Como en el siglo XIX: en algunos barrios de Rosario caminan más de diez cuadras para conseguir agua
Aun con el Paraná a pocos kilómetros, el 10% de los rosarinos no tiene acceso a la red formal de agua potable. Aguas Santafesinas admite el problema, emparcha y plantea que la llave es el acueducto
20/09/2024 MUNICIPIOSAun con el Paraná a pocos kilómetros, el 10% de los rosarinos no tiene acceso a la red formal de agua potable. Aguas Santafesinas admite el problema, emparcha y plantea que la llave es el acueducto
En pleno siglo XXI, en el tercer distrito más poblado de Argentina, a solo media hora en auto del Monumento a la Bandera y de la orilla del río Paraná, 200 familias que viven en el barrio Toba de Rosario tienen que peregrinar más de diez cuadras para poder tomar un vaso de agua.
Con ese trajín conviven quienes habitan en las inmediaciones de avenida Rouillón al 4400, en la zona oeste de la ciudad. Algunas mañanas de la semana, no todas, un camión de Aguas Santafesinas S.A (Assa) deposita agua potable en un precario tanque. Ni bien se levantan, se organizan para rellenar sus baldes, botellas y bidones. Muchas veces esos menos de mil litros no son suficientes y algunos vuelven a sus casas con las manos vacías.
La mayoría de las que salen a recolectar agua son las mujeres. Las vecinas buscan asegurarse aunque sea unos litros para poder tomar, cocinar, limpiar o que su familia pueda bañarse. Según el Observatorio de Barrios Populares, en esa zona hay 186 viviendas. Todas ellas tienen una conexión irregular a la red de agua.
El Toba no es el único barrio de la ciudad que tiene problemas con el suministro de agua potable. En Villa Banana y Avellaneda oeste, por ejemplo, pasa lo mismo. El escenario se repite en muchos puntos de la ciudad y provoca quejas y reclamos constantes.
Según Assa, que siguió a su vez los datos emanados del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap), el 10 por ciento de los rosarinos (unos 120 mil vecinos) no tiene acceso a la red formal de agua potable, aunque sí al recurso. Se trata de una problemática más profunda del orden del hábitat, no relacionada con la altura del Paraná o con la sequía.
Los números son de enero de 2023. El nuevo directorio de la empresa provincial, con Anahí Rodríguez a la cabeza, se puso en marcha ni bien asumió para mejorar las condiciones de la planta potabilizadora ubicada en el barrio de Arroyito mientras espera que avance la licitación del Acueducto Gran Rosario, lo que considera que será «la llave» para darle soluciones a todos aquellos que aún no acceden al suministro y mejorar la calidad del resto de los usuarios. «Esta obra nos permitiría dar una respuesta a la ciudadanía los próximos 50 años», reiteran.
«Nunca te acostumbrás»: cómo es vivir sin agua
Es un mediodía frío y el barrio Toba empieza a despertarse. De a poco, varias personas arrancan a peregrinar hasta el tanque con la esperanza de que aún quede un poco de agua. Cintia Pinto cuenta a La Capital que antes podía comprar bidones envasados, pero que ahora ya no le alcanza la plata. En su casa son cinco personas y calcula que usan unos 20 litros de agua por día. Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona necesita entre 50 y 100 litros de agua al día para satisfacer sus necesidades de consumo e higiene. “Eso imposible. Dejás de tomar un poco para no gastarla”, confiesa.
El tanque está ubicado casi en la esquina de Roullión y Aborígenes Argentinos, justo en el punto donde la avenida pierde el asfalto y la doble mano y se transforma en un pasillo por donde no circulan los autos. Enfrente, hay un playón deportivo que nadie usa por la mañana y en el que hay un contenedor de basura tumbado en el piso, del que se desprenden una decena de bolsas. Los bordes están cruzados por cableados de electricidad, de los que cuelgan varios pares de zapatillas.
El camino hasta el tanque es de tierra, suele estar mojado, y por allí transitan personas jóvenes y también entradas en años, casi siempre mujeres, cargadas con bidones y baldes. Algunas los apilan en carritos de supermercados, otras tienen que recurrir a los cochecitos de sus hijos. Todo vale. A veces, si sobra una moneda, los pibes que juegan en el playón se ofrecen a ayudarlas. Cobran entre 500 y 1500 pesos el viaje, según la época del mes y el bolsillo de la familia.
