Cocinar para ayudar, una historia solidaria que se repite

Un grupo de adolescentes que en la infancia asistió a un comedor comunitario reparte 500 raciones diarias en medio de la pandemia.

Un grupo de adolescentes que en la infancia asistió a un comedor comunitario reparte 500 raciones diarias en medio de la pandemia.

«Yo también estuve del otro lado», dijo Marcela Franchini. De chica conoció lo que es alimentarse a partir de la ayuda de otros. Este recuerdo lo conserva intacto y es el que la animó hace 12 años a conformar la asociación civil «Carita Feliz», en Villa Gobernador Gálvez. Desde la cuarentena, entrega de lunes a sábado 500 raciones de comida para el desayuno y la cena. En la cocina de la asociación la acompañan adolescentes que siguieron su mismo destino.

«Hace un tiempo veníamos atendiendo a 300 chicos del barrio. Debido a la pandemia, hoy estamos elaborando 500 raciones. Recibimos una ayuda de la Municipalidad y trabajamos con el Banco de Alimentos (BAR). Pero no alcanza. Con tanto incremento de personas vulnerables, se nos hace imposible llenar las ollas», contó Marcela.

«Todavía no contamos con la ayuda de Nación, que nos corresponde y a pesar de que ya hicimos los trámites. No pedimos plata a la Nación, o a la provincia, sino alimentos para seguir», agregó la titular de la asociación, con domicilio en Mitre y Marcos Paz, del barrio Arroyito, también conocido por el de «La Rana, porque se inunda mucho».

Franchini aseguró que «este momento es el más difícil» desde que funciona la asociación. Aclaró que «no es todo vagancia», acerca de la estigmatización que muchas veces se hace sobre los que concurren a un comedor comunitario. «En este camino encontrás de todo, al vivo que quiere garronear y al que realmente necesita. Yo trabajo especialmente para los chicos, porque ellos no eligieron lo que les tocó», dijo.

Para la merienda elaboran roscas y panes, servidos con yogur, leche o chocolatada. A la noche las ollas se llenan para hacer guiso, arroz, polenta, fideos y ñoquis de calabaza. «Todo lo que sea en base a harinas y guisados es lo que más nos rinde», explica, aunque a veces también se entregan hamburguesas.

La asociación cuenta con un salón de 10 por 15 metros, con mesas y una cocina. Pero debido al aislamiento social, cada ración se entrega para llevar al hogar.

«Fundé la asociación porque yo también estuve del otro lado. Cuando era chica, una persona ayudó a mi mamá a salir adelante entregándole comida. Desde entonces mi idea es devolverle a la vida lo que la vida también hizo un día por mí. Siempre lo pensé para cuando llegara a ser grande y ante tanta necesidad. Alguna vez vi a un chico de cuatro años en un carro comiendo una pizza que estaba verde por el moho. Cosas así me movilizaron para hacer algo», dijo.

Su preocupación principal son los pibes, y en la respuesta de la tarea que realiza a diario explica la razón del nombre de la asociación. «Acá el chico es feliz. Con lo que vos le das se le transforma la cara de felicidad. Es feliz con lo que le podés dar».

Por un futuro mejor

«Mi meta es enseñarles a estos chicos que hay un futuro mejor. En el comedor somos alrededor de 15 personas los que trabajamos, la mayoría adolescentes. Ellos lo hacen gratis, sin ningún interés, sólo por el plato de comida. Desde chicos asisten al comedor. Gestionan la comida y la elaboran para que esos otros chicos coman», explicó sobre cómo la asociación fue un espacio de aprendizaje, brindando a los demás y recibiendo.

La asociación tiene un número de teléfono para empresas que quieran colaboraron con alimentos: 0341-2812801. Además su cuenta de facebook es Asociación Civil Carita Feliz.

Fuente: La Capital