En Barcelona, los manteros se organizaron y hasta tienen un sindicato

El 18 de febrero, más de 160 mil personas marcharon por la ciudad catalana para pedir por los derechos de cientos de refugiados que intentan salir adelante con un trabajo digno.

El 18 de febrero, más de 160 mil personas marcharon por la ciudad catalana para pedir por los derechos de cientos de refugiados que intentan salir adelante con un trabajo digno. Bathily, vocero del Sindicato, explica en esta nota cómo es abrirse camino en una Europa que los persigue.

El sábado 18 de febrero en Barcelona, 160 mil personas marcharon con la consigna “Basta de excusas, recíbanlos ya”. Curioso es que uno de los organizadores de la cita en favor de los refugiados haya sido un sindicato integrado por inmigrantes “ilegales”. El Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona nació el 2 de octubre de 2015, tras siete meses de asambleas. Ciento cincuenta manteros se lanzaron a –dicen- buscar representatividad en los de abajo y no en las instituciones.

Del otro lado del océano, Lamine Bathily, vocero del Sindicato, explica que “un 80% de nosotros somos senegaleses, un 15% de Bangladesh, India y Paquistán y un 5% de latinos. Europa pasó de ser nuestro sueño a convertirse en pesadilla. Pensábamos que aquí íbamos a tener trabajo, derechos, libertad, que íbamos a vivir mejor y mantener a nuestras familias. Somos tratados como animales. No valemos más que para ser explotados”.

El relato, crudo, describe los atropellos que sufren los manteros: “Nos venden como mafias, como peligrosos. Padecemos decomisos, redadas. Desde que te detienen hasta que te llevan al retén de la policía recibimos palizas. Eso dura unos tres días. Las torturas y abusos policiales son frecuentes. Todo en armonía con una criminalización de los medios y las instituciones, que ven con beneplácito o complicidad estos abusos”.

El compañero Lamine ubica al poder mediático como su, acaso, enemigo fundacional: “Los medios, con pocas excepciones, hablan mal de nosotros. Le hacen creer a la gente que hay un jefe que nos controla y nos cobra dinero para vender, como si fuéramos víctimas de los capos de un cartel. Los medios son los que van preparando el terreno para que se justifique nuestro encarcelamiento, la represión, los abusos policiales. Cuando se construye esa imagen de ‘delincuentes’ se puede justificar todo, ¿no? Sabemos que es puramente racismo. No soportan ver negros organizados, no soportan ver migrantes tomando las calles, buscándose la vida de otra manera”.

Le cuento al vocero del sindicato que también en estas tierras circula el mito que el mantero, el vendedor ilegal, vive mejor que nosotros, se hace rico y, sobre todo, disfruta de su ilegalidad. Puedo ver la sonrisa de Lamine aun cuando sólo reciba pistas de ella en el audio del mensaje de whatsapp: “La venta ambulante es la única forma que tenemos de sobrevivir. Hemos visto una Europa poco solidaria, una Europa dura, fría y castigadora. Y todo por el sólo hecho de no tener papeles, aunque no hayamos cometido ningún delito”.

Respecto a la convocatoria del 18F, la visión del vocero es compleja: “La mayoría de la población blanca se solidariza con los inmigrantes que todavía no llegaron, con los que no conocen, con los que están a 15 mil kilómetros de distancia. A los refugiados que tienen cerquita, enfrente, no se los reconoce. Es algo absurdo. Quieren apoyar a los que están lejos pero a los que tienen en la esquina de su casa normalmente no los ayudan ni quieren luchar por ellos. Pero una vez que esos refugiados arriben y sean abandonados por los gobiernos, las instituciones y la gente, van a terminar en la calle como nosotros. No los vamos a dejar solos, los vamos a estar esperando con una manta para que puedan sobrevivir”.

Estos chicos van en serio, parece. En la marcha del sábado recibieron el respaldo y la admiración de Bob Brown, el mítico integrante de las “Panteras Negras”, la organización negra, socialista y revolucionaria nacida en el vientre mismo de Estados Unidos. Lamine cuenta el dato con legítimo orgullo. Y se permite enviar un mensaje a ese “negrito” que vemos vendiendo relojes y collares en cualquier esquina porteña, ese que aquí –como allá- es blanco fácil de la policía ante la indiferencia y –por qué no- el solaz de la mayoría: “La única salida a este calvario es la organización. Si luchan por ustedes estarán luchando también por otros sectores vulnerables, pequeños colectivos que están excluidos. Si ustedes se organizan, otros resistirán también. Este sistema ha decidido que nosotros seamos los más pobres, los que pasen hambre, los que pasen frío, los que mueran. Hay que demostrar que somos trabajadores dignos. Con permiso o sin permiso, vamos a intentar sobrevivir, tenemos derecho a eso porque somos humanos”.

Fuente: InfoNews