Cayó el ministro brasileño negacionista del golpe

Ricardo Vélez Rodríguez será recordado por su efímera gestión y por haber propuesto que los libros escolares enseñen que en 1964 no hubo un golpe de Estado en Brasil.

Ricardo Vélez Rodríguez será recordado por su efímera gestión y por haber propuesto que los libros escolares enseñen que en 1964 no hubo un golpe de Estado en Brasil.

Cayó el ministro de Educación Ricardo Vélez Rodríguez, a quien se recordará por su efímera gestión y haber propuesto que los libros escolares enseñen que en 1964 no hubo un golpe de Estado perpetrado por los militares sino la “decisión soberana de la sociedad brasileña” que depuso a un presidente constitucional para establecer “un régimen democrático de fuerza”.

Jair Bolsonaro lo despidió en la mañana de ayer luego de una reunión fuera de agenda en el Palacio del Planalto. La crisis se agravó tanto que ese ministerio ya estaba “desagrándose”, reconoció el mandatario. Esta fue la segunda baja en el gabinete cuando faltan dos días para cumplirse los primeros cien de un gobierno tempranamente desgastado: con la más baja popularidad en los tres meses iniciales de la gestión.

“Comunico a todos la indicación del profesor Abraham Weintraub para el cargo de ministro de Educación, aprovecho para agradecer al profesor Vélez por los servicios prestados”, informó vía Twitter el capitán retirado. Weintraub es un economista que se de- sempeñaba como viceministro de la Casa Civil.

La caída de Vélez Rodríguez no sorprendió dado que el propio Bolsonaro la había dado como inminente el viernes cuando aceptó que el ahora ex ministro carecía de habilidad política. Y poco después reconoció sentirse él mismo algo perdido en el Planalto ya que “no nací para ser presidente, nací para ser militar”.

Nacido en Colombia, naturalizado brasileño, Vélez Rodríguez era un simpatizante del ex presidente Alvaro Uribe además de ser un seguidor del escritor ultraderechista Olavo de Carvalho, radicado en Virginia, Estados Unidos, desde donde imparte cursos de filosofía “pocket” por Internet.

Bolsonaro piensa lo mismo que Vélez Rodríguez sobre el golpe de 1964 y la dictadura que gobernó hasta 1985: no lo echó por razones ideológicas sino para calmar la presión de los militares. Sucede que el generalato, posiblemente la facción más poderosa del Planalto, está en guerra contra el filósofo Carvalho y sus apadrinados.

Esa contienda se hizo más feroz conforme Bolsonaro demostró su falta de autoridad ante los generales, quienes paulatinamente fueron conquistando zonas neurálgicas de la administración.

La cabeza de Vélez Rodríguez también fue exigida por la oposición durante una audiencia parlamentaria realizada el 28 de marzo. Los diputados le enrostraron algunos hitos de su gestión como haber ordenado que en las escuelas los chicos reciten el lema “Brasil encima de todo, Dios encima de todos”, que fue el eslogan de campaña bolsonarista para disputar las elecciones de 2018.

Con la dimisión de ayer posiblemente no habrá cambios de fondo en los lineamientos del Ministerio de Educación, ya que el entrante Abraham Weintraub es igual de fundamentalista que Vélez Rodríguez, Olavo de Carvalho y Jair Bolsonaro.

Su designación fue conmemorada por el diputado federal Eduardo Bolsonaro, que además de ser hijo del presidente mantiene un diálogo fluido con el ideólogo Carvalho. Ese pronunciamiento y las críticas reservadas manifestadas ayer en el ámbito militar indican que al funcionario entrante le aguardan nuevas tormentas.

Bolsonaro concedió amplios poderes a Weintrab para que designe a su staff de colaboradores y, según trascendió, buena parte de ellos son “olavistas” (Olavo de Carvalho).

El flamante jefe de Educación es un economista neoliberal con experiencia en el mercado financiero y sin currículum en gestión educativa.

En una entrevista reciente declaró que Brasil, durante los gobiernos del PT, estuvo al borde de quedar bajo el control de “grupos totalitarios socialistas y se definió como un “humanista, demócrata, liberal (que) lee la Biblia y la tengo como referencia”. Expresó su repulsa al “marxismo cultural” que habría tomado cuenta de las universidades y aseguró estar  dispuesto a “luchar por el país donde uno vive” para que no suceda como en Venezuela que “hoy es una colonia de los dictadores que controlan Cuba”.

Fuente: Página 12