Comedores escolares porteños: el ejemplo virtuoso de los autogestionados

El escándalo por la intervención del Gobierno porteño a la cooperadora del Alvarez Thomas --que los padres resisten-- reeditó la preocupación por la comida que se ofrece a los chicos y chicas en las escuelas porteñas

El escándalo por la intervención del Gobierno porteño a la cooperadora del Alvarez Thomas –que los padres resisten– reeditó la preocupación por la comida que se ofrece a los chicos y chicas en las escuelas porteñas. Los elogiados comedores autogestionados eran solo cuatro en toda la ciudad de Buenos Aires. Si avanza esta intervención, quedarán solo tres.

La reciente intervención del gobierno de la Ciudad a la cooperadora de la escuela Alvarez Thomas, en el barrio de Agronomía, despertó el repudio y el alerta de la comunidad educativa, juntas comunales y legisladores de distintos bloques. También reeditó un tema que en pandemia se amplifica: el de los comedores escolares de la ciudad de Buenos Aires, gestionados con servicios de concesionarias privadas que acumulan denuncias de intoxicaciones, y pliegos en los que, llegado el caso, se autorizan reemplazos por alimentos más baratos y se verifican disminuciones de raciones. La reciente denuncia de un desvío millonario en el presupuesto de comedores agravó el cuadro. Citados como un ejemplo virtuoso, los comedores autogestionados son solo cuatro en toda la ciudad. De prosperar esta intervención al «Alva» –que las familias están apelando–, quedarán solo tres.

Si algo unificó la pandemia es la exposición de todos los males previos, corregidos y aumentados. También en lo que comen (o no) las chicas y chicos en las escuelas públicas porteñas. Amparos de por medio, este mes el Gobierno de la ciudad dio a conocer los números del dinero que destina a las concesionarias privadas. Como reveló Página/12, allí saltó un faltante de al menos 800 millones de pesos entre lo ejecutado y lo pagado, que se suma a las denuncias de escasez y mala calidad en los bolsones que se entregan. En la legislatura porteña se presentaron proyectos como el de una tarjeta similar a la Alimentar, para descentralizar la entrega y permitir compras a cada familia. Y también de estatización total o parcial del sistema, como ocurría hace no tanto. Se citaron como ejemplos a los (hasta ahora) cuatro comedores autogestionados de la ciudad. Se mostró que, debiendo cumplir con los mismos requerimientos, obtienen mayor calidad en lo que ofrecen, y a diferencia de las concesionarias, sostuvieron salarios y puestos de trabajo en la emergencia.

«La denuncia de Página/12 viene a corroborar algo que percibíamos todos: Si sumás todos los almuerzos que se dan para diez días, la sumatoria no se acerca en nada a lo que le entregan en el bolsón que llaman canasta nutritiva», evalúan desde el colectivo «Familias por la Escuela Pública», que ya viene presentando pedidos de informes en este sentido. También vienen reclamando al ministerio de Educación porteño mesas de diálogo. «No queremos poner trabas sino sumarnos al trabajo, participar del control de la calidad y cantidad de lo que entrega. Es un derecho y un deber que le asiste a la comunidad. A pesar de todos los pedidos, nunca hubo una actitud de transparentar o compartir la información», lamenta Marcelo Pascal. Frente a un deterioro que se hizo más evidente en los últimos tiempos, en este colectivo había surgido el año pasado una comisión de comedores escolares, con la idea de monitorear el funcionamiento de los concesionarios. La urgencia de este año reorientó todo ese trabajo, primero a lograr que llegue lo que lleguen los bolsones a los que lo necesitan (hubo muchos faltantes, sobre todo en zona sur), y luego todos los problemas de conectividad que, de un modo inédito, marcaron la exclusión.

Solidaridad
Ya en pandemia, dentro de la propuesta del gobierno, cada escuela fue adoptando distintas modalidades frente a lo que es evidente: la necesidad es mucha y lo que se reparte, poco. En muchos casos, las cooperadoras se organizaron para que las familias que quieran donar avisen antes, y ese «sobrante» se pueda repartir entre las más necesitadas (caso contrario, esas raciones se dan de baja). A la «redistristibución» se suele sumar también la solidaridad vehiculizada a través de las cooperadoras, que compran con recursos propios productos (sobre todo, frescos) para «completar» la flaca canasta porteña. Es el caso de la escuela 19 «Fragata Libertad», del distrito 11, en Parque Avellaneda.

Pascal, papá de dos nenes de 3° y 7° grado que asisten a esa escuela, cuenta: «De las 280 familias de la escuela, son 50 las que necesitan el refuerzo alimentario. Ponemos plata y compramos en el mercado central para dar algo más digno». Escuelas como la Yrurtia, la Jorge Donn, la Raggio o la Rosarito Vera, entre muchas, hacen lo mismo, algunas se organizan para juntar las compras y achicar los costos de mercaderías y fletes. Así como en tiempos normales la tarea era controlar al concesionario (que entregue diariamente lo que corresponde por pliego, en cantidad y tipo de producto), hoy las cooperadoras se suman a lo que, denuncian, es insuficiente en cantidad y calidad.

Autogestionadas
Además del «Alva», en la ciudad también tienen comedores autogestionados el Eccleston, en Palermo, la escuela 8 del distrito 19, en Villa Soldati, y la 11 del distrito 8, en Caballito. En el caso del Eccleston, la cooperadora funciona para el profesorado de Educación Inicial y el jardín de infantes Mitre, en el barrio de Palermo. “Hay una diferencia básica y es que el concesionario privado se tiene que quedar una ganancia, en nuestro caso, cada peso que nos dan, queda invertido en la comida de los chicos”, compara Emilce Palladino, presidenta de la cooperadora. «Los chicos comen como en casa, y elegimos la comida como en casa. Todos nuestros empleados son o fueron padres de la institución», describe, y ubica a la autogestión como «el gran logro y objetivo: que no nos entre nunca un concesionario privado».

Tratándose de un jardín que recibe a niños y niñas de 40 días en adelante (con 296 alumnos), la comida adquiere en este caso una importancia particular. Con esfuerzo, cuentan, están logrando mantener a todo el personal a lo largo de la pandemia, ayudados hasta el mes de julio por el ATP. Al igual que otras cooperadoras, también «reforzaron» el bolsón de alimentos con fondos propios. «Las chicas del profesorado vienen a buscarlo desde bastante lejos, de modo que uno asume que hay una necesidad. En nuestro caso no tenemos una población en situación de vulnerabilidad, pero sí gente a la que se le fue complicando con la pandemia, que fue perdiendo el trabajo. Lo vemos porque cada vez vienen más a buscar los bolsones», describen.

Repudios
Además de la solidaridad de otras cooperadoras de la ciudad y de la junta que las agrupa, de los gremios docentes y de la comunidad educativa en general, las familias del Alvarez Thomas recibieron el apoyo de legisladores de distintos bloques en repudio unánime a la intervención, con los que además se reunirán en la semana. Desde el Frente de Todos publicaron un video en el que proclaman: «No a la intervención de la cooperadora del Alva». Las legisladoras Myriam Bregman y Alejandrina Barry, del PTS-FIT también expresaron su repudio a lo sucedido en las redes y sumaron el tema a las denuncias y amparos que vienen presentabdo para que el gobierno porteño cumpla con la alimentación de los chicos en pandemia.

Fuente: Página 12