La situación no es nueva. Son varias las generaciones que crecieron en estas condiciones o incluso peores. Quienes viven en el barrio recuerdan que esto es así desde que tienen memoria, pero que en los últimos tiempos se agravó y los problemas empiezan a notarse ya en el invierno, cuando el consumo es menor. “Hicimos muchísimos reclamos y nada”, cuestionan.
En los días de verano, cuando este servicio vital escasea, los vecinos llegan a pelearse con fiereza. Cuando el termómetro aprieta y no pudieron conseguir nada para llevar a sus casas, cada gota cuenta y ya no existen las amistades. Como en la selva, rige la ley del más fuerte.
Más que bronca, dicen sentir impotencia y aseguran que uno nunca se acostumbra a vivir en esas condiciones. No importa la cantidad de años que pasen. “El agua es un derecho, esté quien esté en el gobierno”, subrayan y muchos cuentan que dejaron de pagar la cuenta del agua hace rato.
Algunos habitantes del barrio Toba directamente no tienen conexión de agua dentro de sus casas y dependen exclusivamente de ese tanque de pocos litros anclado a metros del playón. En tanto, muchos otros tienen hechas las conexiones, pero cuentan que no sale ni una gota de las canillas y cuando sale, con muy baja presión, lo hace con “muchísimo cloro o gusto salado”.
La mayoría de las familias del barrio Toba son numerosas y en las casas viven varias personas. Cuando logran que salga algo de agua, generalmente en horas de la madrugada, intentan juntarla donde puedan para guardarla y usarla durante la semana. Acumular y administrar. En este contexto, bañarse, lavarse las manos y tomar la cantidad recomendable por día es prácticamente imposible.
Al tanto de la situación, muchos vecinos de barrios contiguos ponen a disposición sus casas para que puedan recargar agua e incluso algunos dejan una manguera en el patio para que quien lo necesite, la utilice. La solidaridad entre los pares, una respuesta habitual ante la ausencia del Estado.
También en la escuela y el centro de salud
Julieta es docente de la escuela secundaria Nº 518 “Carlos Fuentealba” y relata a este diario que los problemas con el suministro también afectan a los establecimientos educativos del barrio. Ya es habitual tener que suspender las clases por este motivo y que las cubas de Aguas Santafesinas ronden la zona.
La maestra resume lo que se vive en Rouillón y Aborígenes Argentinos con una anécdota tan contundente como mordaz. Menciona una charla que tuvo hace no mucho tiempo con alumno de primer año que se solía dormir en clase o llegar tarde. Conductas propias de un adolescente, ya sea en el centro como en los barrios. Con dulzura, Julieta se acercó con su guardapolvos blanco al chico para recomendarle que probara con acostarse más temprano para que después madrugar no le costara tanto, que intentara dejar el celular y las redes sociales.
La respuesta del adolescente aún retumba en su cabeza. El pibe de 13 años le explicó con paciencia que no se colgaba viendo TikTok a la noche, sino que muchas veces era el encargado en su familia de cargar agua. El único momento en el que salen algunas gotas de la canilla en su casa es de madrugada y con sus hermanos se turnan para poder juntar la mayor cantidad posible. Algunas noches pasa más de una hora juntando lo poco que sale y le cuesta mucho volverse a dormir.
«Me quedé muy mal después de esa situación. Hace años que voy al barrio y aun así no hemos terminado de caer en la cuenta del significado y el peso que tiene este problemón social que es la falta de agua», se lamentó. A Julieta, y todos los docentes de la escuela del barrio, les preocupa la invisibilización del tema y también la naturalización que tienen los propios vecinos. «No hay que acostumbrarse a vivir así», sentencia.
Muchos alumnos muchas veces faltan a la escuela para poder ir a buscar agua o el día que sale buena presión de las canillas se quedan en sus casas para poder lavar la ropa, limpiar o atender otras tareas. En este contexto, aprender es la última de las inquietudes.
La misma situación se replica en el centro de salud del barrio, al que muchos vecinos acuden con frecuencia por cuadros vinculados a la falta de agua potable, como por ejemplo gastroenteritis y otras enfermedades virales.
