Bariloche: obras que reparan el pasado, mejoran el presente y proyectan un futuro

Tras largos años de espera, retrasos y falta de planificación, San Carlos de Bariloche al fin parece ponerse a la altura de su potencial, con ansiadas obras de gran magnitud que vienen a resolver problemas estructurales de larga data.

Detrás de la postal turística, la ciudad llevaba décadas de retraso en infraestructura pública clave para responder a su explosión demográfica. Hoy, gracias a mega obras como la ampliación del Gasoducto Cordillerano y de la Planta Depuradora, el nuevo Colector Costanero en construcción y la nueva obra de integración de la Av. Bustillo, los problemas más grandes de Bariloche empiezan a quedar atrás.

Tras largos años de espera, retrasos y falta de planificación, San Carlos de Bariloche al fin parece ponerse a la altura de su potencial, con ansiadas obras de gran magnitud que vienen a resolver problemas estructurales de larga data. El vínculo productivo del Municipio con el gobierno nacional y el provincial está dando como resultado la llegada, al fin, de soluciones de fondo.

La analogía es muy ilustrativa: una casa puede tener cambios cosméticos interesantes -nueva pintura, decoración, más muebles-, pero si sus cimientos fallan pronto no podrá sostener a sus habitantes. Con Bariloche sucedía algo similar. Una ciudad con un crecimiento demográfico por encima del promedio nacional, que virtualmente duplicó su población en dos décadas, se encontró con que su infraestructura básica ya no era suficiente para garantizar una buena calidad de vida para todos sus ciudadanos.

En un centro urbano con un ejido equivalente al de CABA, pero con 30 veces menos población, el surgimiento de nuevos barrios significaba la imposibilidad de llevarles los servicios más esenciales. Así, por ejemplo, miles de familias vivieron en las últimas décadas sin gas natural para enfrentar los fríos inviernos patagónicos o sin redes cloacales para evitar focos de contaminación ambiental. El diario Clarín ya informaba en 1997 sobre el colapso de la planta depuradora de la ciudad, construida a mediados de los ‘90 para una ciudad de 85 mil habitantes. A principios de 2016 el periódico nacional multiplicaba una fotografía icónica del vertido de desechos cloacales al lago Nahuel Huapi. A esa altura, la planta de tratamiento ya no podía afrontar una ciudad de casi 140 mil habitantes.

Los problemas no quedaban ahí: en la capital turística de la Patagonia, la principal vía de circulación, la Av. Bustillo, en temporada alta puede convertirse en un atolladero de tránsito. Y hasta hace pocos años, la tradicional Costanera céntrica era una “postal del abandono”, como describió este mismo diario en 2015.

¿Cómo podía encarar la ciudad cordillerana semejantes obras de infraestructura pública con los fondos que maneja un municipio? Bariloche requería de soluciones de largo plazo, inabarcables para un presupuesto comunal. Por eso, las claves que fijó el intendente Gustavo Gennuso desde el inicio de su primer mandato a fines de 2015, y continuando tras su reelección en 2019, fueron dos: la decisión política de encarar una transformación larga y profunda, y el cultivo de un buen vínculo con la Provincia y la Nación.

Decisiones estratégicas para una nueva Bariloche

Al asumir en diciembre de 2015, Gennuso se encontró con un mapa alarmante: gran parte de los barrios del Sur (aunque también en otros puntos de la ciudad) no contaban con gas natural, por la sencilla razón de que el Gasoducto Cordillerano no podía permitirse más conexiones. Su ampliación se había gestionado en los años anteriores, pero la obra se había dilatado y nunca llegaba a su fin.

En un esfuerzo conjunto con el entonces gobernador Alberto Weretilneck, se dio un nuevo impulso a las gestiones y la esperada ampliación del gasoducto terminó ocurriendo en 2019, destrabando así la posibilidad de construir nuevas redes de gas. El Municipio de Bariloche no perdió tiempo para presentar sus proyectos de financiamiento ante el Programa de Mejoramiento de Barrios (Promeba) de la Nación, y tras las sucesivas aprobaciones encaró las obras, que continuaron incluso en plena pandemia. Hoy, los barrios El Frutillar, Nuestras Malvinas, Nahuel Hue y El Maitén ya tienen la ampliación de sus redes y el gas natural también llegó a Mari Mari, Vivero, Argentino y Habana, alternando fondos nacionales y el mecanismo de contribución por mejoras. Actualmente están en ejecución más ampliaciones de redes, como en los barrios Parque El Faldeo, Nueva Jamaica y Wanguelén, y la pronta a finalizarse en Villa Lago Gutiérrez. Con estos avances, miles de familias pueden al fin dejar atrás la leña y las garrafas en su vida cotidiana.

Otra de las gestiones clave de los últimos años fue para afrontar la crisis desatada por el colapso de la infraestructura de saneamiento. Pese a que a fines de la década del ‘90 ya se alertaba por la situación de la planta depuradora de Bariloche y el consecuente vertido de líquidos cloacales al lago Nahuel Huapi, los últimos años fueron fundamentales para la concreción de la obra.

Nuevamente, fue fundamental el vínculo aceitado entre Gennuso, el gobierno de Río Negro -primero con Weretilneck, ahora con Arabela Carreras al frente- y las sucesivas gestiones del gobierno nacional (con Mauricio Macri primero y luego con el actual presidente Alberto Fernández). La ampliación de la planta tuvo su inauguración en diciembre de 2020, y vino con un añadido clave: la construcción del nuevo Colector Costanero, con fondos del BID gestionados ante el Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (ENOHSA), que está actualmente en construcción a lo largo de los primeros kilómetros de la Av. Bustillo. La obra, a cargo de Provincia y Nación, comprende la ejecución de un colector cloacal por gravedad, una estación de bombeo e impulsión hasta la planta de tratamiento.

Ya con la ampliación de la planta, Gennuso pudo lanzarse a conseguir financiamiento para sus proyectos de nuevas redes cloacales para barrios de Bariloche, con varias ya ejecutadas y otras en construcción.

Otra de las obras que será transformadora para la ciudad será la llamada integración urbana de la Av. Bustillo, respondiendo a un problema que empeora año a año con la incorporación de cada vez más vehículos al parque automotor de Bariloche, que además suma miles de nuevos vehículos en cada pico de visitas turísticas. En otro ejemplo de sinergia entre el Municipio, la Provincia y la Nación, la primera etapa de refuncionalización de la transitada arteria abarca los 4 kilómetros iniciales con un presupuesto de más de 700 millones de pesos del programa Argentina Hace II. La ejecución, bajo la supervisión de Vialidad de Río Negro, se inició el pasado octubre y se estima que finalizará a fines de 2023, abarcando pavimentación, cunetas, veredas, ciclovías, colector, soterrado de iluminación, agua y pluviales.

Bariloche, de todas maneras, también encontró vías estratégicas para financiar algunas de las obras necesarias ante el crecimiento de la ciudad. Fue el caso de la Costanera, totalmente transformada en los últimos tres años, en gran parte con fondos que Gennuso obtuvo a través de la Ecotasa, una herramienta local de financiamiento de obras de infraestructura turística a través de aportes mínimos que realizan los turistas que visitan la ciudad. Así, el intendente encaró trabajos de iluminación, parquización, senderos, barandas, bajadas pavimentadas, sectores para foodtrucks y los vistosos skatepark y pumptrack, que hoy son dos de los mayores atractivos céntricos para la juventud de la ciudad.

Fuente: Bariloche 2000