciento arriba del mismo mes de 2016.


Un pueblo que puede perecer si cierra la planta

“Acá no hay alternativas de trabajo. Es tan triste caminar ahora por el pueblo, la incertidumbre que tenemos es terrible. No se imagina lo que es ver el pueblo, no sabemos qué decirle a los chicos, cómo consolarlos, porque esto ya pasó. Es rezar, es pedir, es mirar el reloj, a ver qué pasa en esa reunión”. William Stanley es un hombre mayor, trabajó 27 años en la fábrica de Loma Negra en el pueblo de Villa Cacique, que está al lado de Barker, en el sur de la provincia de Buenos Aires cerca de Tandil. Entre ambos lugares viven unos 7 mil habitantes. Junto a otras 300 personas, Stanley se quedó sin trabajo cuando la fábrica cerró en 2001. Años después, Loma Negra reabrió su planta y ahora el pueblo está otra vez en vilo porque la historia está a punto de repetirse.

“Apelamos a la sensibilidad de los directores de la empresa. Esto es una tragedia para muchas familias, chicos dependen de la empresa y también comercios. Es el eje que sostiene al pueblo”. Stanley y muchos otros en Barker está percibiendo cómo se viene una tragedia que él vivió en carne propia en 2001. Su relato es dramático, describe hasta qué punto un pequeño pueblo depende del funcionamiento de una empresa, deja al desnudo la ausencia absoluta del Estado provincial y nacional y la perversión del relato del Gobierno y del neoliberalismo, para quienes el empleo es una mera cuestión de “eficiencia”.

“Trabajé 27 años en la fábrica, desde 1974 hasta el 2001. Me de­senvolví en el taller mecánico hasta el 1997, cuando tuve un accidente de trabajo. Pasó que en uno de los hornos subí con un exceso de peso sobre mi cuerpo y tuve problemas en la columna, que derivaron en dos operaciones en el Hospital Alemán. A partir de ese momento no pude volver a mis tareas habituales y me reubicaron en la parte administrativa. A lo largo del 2001, la empresa ya venía muy mal y a mucha gente les ofrecieron el retiro. Y llegó el despido. Nos despidieron a todos y el gremio lamentablemente se lavó las manos. Somos 7 mil habitantes en el pueblo, no se imagina lo que era esto, fue un estallido social”, contó Stanley a este diario.

“La fábrica creció con toda la gente del pueblo, con varias generaciones. Se enriquecieron con el pueblo. Y lamentablemente ahora están haciendo el mismo desastre de esos años”, siguió, conmovido. “En aquel momento seríamos 300 trabajadores en la planta y fue terrible. No les importó nada. Pasaron cuatro años, volvieron a abrir y ahora vuelven a hacer lo mismo con chicos jóvenes. Acá no hay alternativas de trabajo. Anoche –por el lunes– hubo una reunión popular y está previsto otra en un polideportivo para saber bien qué es lo que pasa. El gremio está haciendo todo lo posible, no como aquella vez que nos entregaron. Apelo a la sensibilidad de la empresa”.

Fuente: Página 12