Otros barrios, el mismo problema
Jacinta vive en Villa Banana, un barrio en el que hay unas 1.100 viviendas y donde conseguir agua potable también es una odisea. La mujer dice que en invierno mejora “un poquito” la presión del agua y salen apenas unas gotas más que en verano, donde directamente no tienen este servicio esencial.
Algunos habitantes se ponen la alarma unas horas antes de lo habitual para juntar un poco de agua para llegar a lavar la ropa y reclama que a su zona no llega ninguna cuba. La mujer también se queja de que los propios vecinos realizan los trabajados de mantenimiento y que cuando los caños improvisados de la conexiones clandestinas se rompen, se forma un barrial enfrente de las casas y no pueden salir las personas con discapacidad o los chicos se ensucian su único par de zapatillas.
Según narra, uno de los principales inconvenientes lo tienen cuando no llegan a recolectar la suficiente para poder cocinar en el comedor. «No tener agua para hacer la leche es algo que me pone mal. Estamos a la intemperie y abandonados», siente la vecina. Al igual que en el barrio Toba, argumenta que ya hizo el reclamo en varias ocasiones pero que no hubo una solución permanente.
Soledad, una vecina de Avellaneda oeste donde hay unas 300 viviendas, coincide con Jacinta. «Estamos viviendo de manera caótica y mal», resume la mujer a La Capital. En verano, la peor época para estar sin agua, han llegado a estar semanas sin agua. En invierno, cuando baja el consumo, la presión va y viene.
La mujer precisó que en los últimos días tuvieron que ir hasta a «tres barrios más atrás» con baldes y bidones. Mientras tanto, los habitantes del barrio se bañan con jarritos e intentan cuidar el agua lo más posible. «Por suerte tengo una carretilla, donde puse tres o cuatro baldes y los pude traer así», recuerda. Además, denuncia que cuando sale agua de la canilla es «muy salada, tan salada que parece salmuera» y lo sienten en la piel y el pelo.
La historia se repite. Al igual que en Villa Banana, una de las preocupaciones es no poder «darle un plato de comida a quien pasa a buscarlo». «Siempre la misma historia: que hay un desperfecto, que el agua tiene poca presión, que el río bajó y siempre estamos en la misma manera. Nadie se hace cargo de nada», enumera con una mezcla de enojo y tristeza.
El Acueducto Gran Rosario, la llave
Tanto para el municipio como para el gobierno provincial, la solución para este problema de larga data es la construcción del Acueducto Gran Rosario, una obra que tiene detrás una larga historia. Se inauguró en 2015 a metros del Puente Rosario-Victoria y sobre el ingreso a Granadero Baigorria. En 2022 comenzó la construcción de la losa de hormigón para replicar en espejo la actual planta potabilizadora, pero nunca se finalizó.
Ni bien asumió la gestión del gobernador Maximiliano Pullaro, su ministro de Obras Públicas, Lisandro Enrico, avisó que la provincia priorizaría la etapa final del Acueducto Gran Rosario. Hace apenas dos meses, el mandatario santafesino y el jefe de Gabinete de la Nación, Guillermo Francos, acordaron cuáles serían los siguientes pasos.
El gobierno nacional se comprometió a compartir los esfuerzos económicos y asumió el compromiso de generar un convenio de financiamiento que les permita financiar la extensión del acueducto por Circunvalación y la provincia se haría cargo de la estación de bombeo D y el refuerzo oeste. «Estamos ahí de que se nos dé, de poder lograr las dos licitaciones», anticipó Anahí Rodríguez, la titular de Assa, en diálogo con La Capital.
En cuanto a lo que concierne a la Nación, en la parte de Circunvalación son necesarios 12 kilómetros de caños de gran diámetro. El presupuesto estimado es de $33.242.000.634,50 y el plazo de obra es de 24 meses.
En tanto, la provincia se hará cargo de la estación de rebombeo D que contempla una cisterna de 10 millones de litros y una estación de bombeo ubicada en Uriburu y Provincias Unidas. Además, se realizará un refuerzo del ramal hacia la zona oeste de Rosario para mejorar el suministro en los barrios que están en el sector delimitado por la autopista, Eva Perón, Circunvalación y el arroyo Ludueña. El plazo de esta obra es de 18 meses y prevé un presupuesto de $16.872.655.523,67.
