Brasil, modelo mundial de bancos de leche materna

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«Brasil es realmente líder mundial en desarrollo de bancos de leche materna», dijo la doctora Lisa Hammer, pediatra de la Universidad de Michigan que formó parte de un equipo que visitó la semana pasada la red con sede en Río de Janeiro.

Hace 30 años, las mujeres pobres en Brasil vendían su leche de pecho y dejaban a sus hijos en peligro de sufrir desnutrición. El equipo en los pocos centros de recolección de leche materna que existían era tan costoso que limitaba la capacidad del país para ampliar el alcance del programa.

Esta situación ha cambiado radicalmente, gracias en parte al químico Joao Arigio Guerrade Almeida, que ha convertido la Red de Bancos de Leche Materna de Brasil en un modelo que estudian otros países y al que atribuyen la reducción en dos tercios de la mortalidad infantil.

«Brasil es realmente líder mundial en desarrollo de bancos de leche materna», dijo la doctora Lisa Hammer, pediatra de la Universidad de Michigan que formó parte de un equipo que visitó la semana pasada la red con sede en Río de Janeiro.

Aunque es una práctica relativamente rara en gran parte del mundo, la donación de la leche materna es común en Brasil, donde la red de bancos funciona casi de la misma manera que los bancos de sangre: se prueba, se clasifica y se almacena la leche, utilizada principalmente para alimentar a infantes prematuros en unidades neonatales.

Cuando una madre es incapaz de alimentar con pecho a su bebé, por enfermedad, adicción a las drogas u otros problemas, la red interviene y ofrece leche materna gratis. El año pasado, recolectó leche de unas 150.000 mujeres para la alimentación de 155.000 bebés.

Alcanzar esta meta no fue fácil. Almeida recordó los problemas que tuvo en su primera visita a un banco de leche materna en Río en 1985, a finales de la dictadura militar que había durado dos décadas en el país.

«Lo que vi me dio miedo», declaró. El sistema dependía de las «donaciones» de madres pobres que a menudo vendían tanta leche que se quedaban sin nada para alimentar a sus propios infantes.

Almeida hizo campaña a favor de que se prohibiera la venta de la leche materna y buscó alternativas a la importación de equipo caro. Máquinas pasteurizadoras modernas que cuestan 25.000 dólares fueron cambiadas por máquinas de fabricación brasileña de 1.500 dólares y que se utilizan en los laboratorios de prueba de alimentos.

Frascos para mayonesa o café instantáneo fueron esterilizados a fin de almacenar en ellos la leche en un refrigerador; reemplazaron los matraces importados que representaban el 89% de los gastos de funcionamiento en los bancos brasileños de leche materna.

«Encontramos las maneras de adaptar el sistema a la realidad de un país en desarrollo sin vulnerar la calidad ni la seguridad de la leche (materna)», dijo Almeida, de 57 años. «También cambiamos el centro de atención del niño a la madre, convirtiéndola en protagonista», agregó.

Fuente: Uno, Mendoza