Aplacar el constante ruido político, la prueba de fuego de Perú para 2022

En un contexto de incertidumbre y de pujas impulsadas desde la derecha, enfocada en debilitar a la izquierda en el Gobierno independientemente de las medianamente optimistas cifras macroeconómicas, comenzó un año que podría condicionar el clima político del Conosur. 

En un contexto de incertidumbre y de pujas impulsadas desde la derecha, enfocada en debilitar a la izquierda en el Gobierno independientemente de las medianamente optimistas cifras macroeconómicas, comenzó un año que podría condicionar el clima político del Conosur.

Perú arranca el 2022 en medio de gran incertidumbre política, con fuerzas de derecha empeñadas en tirar abajo al débil Gobierno de izquierda de Pedro Castillo, pero, a la vez, con cifras macroeconómicas que en otro contexto invitarían a un moderado optimismo.

«Hay cifras alentadoras. Ahora habría que concentrarse en las mejoras para los ciudadanos», dijo en entrevista con Télam el politólogo Roger Santa Cruz, en referencia a un informe de la Comisión Económica Para América Latina (Cepal) que ubica a Perú como el país sudamericano con mejores posibilidades de emprender la recuperación.

Para Santa Cruz, el reto es añadirle contenido social y de equidad a un crecimiento económico que ha sido sostenido en los últimos años -salvo por el impacto de la pandemia de coronavirus-, para lo cual es imprescindible superar el ruido derivado de la «enorme polarización».

Según la Cepal, Perú tiene para 2022 una perspectiva de crecimiento de 4,4 %, con lo que supera a Paraguay (4), Colombia (3,8), Bolivia (3,5), Uruguay (3,2), Chile (3,2) y Argentina (2,7). En toda Latinoamérica, solo Panamá, República Dominicana y El Salvador lo superan.

Aunque expertos aclaran que esos números, como los de 2021, son un «efecto rebote» tras el catastrófico 2020, la medición comparativa apunta a que la situación es quizás algo menos traumática que la que se derivaría de un análisis del crónico enfrentamiento entre el Gobierno y el Congreso.

Castillo llegó al poder en julio y, en apenas seis meses de gestión, enfrentó un intento de destitución, perdió a una decena de ministros por presiones del Congreso, vio iniciar investigaciones fiscales en su contra por presunta corrupción y sufrió una drástica erosión de su apoyo popular.

Analistas de distintas tendencias coinciden en que, más allá de la ofensiva sin tregua de la oposición de derecha, el jefe de Estado ha contribuido a lo que ocurre con sus silencios y ausencias, su falta de ideas-fuerza y sus nombramientos erráticos servidos en bandeja a sus adversarios.

Todo empezó desde que las urnas decidieron que la segunda vuelta electoral fuera entre Castillo, maestro rural sin experiencia política que representaba a un partido marxista-leninista, Perú Libre (PL), y Keiko Fujimori, cuya Fuerza Popular (FP), ocupa el otro extremo del arco partidario.

Tras una derrotada ajustada, FP y sus hermanos ideológicos Renovación Popular (RP) y Avanza País iniciaron una andanada contra Castillo, lo que incluyó una acusación de fraude electoral que se diluyó por falta de pruebas y por la validez que la comunidad internacional le dio al proceso.

Involucrados en una «cruzada anticomunista», esos partidos, que sumados tienen una tercera parte del Congreso, se han empeñado en derribar a un Gobierno que cuenta con otro tercio de la representación parlamentaria, pese a que esa bancada está fracturada. El otro tercio le pertenece a partidos de centroderecha y centro convertidos en el fiel de la balanza.

Para el politólogo Alonso Cárdenas, no hay dudas de que la derecha volverá a la carga. El primer intento de declarar la vacancia (destitución) fracasó porque ese sector opositor no convenció a nadie más de sumarse y se quedó sin los votos necesarios, pero en la volátil política peruana eso eventualmente podría cambiar.

PL, que se ha alejado del Gobierno por considerar que viró a la centroderecha, podría tener un papel decisivo en eso, pues, si le da del todo la espalda a Castillo, la correlación de fuerzas indicaría que los días del presidente están terminados.

Para Santa Cruz, Castillo debería en ese marco tejer alianzas «ideológicas» y «pragmáticas».

Las primeras pasan por recomponer los lazos con PL y mantener las que ya tienen con la agrupación de izquierda Juntos por Perú, y las segundas apuntarían a convocar a cuadros de otras procedencias que den sustento técnico a las políticas gubernamentales.

Junto con la configuración de esas alianzas, el presidente debe, en opinión del experto, asumir la iniciativa en la agenda política -cedida a la oposición- e impulsar las ofertas de cambio que, más allá del rechazo popular a lo que representaba Fujimori, explican su triunfo electoral.

Intensos rumores en los últimos días señalan que Castillo planea un giro en su gestión, lo que incluiría un cambio en el equipo ministerial liderado por Mirtha Vásquez, una independiente de izquierda.

Algunos medios incluso han dicho, sin precisar fuentes, que entre los convocados podría haber conocidos cuadros técnicos liberales, con la intención de ganar influencia y eficacia, aunque esto también conllevaría un riesgo para la relación con PL y sectores populares, especialmente andinos y selváticos.

Castillo, fiel a su estilo, no ha confirmado ni desmentido.

Hasta ahora, el presidente, en un hecho sin precedentes en las últimas décadas, no ha dado entrevistas, ni ha convocado conferencias de prensa. En sus apariciones básicamente habla de generalidades y su gran herramienta de comunicación es Twitter.

En tanto, desde la oposición más dura, FP, RP y Avanza País no dan ninguna señal de cambio en su postura de choque frontal. Fracasado el intento de destitución, han retomado la promesa de sacar a los ministros «uno por uno» y ya lo hicieron directamente con el de Educación, Carlos Gallardo.

Para los analistas, con el protagonismo de tres bancadas que parecen disputarse entre sí el puesto de la más radical, el Congreso abandonó sus tareas legislativas y solo fiscaliza al Ejecutivo, lo que, sumado a la inacción del Gobierno, deja muchos huecos sin llenar.

De hecho, hay quienes analizan que ese proceder del Congreso explica que los intentos de destitución de Castillo no sean clamor nacional, como se podría desprender de su baja popularidad y las críticas que se le lanzan sobre todo en la predominante Lima.

En ese contexto, no faltan analistas que prefieren desempeñar el papel de adivinos, para especular sobre si Castillo, cuyo mandato debe terminar en 2026, resistirá en el poder durante todo 2022. Pero, en Perú, jugar a la futurología política puede ser una mala decisión.

Fuente: Telam