Centros de Internamiento de Extranjeros, el agujero español poblado de latinoamericanos

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Son lo más parecido a una prisión, a la que llegan quienes como único delito arrastran la falta de papeles en regla o una residencia que caducó con el tiempo.

Madrid. Un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) es algo parecido a una prisión, pero se llega sin haber cometido ningún delito. La mayoría de los internos carecen de antecedentes penales y han acabado allí por haber incurrido en una falta administrativa: no tener papeles.

Contra lo que pudiera pensarse, los CIE tampoco son destino sólo de los recién llegados por la frontera sur, sino que en ellos se encuentran, sobre todo, extranjeros que llevan varios años residiendo en el país. Esta condición atañe de modo especial al grupo proveniente de América latina, la segunda zona geográfica con mayor presencia en los CIE (un 36 por ciento), que sigue muy de cerca al África Subsahariana (un 38 por ciento).

“La mayoría de los latinoamericanos que están allí son gente con mucho arraigo en España”, dice Ángel Campos, de la ONG Pueblos Unidos. En 2013, dos tercios de los internos del CIE de Madrid llevaban más de cuatro años en España, y el 43 por ciento, más de siete, según un informe de esa organización. Muchos de ellos vivían antes legalmente en España y no consiguieron renovar sus permisos por haber perdido su empleo.

Si la mayoría de los latinoamericanos internados en los CIE son ecuatorianos, colombianos, dominicanos y bolivianos, entre las mujeres hay más ciudadanas de Paraguay y de Brasil, según Pueblos Unidos. La organización teme que la diferencia del país de origen de acuerdo con el sexo del inmigrante se explique por situaciones de explotación sexual.

Sandra (nombre ficticio), de origen latinoamericano, llegó a Europa a través de una red de trata de personas. Hace tres años, la policía la detectó como inmigrante en situación irregular y la mandó al CIE de Madrid, donde se le hizo una entrevista para concederle la protección prevista en la ley de extranjería para víctimas de trata sin papeles, cuenta su abogada, Gema Fernández. “Pero pasó como le pasa a muchas mujeres en los CIE: cuando dicen que son víctimas de trata se cuestiona su credibilidad”, explica.

Sandra logró paralizar su expulsión, aunque no por ser víctima de trata. Cuando los policías encargados de trasladarla hasta el aeropuerto de Barajas fueron a buscarla a su celda, Sandra, que asegura estar amenazada de muerte por la red en su país, se hizo cortes en el brazo para tratar de detenerlos. Según su abogada, esto generó una respuesta de los policías: “Uno de ellos la llamó ‘sudaca de mierda’ y la tiró de las trenzas de lana que llevaba cosidas en el pelo”. Para defenderse, le arañó el brazo al policía, quien alega que Sandra le pegó una patada. “Es importante decir que esta mujer mide 1,49 y pesa 43 kilos”, dijo la letrada. Esta semana, un juzgado la condenó a seis meses de cárcel por resistencia a la autoridad y a una multa por lesiones. Sandra relató en el juicio cómo el agente la agredía mientras permanecía engrilletada de pies y manos.

El dominicano Gregory Arturo Tabares fue internado en el CIE de Madrid pocos días antes de contraer matrimonio con una española, y la policía le negó la autorización para ser conducido al Registro Civil. “Me decían que yo tenía a mi esposa embobada con la idea de que la quería pero estaba con ella sólo por los papeles”, dice Tabares. Recurrió a Pueblos Unidos y la organización se encargó de mandar un comunicado al director del CIE, quien le hizo la vida imposible en el centro. La policía niega que en los CIE haya violencia física o trato racista de agentes hacia los inmigrantes. Ana Fornés, de la Campaña por el Cierre de los CIE, cuenta que en el CIE de Valencia hay una plaga de chinches.

El Ministerio del Interior documenta que en 2012 se produjo el retorno forzado de 26.457 inmigrantes irregulares, pero no facilita datos recientes desglosados por nacionalidad. En 2009, según la Red Europea de Migración, 28.865 extranjeros fueron expulsados de España.

Reclamo de internos

Precario. Una de las quejas es que las celdas están cerradas por la noche, que no se puede ir al baño y que pasan frío. Según un interno, en el CIE de Madrid hay un trato inhumano: sólo pueden salir al patio cada 36 horas; no hay suficiente material de higiene personal ni servicio médico nocturno; la comida está en mal estado y los baños, sucios.

Fuente: La Voz del Interior