Ante una nueva era en los vínculos entre EEUU y América latina

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La lograda reunión entre Raúl Castro y Obama y la distensión con Venezuela resultaron mucho más de lo esperado en la previa

Solo dos días de encuentros cara a cara bastaron para que una potencial situación de conflicto entre Estados Unidos y sus vecinos latinoamericanos se desactivara. Entusiastas por el resultado de la Cumbre de las Américas en Panamá, algunos analistas esperan que los acercamientos de Washington con Cuba y Venezuela no sean solo retórica, sino realmente una nueva era en los nexos del continente.

«Tengo un balance positivo. Llegamos aquí con dos conflictos muy serios, la posibilidad de que Estados Unidos aplicara a Venezuela sus viejas prácticas y que a su vez pudieran rebotar sobre el proceso iniciado con Cuba. Era una situación peligrosa», advirtió el sociólogo mexicano del Centro de Investigaciones Superiores en Antropología Social, Héctor Díaz Polanco.

Las tensiones crecieron en las semanas previas a la cumbre realizada viernes y sábado en Panamá: por un lado, Washington inició deshielo de sus nexos con Cuba, pero por el otro el presidente Barack Obama firmó en marzo un decreto u «orden ejecutiva» para trabar fondos de siete funcionarios venezolanos con el argumento que la nación sudamericana es un peligro para su seguridad nacional.

El profesor de la Universidad de Guanajuato en México, Armando Changuaceda, opinó que el discurso de Obama ante los mandatarios de América latina, algunos de los cuales le hicieron fuertes críticas en su presencia, fue «muy despolarizante, muy de cara al futuro». Era lógico que la maniobra de Obama contra Venezuela impactara de alguna manera en las negociaciones con la isla, que tiene a Caracas por su primer socio comercial y el mayor aliado ideológico.

Para el sociólogo Díaz Polanco se trata de la vieja política del garrote y la zanahoria que Estados Unidos tuvo por décadas con la región: en este caso zanahoria para Cuba y garrote para Venezuela. Aunque en general todos los países criticaron la decisión de Obama, en esta cumbre las cosas salieron bien.

El presidente Raúl Castro hizo un discurso en el que culpó históricamente a Washington de agresiones armadas, hostigamiento e intervención pero exculpó personalmente a Obama, quien nació cuando el embargo a la isla impuesto en los 60 ya había sido instalado como política de Estado. «Creo que fue muy inteligente por parte de Raúl», comentó el reconocido analista cubano Esteban Morales. Obama «es representante de un poder y una hegemonía, pero pienso que fue muy inteligente decirle, «bueno, de este aspecto no has sido responsable y tienes la posibilidad de quizá arreglarlo»».

En las calles cubanas. En Cuba comentarios pedidos a la gente al azar por AP en la calle reflejaron que los propios compatriotas de Castro se mostraron satisfechos por el encendido discurso del mandatario y por la sutileza política de eximir de culpas a Obama para dejar el camino libre en la continuidad de las conversaciones bilaterales. Además de ofrecer sus discursos cara a cara, Castro y Obama se reunieron durante una hora y 20 minutos con sus respectivos equipos y aunque no trascendieron detalles de una hoja de ruta o cronograma, al parecer ambos líderes mostraron sus cartas.

Para el canciller cubano Bruno Rodríguez, uno de los resultados principales fue que «ambos gobiernos conocemos mejor nuestros respectivos intereses y también los límites de nuestras diferencias y hemos encontrado terreno común en la disposición de tener un comportamiento civilizado que respete nuestras diferencias».

Durante estos meses Estados Unidos dejó claro que continúa su búsqueda de fomentar el pluripartidismo en la isla, mientras Cuba acusa a los opositores de ser agentes «mercenarios de Washington». Pero a pesar de sus diferencias, ambos gobernantes comenzaron en diciembre un histórico proceso de diálogo que no se ha detenido. Esta, en Panamá, fue la primera vez que mandatarios de los dos países se sientan frente a frente en más de 50 años.

La otra reunión. Otra reunión de unos 15 minutos entre el venezolano Nicolás Maduro y Obama pareció dar un respiro a las tensiones entre los dos países. Una hipótesis del mexicano Díaz Polanco es que Estados Unidos pensó que su diálogo con Cuba podría darle una «patente de corso a Washington ante los países latinoamericanos para presionar o agredir a Venezuela, cuyo sistema político y económico rechaza.

