Así se vive el aislamiento en barrios populosos y humildes del Gran Mendoza

A las restricciones para circular, en las barriadas se suma la dura realidad socioeconómica. Relatos de los vecinos.

A las restricciones para circular, en las barriadas se suma la dura realidad socioeconómica. Relatos de los vecinos.

El aislamiento social obligatorio se vive de diferentes maneras. En esto, mucho tiene que ver el nivel socioeconómico de quienes lo deben cumplir. Por esta razón, Los Andes hizo un recorrido por algunos de los barrios más carenciados del Gran Mendoza para observar y tomar testimonio de quienes viven allí.

A primera vista, las calles lucen vacías, salvo en las inmediaciones de los comercios, como los almacenes y las ferreterias. La gente camina sola, con una o dos bolsas de la compra diaria. Por ejemplo Graciela Soria, del barrio Flores de Ciudad, cuenta que allí, cuando llega la Policía se nota porque los pocos que estén en la calle ingresan a sus hogares. “Acá son muy duros con los que están en las calles”, comentó la vecina.

Lo mejor es no arriesgarse a recibir una multa o una imputación. De todas formas, desde el Ministerio de Seguridad aseguraron que no hay un operativo policial especial previsto para los barrios más carenciados y que se están haciendo los mismos controles para toda la población en general.

Desolación
Lo que se ve en la calle principal del barrio La Favorita es lo que se vive en las barriadas de Mendoza. Es decir, largas filas de hasta 10 personas frente a comercios a los que no se puede entrar. Allí, un nylon o un largo mesón separan nuevamente a las personas, que llevan sus bolsas en mano, de los comerciantes.

Los perros callejeros andan sueltos por todos lados y se acercan a los pocos trabajadores con mamelucos que están trabajando en obras de mantenimiento. Hay parripollos sin brasas ni pollos. Hay talleres mecánicos cuyos portones están cerrados a cal y canto aunque algunos -los más chicos- dejan pasar a los clientes que buscan repuestos.

Hay poca gente en las paradas de los colectivos, no más de dos por estación, y mucha menos en las veredas. Por la calle Talcahuano, de Godoy Cruz, una pareja va de la mano en medio de la soledad absoluta que no se ve alterada ni siquiera por una moto con el caño de escape libre. No parece jueves al mediodía.

Juana Santos atiende una verdulería en la rotonda del ingreso al barrio Flores. Desde allí cuenta que trabaja a domicilio porque prefiere estar ella en la calle que arriesgar a sus clientes. “Yo trato de traerles los pedidos para que no tengan que salir o ir al Centro. Me compran bastante, para no tener que volver a salir”, contó la mujer, resaltando lo mucho que se han encarecido los precios en la feria de Guaymallén, donde se provee.

En este barrio, el comedor es indispensable. Por eso sigue abriendo, aunque ha reducido los tiempos. “Abrimos solamente de 14 a 15, les entregamos las viandas a los 90 niños que vienen y después cerramos. Nadie se quiere arriesgar”, agregó Juana quien luego de cerrar su verdulería se va a hacer de comer.

Tareas domésticas
Pedro Flores Mamaní se puso a hacer el desramado de los árboles del frente de su casa aprovechando el tiempo libre. “Se ve muy poca gente, está todo muy silencioso. Pero aprovechamos para hacer lo que se pueda”, indicó.

Francisco, soplete en mano, junto a su nieto, reemplazó la membrana de su casa. “Tenía que hacerlo porque se me llovió todo el techo con la última lluvia y dicen que por estos días va a volver a llover”, explicó.

Roberto Acuña, recibe a los fieles en su casa. Es el pastor de la misión Buenas Nuevas y comentó que lo que busca es dar ayuda espiritual. “Las personas en estas épocas necesitan apoyo espiritual. Ocurre que nuestros corazones se van desmenuzando y pierde fuerza, bajan las defensas y es peor con el virus. Para eso es importante el vínculo con Dios”, dijo.

La tierra lisa
En los barrios donde el pavimento todavía no llegó la tierra casi no tiene marcas de vehículos. Luego de las lluvias, las anteriores se borraron y por el poco movimiento, prácticamente no lucen con marcas.

Así se ve, por ejemplo, una de las calles del barrio Nuevo Amanecer (Ciudad) donde solo pueden verse a algunos vecinos sentados o fumando en la puerta de sus casas o llegando de hacer las compras en el almacén.

En Los Barrancos, Godoy Cruz, el panorama es similar. Salvo algunos, el paisaje está desierto. Lo llamativo es que algunas casas lucen carteles hechos a mano pidiendo que los vecinos se queden en los hogares.

Son barrios donde se vive en el día a día y es por eso que desde el gobierno reparten en comedores y merenderos bolsones de comida, tal como lo hace la DGE en las escuelas. “Son bolsones con comida prevista para siete días. Eso se complementa con los operativos que hace cada municipio”, indicaron desde el ministerio de Salud y Desarrollo de la provincia.

Soledad, que administra el comedor “Pancitas Llenas” en la zona de la triple frontera, sobre calle Rawson de Godoy Cruz, comentó que en las calles no hay nadie, lo cual dificulta la llegada de donaciones al merendero. “Recibimos pollo, ranchos, carne, lo que sea. Está todo muy complicado para nosotros. Estamos pasando una situación muy jodida. Lo que nos dan, lo preparamos y lo damos”, señaló.

El Ejército refuerza la ayuda
El envío del Ejército a diferentes puntos del país responde al pedido que hizo el Gobierno nacional desde que se dictó la cuarentena. Según informaron a Los Andes, son 14 las zonas de emergencia distribuidas en todo el país y son 10 las fuerzas de acción conjunta.

En Mendoza el Ejército está colaborando en General Alvear, Malargüe y recientemente inició tareas en Maipú. Se han destinado tres comisiones, un total de 21 hombres y han racionado unos 300 platos de comida.

El coronel Marcelo Tamer Yapur indicó que estas tareas tienen que ver con el refuerzo del sistema de salud y con colaborar en la preparación de comidas y su distribución. “Trabajamos en función de los requerimientos que llegan desde las autoridades nacionales y provinciales”, indicó.

Continuando, aseguró que el refuerzo de salud responde a varias aristas. En primer lugar, se mantiene en reserva el hospital militar regional. A su vez se destinaron carpas de campaña para que los hospitales puedan hacer el triage (clasificación de la gravedad, sintomatología y problemas de salud que presenta un paciente) para todo el personal que entra a los hospitales públicos.

“También hemos contribuido a armar los distintos centros de refugiados que complementan los hospitales de los departamentos para recibir a los enfermos. Hemos aportado camas, logística y asesoramiento”, explicó Yapur, recordando que aún no hay ninguno en funcionamiento porque no ha sido necesario.

Fuente: Los Andes