CABA y las palomas anti-impuestos

En los últimos tiempos, el efímero partido de las palomas, fabricado por los editorialistas de la derecha con el vano objeto de embellecerlos frente a los supuestos halcones, viene desplegando una serie de acciones políticas, bajo el pretendido resguardo de un nuevo mito: “nosotros no aumentaremos los impuestos a la gente”.

En los últimos tiempos, el efímero partido de las palomas, fabricado por los editorialistas de la derecha con el vano objeto de embellecerlos frente a los supuestos halcones, viene desplegando una serie de acciones políticas, bajo el pretendido resguardo de un nuevo mito: “nosotros no aumentaremos los impuestos a la gente”.

Resulta obvio que se intenta operar sobre un antiguo sustrato ideológico inventado por los ricos de todos los tiempos: “la presión impositiva es asfixiante”. Dicho sin vueltas: que todos paguemos por igual: el humilde desocupado, el trabajador que recibe un magro salario que lo coloca en situación de pobreza, trabajadores discriminados con contratos informales y hasta distintos estratos de las clases medias. Eso sí: nada de pensar en que paguen más los muy ricos y mucho menos si son multimillonarios y tienen rentas aquí y en el exterior. Para estos neoliberales juramentados, esa decisión sería un sacrilegio. Así la cosas, la traducción del gastado sofisma del “no aumentaremos los impuestos” es “¡juramos no aumentar los impuestos a los ricos”!

En nuestra ciudad, la “gente” de Recoleta, Belgrano R, Barrio River, Palermo Chico, los propietarios de grandes yates, los dueños de enormes patrimonios localizados aquí, en bancos, financieras, guaridas en islotes remotos, o en Delaware ¡todos ellos tranquilos! Ni Rodríguez Larreta ni María Eugenia Vidal jamás les aplicarán un nuevo impuesto.

Lo cierto es que, en la última sesión de la Legislatura porteña del 2021, antes del recambio legislativo, los bloques oficialistas aprobaron el presupuesto del año 2022, abriéndose paso machaconamente con la idea de que no aumentarán los impuestos. El presupuesto de gastos de nuestra ciudad es de 964.380 millones, casi un billón de pesos, propio de una urbe con un extraordinario sistema productivo y un sector con amplia capacidad de consumo. Al respecto, lo primero es aclarar que Larreta trabajó previamente con mucha laboriosidad en el armado de un mullido colchón, incrementando los impuestos vigentes y creando nuevos con el respectivo disfraz de “actualizaciones” e incorporando rubros novedosos a los existentes. Segunda cuestión: en el presupuesto de las palomas no se hace mención a ninguna partida para cumplir con la Ley Micaela, ni para la educación sexual integral (ESI). En otro orden, una vez más no se prevén obras de ampliación de las redes de subtes. Ya que estamos con el subte, Rodríguez Larreta debiera explicarles a sus vecinos por qué colocó en el directorio de SBASE, la empresa del Estado porteño, a Sebastián Di Stefano, uno de los jefes de la AFI macrista y partícipe de la reunión con el ministro de la paloma Vidal, Marcelo Villegas, quien manifiesta su añoranza a la Gestapo para atacar a gremialistas y conculcar derechos de los trabajadores.

Volviendo a las decisiones en materia tributaria, con sus consabidas operaciones de marketing, vemos que se celebra que el ABL y patentes no tendrán modificaciones. En realidad, debería haberlas, ya que se continúa indexando mensualmente por inflación. Aquí surge un interrogante obligado ¿a qué trabajador o jubilado le ajustan mensualmente el salario? El mismo temperamento se aplica a las patentes, que se actualizarán con los aumentos del valor promedio del auto en el mercado. Con esta concepción, el Estado renuncia a su potestad de fijar políticas con un sentido social, de forma tal que será el mercado el que pone el precio de la patente que pagaremos los ciudadanos/as. Pero, además, las alícuotas son casi iguales entre los autos muy económicos, pequeños, medianos y básicos que tributarán el 4 o 4,5 por ciento en comparación con el 5 por ciento que pagarán los autos muy caros o de lujo. Nada de progresividad impositiva. Consecuente con esta ideología, el gobierno porteño decidió subsidiar a los jardines de infantes incluyendo a los privados de altos ingresos y cuotas carísimas, a los que se le otorga una excepción del 100 por ciento. Atrás quedó el compromiso de construir jardines maternales. En realidad, no hizo ni uno y los mandó a la cuenta del olvido renunciando a su promesa ante la ciudadanía, en aplicación de aquel nefasto principio propagandístico de que los pueblos olvidan pronto.

En esta necesaria lectura del presupuesto que luego impacta en la vida cotidiana, puede resultar útil comparar con otro distrito. Veamos algunos tópicos de la provincia de Buenos Aires. Lo primero es la definición ideológica. En tal sentido, el ministro Pablo López señaló que la ley impositiva “tiene la premisa de dotar en mayor progresividad a la estructura tributaria” o sea que “aquellos de mayores recursos y patrimonios, aportan más”. Un ejemplo de esa concepción se observa en el rubro inmobiliario. En ese impuesto a aquellas propiedades de menos valuación fiscal se les reduce la carga impositiva ya que tendrán un tope del 25 por ciento de aumento. A la mayoría se le incrementa un 35 por ciento o menos, salvo al 1 por ciento que tiene propiedades y vehículos de mayor valor, en cuyo caso será del 45 por ciento. Se aprecia claramente la idea de la progresividad. En ingresos brutos ocurre algo similar: se establecieron regímenes específicos con alícuota reducidas para las pymes. En términos de gastos, el gobernador Kicillof determinó que el mayor aumento de partidas se destinará a viviendas con un incremento del 81 por ciento respecto al 2019. Por último, un elemento emblemático: el Servicio Alimentario Escolar tendrá la inversión más elevada en términos reales de los últimos años, con una mejora del 118 por ciento frente al 2019. Así se duplicará la cobertura de almuerzo en las escuelas de la provincia.

Ciertamente, tras estos grandes números subyacen enfoques ideológicos. Nosotros aspiramos a una ciudad más convivencial y solidaria, para lo cual el reparto de nuestra riqueza debe servir para mejorar la vida de todas y todos comenzando por los núcleos más humildes y las clases medias. De esta forma iríamos generando una integración social y cultural que posibilite esa vida más fraternal, en una ciudad en la que cuidemos el medio ambiente común.

Por Juan Carlos Junio

* Secretario general del Partido Solidario. Director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Fuente: Página 12