Previo a la cumbre, Obama reconoció que Venezuela no es una amenaza para Estados Unidos ni viceversa. Posteriormente a la reunión bilateral, Maduro dijo que el diálogo fue «franco» y dio a entender que podría ser el comienzo de un acercamiento. «Creo que la cumbre giró más en esta lógica diplomática, política, que sobre el tema de equidad, pero para lo que se puede pedirle a una cumbre que tiene mucho de foto, el resultado es positivo», expresó Changuaceda. «Equidad con prosperidad» fue el lema de esta VII Cumbre, pero ese y muchos otros asuntos planteados por los presidentes, como reclamos territoriales y saludos al proceso de paz en Colombia, fueron opacados por la fuerza histórica del apretón de manos entre Obama y Castro y la reunión fuera de agenda del estadounidense con Maduro.

Changuaceda advirtió que en el tema de la sociedad civil, «la situación penosa de las trifulcas» provocó que se perdiera la posibilidad de diálogo. El foro paralelo a la cumbre presidencial fue noticia no por sus conclusiones sino por los enfrentamientos entre cubanos simpatizantes del gobierno de la isla y los disidentes. Cuatro días de actividades y dos de segmento presidencial hicieron memorable a la Cumbre de las Américas. «Creo que todos ganaron», dijo Díaz Polanco.+

Cristina perdió su oportunidad y se quedó en el tono estudiantil

Fue un contraste evidente. CFK usó el atril de la Cumbre de Panamá para ejercitar un antiamericanismo estudiantil, mientras casi todo el continente estimulaba el acuerdo entre Cuba y EEUU. Hasta Nicolás Maduro archivó su provocación de entregar las firmas reunidas contra Obama y tuvo una breve charla con él y palabras de apertura hacia Washington. Claro, lo hizo una vez explotada a fondo la victimización que le permitió el error de aficionados de la Casa Blanca con su decreto que declaró “amenaza a la seguridad nacional” a Caracas. Mientras Obama se desligaba del pasado intervencionista de Washingon en la región y Castro alababa al presidente norteamericano en modo  llamativo, Cristina llamó “ridículo” a EEUU al menos media docena de veces. Forzó un paralelo entre el decreto de Obama contra Maduro y  el conflicto de Malvinas que, simplemente, no se sostiene. La presidenta se despidió así de las cumbres continentales como más le gusta: repartiendo retos, chocando con el sentido de moderación y acuerdo que tuvo la VII Cumbre de Panamá. A lo mejor piensa que es su modo de pasar a la Historia. Lo cierto es que está yendo en la dirección opuesta a la predominante. En contraste, Dilma aprovechó para cerrar los detalles de su próxima visita a Washington. No parece —claramente, no es— la de Cristina una decisión sabia, ni dictada por el cáculo y el raciocinio, como siempre debería ser al tratarse de las Relaciones Exteriores de la nación.
Fue un contraste evidente. CFK usó el atril de la Cumbre de Panamá para ejercitar un antiamericanismo estudiantil, mientras casi todo el continente estimulaba el acuerdo entre Cuba y EEUU. Hasta Nicolás Maduro archivó su provocación de entregar las firmas reunidas contra Obama y tuvo una breve charla con él y palabras de apertura hacia Washington. Claro, lo hizo una vez explotada a fondo la victimización que le permitió el error de aficionados de la Casa Blanca con su decreto que declaró “amenaza a la seguridad nacional” a Caracas. Mientras Obama se desligaba del pasado intervencionista de Washingon en la región y Castro alababa al presidente norteamericano en modo  llamativo, Cristina llamó “ridículo” a EEUU al menos media docena de veces. Forzó un paralelo entre el decreto de Obama contra Maduro y  el conflicto de Malvinas que, simplemente, no se sostiene. La presidenta se despidió así de las cumbres continentales como más le gusta: repartiendo retos, chocando con el sentido de moderación y acuerdo que tuvo la VII Cumbre de Panamá. A lo mejor piensa que es su modo de pasar a la Historia. Lo cierto es que está yendo en la dirección opuesta a la predominante. En contraste, Dilma aprovechó para cerrar los detalles de su próxima visita a Washington. No parece —claramente, no es— la de Cristina una decisión sabia, ni dictada por el cáculo y el raciocinio, como siempre debería ser al tratarse de las Relaciones Exteriores de la nación.

Fuente: La Capital, Rosario