Bariloche: La Olla Ambulante lleva el almuerzo al Vertedero, realidad que moviliza y duele

Hace casi un año que Sandra Galván consigue donaciones y tres veces a la semana, cocina y lleva comida a distintos sectores de la ciudad, para compartirla con las personas que más necesitan.

Hace casi un año que Sandra Galván consigue donaciones y tres veces a la semana, cocina y lleva comida a distintos sectores de la ciudad, para compartirla con las personas que más necesitan.

Integrantes de la parroquia del barrio Virgen Misionera harán lo propio los domingos, para que a la gente no se le haga tan larga la espera hasta la próxima entrega.

El Cordillerano acompañó a Sandra Galván en todo el proceso, la preparación del almuerzo, el armado las viandas y luego, la distribución entre las personas que estaban en el Vertedero Municipal.

A fines de marzo del año pasado, empezó esta enorme campaña de amor y empatía, “el primer día publiqué en las redes sociales el pedido de una olla para cocinar y llevarle a la gente a algún barrio, en cualquier esquina”.

“Liliana me mandó un mensaje de querer ayudarme, la vine a buscar y así nos conocimos, fuimos al Malvinas y repartimos la comida a algunas familias bajo la lluvia”, recordó.

Hacerlo de manera ocasional quizás habría servido para quedar en el recuerdo, pero no pudo desentenderse de la situación “nunca pensé que se iba a convertir en esto, en algo tan gratificante pero a su vez tan pesado de llevar adelante”.

Hay gente que dona de manera permanente, Ana Pauletto, de la Red Solidaria Bariloche consiguió un comercio que les entrega el pan o bizcochitos de grasa y colabora en el armado de las viandas y distribución. Otro les da alitas y carcasas de pollo y poco a poco van dando forma al menú del día.

“La primera comida fue arroz con pollo y así se fueron sumando, cuando podemos compramos de nuestro bolsillo carne picada o como hoy, que un señor nos donó los chorizos”, detalló. “Sigo pidiendo en el Facebook pero en realidad los que más ayudan, son los que menos tienen”.

Liliana Irusta no solo ofrece su casa los viernes sino que además, prepara parte de la comida, en este caso el menú fue chorizos al horno con ensalada mixta, un vaso de jugo y una porción de gelatina.

“No está bien que la gente revuelva la basura buscando comida, entonces siempre tuve ganas de colaborar, un día en Facebook vi un texto de Sandra que reflejaba lo que yo sentía y supe que era mi oportunidad de hacer algo” dijo Lili. Sus hijos ya son grandes y ella vive con su pareja; miércoles y viernes es la rutina solidaria en su hogar.

Raquel Poblete es otra de las jóvenes que acompaña a Sandra, “cuando puedo vengo a ayudar a cocinar y la semana que cobro dono algunas cosas, lo que esté a mi alcance, porque muchas veces uno tiene problemas personales pero también ve las necesidades en los demás”.

Agregó, “cuando era chica pasé por situaciones de mucha pobreza entonces entiendo lo que siente esa gente”.

Piden ayuda

Hacer una lista de necesidades de la Olla Ambulante sería prácticamente interminable, son muchas las cosas con las que la comunidad puede colaborar, enumeramos algunas de ellas. Cajas firmes vacías o de ser posible, botellitas y bandejas de plástico para trasladar la comida. Cubiertos, vasos y bandejas descartables. Dentro de los insumos todo aporta, arroz, fideos, sobres de jugo, condimentos, verduras frescas, carne, pollo o pescado.

Otra de las necesidades es gente que se ofrezca al menos una vez por semana, a retirar la comida lista y llevarla hasta el barrio para entregarla, y además hace falta dinero para combustible.

Antes la Olla Ambulante recorría muchos barrios, llegando a más de dos mil personas, pero con el tiempo tuvo que ir achicando la cantidad de viandas porque las donaciones fueron aminorando. “En un momento colapsé, llegó un momento en el que me estresé porque era mucho peso, una responsabilidad enorme, entonces paramos un mes y le dije a las chicas que colaboran que íbamos a cambiar el sistema y hacer algo que realmente pudiéramos cumplir y tener ayuda del Estado”.

Ahora van los lunes al Nuestras Malvinas, los miércoles al 29 de Septiembre y los viernes al Vertedero, un total de 200 viandas por semana. “Estamos con los trámites para hacer una asociación civil y de esa manera pedir colaboración a nivel oficial”, detalló Sandra.

“En el 29 de Septiembre dábamos entre 30 o 40 y este miércoles dimos 60 y tres familias se quedaron sin poder comer, eso nos partió el alma y nos volvimos todas llorando”, comentó reviviendo esa angustia.

Bajaron de 2.000 a 200 aceptando que hacen solo lo que pueden e intentan no sentir el fracaso de lo que quisieran lograr. “Ahora Mariana del Virgen Misionera se ofreció para cocinar cada domingo, así que sumamos un día más para el Vertedero”.

Ante la consulta de si fue contactada a nivel oficial contó, “la única que se acercó fue Julieta Wallace y se está encargando de los trámites para convertirnos en asociación civil, nadie más, hemos mandado mails pero las respuestas están agarradas con pinzas”.

Agregó “cuando tengamos la personería jurídica nos dijeron desde el gobierno provincial que van a poder apoyarnos y Desarrollo Social del municipio nos envió planillas para censar a la gente, para ver a cuántos les damos de comer, pero veremos cuál es el próximo paso”.

Aceptaron realizar ese censo porque con vistas al próximo inicio de clases, Sandra ha decidido realizar una campaña de útiles escolares, mochilas y guardapolvos para entregarles a las familias que asisten.

En el Vertedero

Luego de sacar los chorizos del horno, comenzaron a cortarlos en tres y ponerlos en las bandejas individuales, donde ya estaba la ensalada. Cerraron cada vianda, y las juntaron con las bolsas de pan, las botellas de jugo y la gelatina que estaba lista en la heladera.

Cargaron todo en la camioneta y partieron rumbo al Vertedero. El clima no acompañaba puesto que el fuerte viento hacía que las nubes de polvo cubrieran por completo el lugar.

Allí, entre medio del humo y las montañas de basura, la gente revolvía en busca de algo, algunos rescatando metales, otros paquetes o restos de comida, cada uno totalmente inmerso en su mundo.

Al ver llegar a Sandra, Ana y Raquel, comenzaron a acercarse en busca del almuerzo, aunque eran pasadas las tres de la tarde. Luego cada uno volvió al sector donde estaba y allí se fueron sentando a comer, algunos pidieron si quedaban porciones para llevar a sus hijos, otros para algún compañero que estaba más lejos.

Da una enorme tristeza y desazón ver realidades tan diferentes a las nuestras, más allá de las razones que los llevan al Vertedero, es sabido que nadie lo elige por placer. Un Bariloche que ya no quisiéramos ver y un grupo de personas solidarias que necesita el acompañamiento de la comunidad.

Sin trabajo

Lo más increíble de esta historia es que Sandra vive sola con su hijo pequeño pero está sin trabajo. Entonces aprovechando la difusión de esta nota, se ofrece para trabajar en gastronomía o como moza en restaurantes o cervecerías.

Fuente: El Cordillerano