A Cachi por uno de los caminos más lindos de Argentina
El bucólico pueblito de los Valles Calchaquíes salteños espera al final de una ruta escénica.
04/10/2019 TURISMOEl bucólico pueblito de los Valles Calchaquíes salteños espera al final de una ruta escénica.
En general, cuando uno viaja, lo que importa es el destino. Sin embargo, hay ocasiones en las que el camino nos cautiva tanto o más que el destino en sí. Y otras en las que la fórmula del viaje conjuga la ruta más el destino, formando así un combo perfecto.
Este es el caso de Cachi, un pueblito bucólico de los Valles Calchaquíes salteños, atravesado por la mítica ruta 40. La ruta escénica es imponente: hay que ir con los ojos bien abiertos. Vale la pena disfrutarla tanto como se disfrutará luego deambulando por las calles del poblado.
Un viaje de ida
Desde Salta ciudad, hay que transitar primero el Valle de Lerma, tomar la ruta 68 y adentrarse en las yungas para luego atravesar la Quebrada de Escoipes, llamada así en honor a una de las etnias diaguitas que habitaban el lugar.
En la senda hay que prestar atención a hitos como el cerro Torreón, donde anidan cóndores, y, adelante, al camino que serpentea y trepa por la Cuesta del Obispo, una las rutas más hermosas de Argentina. Poco después aparece un punto ideal para detenerse y ver la cuesta en todo su esplendor. Con suerte, y dependiendo de cómo sople el viento, se podrán avistar cóndores.
Más adelante se llega al punto más alto del camino: la Piedra del Molino, a 3.450 metros de altura. Acá hay una pequeña capilla y otra linda panorámica, en la que se puede apreciar la Quebrada de Escoipes.
Lo que sigue es la famosa recta del Tin Tin, “la más larga del mundo”, según exageran por estas tierras. Es una recta perfecta que atraviesa el Parque Nacional Los Cardones y que fue realizada por los originarios de la zona para viajar a través de este desierto de cactus.
Cardones en la recta
En medio de esta recta inhóspita, a un lado y a otro del camino, aparece el Parque Nacional Los Cardones, un vergel donde crecen estos cactus grandotes y corpulentos, con brazos que se estiran como queriendo tocar el cielo y florcitas de amancay en primavera.
Está ubicado a 100 kilómetros de la capital salteña, entre el Valle de Lerma y los Valles Calchaquíes, entre los pueblos de San Carlos y Cachi. Los cardones que se pueden ver junto al camino son sólo una pequeña muestra de las 64.117 hectáreas que ocupa el parque en total, que fue creado en 1996 para proteger esta especie.
Hacia adentro se encuentra el Valle Encantado, un rincón en el que durante la época de lluvias se forman lagunas que en invierno se congelan y donde se pueden apreciar pinturas rupestres y avistar cóndores.
Cachi, al fin
Como si el tiempo se detuviera luego de atravesar la sinuosa e imponente Cuesta del Obispo, que forma parte de la ruta 33 que conecta el Valle de Lerma con los Valles Calchaquíes, el viajero se encuentra finalmente con este antiguo y pintoresco poblado colonial.
Se ubica a 1.228 metros sobre el nivel del mar, a los pies del nevado de Cachi, cuya cumbre se erige a 6.380 metros de altura.
Andando por sus callecitas de piedra se pueden apreciar sus casas típicas, construidas sobre veredas elevadas del nivel del piso, en las que se destaca el uso de la madera del cardón y el adobe revestido de blanco.
Alrededor de la plaza central, muy verde, cuidada y arbolada, transcurre gran parte de la vida social del pueblo de poco más de dos mil habitantes, con sus bares, restaurantes y monumentos.
La Iglesia de Cachi, que tiene singulares techos en madera de cardón, así como el mobiliario interno, comenzó a construirse en el siglo XVI y hoy es Monumento Histórico Nacional.
Otro sitio a visitar frente a la plaza es el Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz, que conserva piezas de la cultura aborigen, un patrimonio arqueológico que refleja todas las etapas de la historia prehispánica de los Valles Calchaquíes, en un viaje en el tiempo de unos 10.000 años.
Desde el pueblo se puede disfrutar de la inmensidad del nevado de Cachi. Este gigante resulta un desafío irresistible para los montañista, y se escala por diferentes rutas. Accediendo por las Pailas se pueden ver las distintas cimas y, así, elegir la cumbre más deseada.
Datos útiles
CÓMO LLEGAR: Aerolíneas Argentinas, Jet Smart y Latam y Fly Bondi vuelan a Salta desde Córdoba. Los precios varían según fecha y disponibilidad. Jet Smart tiene pasajes desde 1.400 pesos ida y vuelta. Fly Bondi, desde 2.100 pesos. Los precios ascienden hasta 5.500 pesos aproximadamente.
Desde Salta, hay que tomar la ruta 68 hacia el sur hasta El Carril, donde aparece la RP 33, hasta la Quebrada de Escoipe. Luego de transitar 80 kilómetros, el camino cambia rotundamente y aparece la Cuesta del Obispo. Más adelante, después de pasar por la Piedra del Molino, empieza la recta de Tin Tin, y en 20 kilómetros se accede a Cachi.
DÓNDE DORMIR: en Hostería Cachi. Habitación doble estándar, 3.300 pesos; doble vip, 3.720 pesos; suite, 3.990. Tarifas vigentes hasta diciembre. En Av. Automóvil Club Argentino s/n.
DÓNDE COMER: Viracocha tiene una carta variada, con cocina regional y de autor. Hay platos vegetarianos, pastas y pan casero. Empanadas, 40 pesos; sopa del día, 180; platos principales, de 320 a 485 pesos. Vino, entre 350 y 720 pesos. En Federico Suárez 504. En Facebook: Viracocha Bar.
Viñas y hotel
Poco antes de llegar a Cachi, la ruta 40 conduce a Payogasta, un caserío mínimo. Acá está Viñas de Payogasta, una bodega de altura ubicada a 2.500 metros sobre el nivel del mar, en lo más elevado de la ruta del vino salteña.
En sus tres hectáreas, se implantaron siete variedades de cepajes: tannat, merlot, malbec, sangiovese, cabernet sauvignon, sauvignon blanc, petit verdot y torrontés. Se pueden recorrer los viñedos y conocer el proceso de elaboración. El que quiera probar sus vinos orgánicos tendrá que llegar hasta aquí, porque la producción anual sólo alcanza para abastecer el restaurante y las ventas del lugar.
El antiguo casco de estancia –o solar, como se le dice por estos pagos– fue construido por el abuelo de los propietarios actuales a principios de siglo. Hoy, es un acogedor alojamiento de once habitaciones con spa: Sala de Payogasta, ideal para detenerse y almorzar o pasar la noche. Acá producen todos los alimentos que se consumen y cuentan con una exquisita carta de comidas regionales.
Además, organizan cabalgatas, paseos en bicicleta y avistaje de aves. Más información: saladepayogasta.com.