Desde la empresa provincial confían en que las licitaciones se den lo más pronto posible y poner en marcha estas obras que le mejorarían la vida a miles y miles de rosarinos.
La segunda etapa del Acueducto Gran Rosario tiene como objetivo el mejoramiento integral del abastecimiento de agua potable a la ciudad de Rosario y su conurbano. En ese sentido, permitiría reforzar el suministro fundamentalmente en los barrios periféricos de la ciudad, que se abastecen de la planta potabilizadora de Arroyito, ubicada en Echeverría y French. Con la concreción de esta obra históricamente postergada se beneficiarán unos 560 mil habitantes. Esto implica, al mes de agosto, una inversión de 17 mil millones de pesos.
«El problema que tenemos es de transporte y de captación, que lo estamos solucionando con la ampliación de la planta de Granadero Baigorria. El Acueducto Gran Rosario nos permitiría transportar mayor cantidad de agua y poder llegar a zonas que hoy no llegamos. La planta de Arroyito, en la que se invierte permanentemente, está con una producción al máximo», explica Rodríguez.
Al respecto, admite que la empresa tiene «un problema crítico con la expansión del servicio porque no tiene cómo transportar y cómo captar mayor cantidad de agua». Y hace hincapié: «Esta obra nos permitiría dar una respuesta a la ciudadanía los próximos 50 años».
En la actualidad el acueducto inaugurado hace casi una década sirve a Granadero Baigorria, Capitán Bermúdez, San Lorenzo y los barrios del norte rosarino como La Florida, Alberdi, Lomas de Alberdi, Fontanarrosa y Nuevo Alberdi. «Estamos a mitad camino, necesitamos la planta-espejo y la extensión por Circunvalación para luego abrir los ramales. Es una prioridad y no vamos a resignarlos», aclara la titular de Assa.
Por lo pronto no comenzaron las licitaciones, pero desde la empresa son optimistas y confían con que antes de fin de año habrá novedades y plazos concretos para comenzar a ofrecerle respuestas concretas a la gente.
«Hasta que no esté el acueducto no voy a descansar», promete y detrás de ella, en la sede local de la empresa provincial en la ciudad de Rosario, se ve colgado un cuadro del croquis de la obra que mira cada vez que trabaja en la ciudad.
«Somos conscientes de lo que padecen los vecinos»
Al ser consultada sobre el motivo por el cual tantos vecinos de la ciudad tienen problemas con el acceso al agua potable, Rodríguez resume: «Es una cuestión de ordenamiento territorial». «La ciudad de Rosario no es la misma que hace 20 años. Es una ciudad pujante, con un crecimiento constante, una ciudad que crece contra viento y marea. Las obras de infraestructura son fundamentales para acompañar ese desarrollo. Lamentablemente hablamos de obras millonarias de obras que exceden los propios recursos que la provincia puede llegar a tener», menciona y recuerda que ya se había recurrido a la Nación para poder empezar a ponerlas en marcha en 2022 y la obra quedó nuevamente frenada.
La titular de Assa destaca que el gobierno provincial tomó el tema como prioridad desde el minuto cero de la cuestión y lo considera también una obra de salud pública. Está convencida de la concreción de esta segunda etapa del acueducto le permitirá a la empresa llegar a barrios a los que no todavía no llegan y mejorar los problemas de presión de otros.
«Somos conscientes de lo que padecen los vecinos. No solamente por el crecimiento poblacional, sino porque hace años que vienen relegados en cuanto a un servicio eficiente. En los meses que vamos de gestión nos encontramos con una desinversión muy grande que no nos permite ni siquiera contar con el stock inmediato para arreglar una bomba que se rompe», ejemplifica y valora también el acompañamiento que recibe del intendente Pablo Javkin.
Por último, narra que «el mismo esfuerzo que le pidieron a los ciudadanos, lo hicieron en la empresa provincial». «Reducimos casi 20 mil millones de pesos de costos operativos y vamos camino a esa eficiencia que nos pidió el gobernador», rememora.
«En los últimos años ha habido un divorcio de la propia empresa con los usuarios, producto de la propia desinversión. No se le podía pedir a los trabajadores que pongan un medidor, si no hay stock. No se les podía pedir que cierren una fuga si no tenían los elementos necesarios. Esto está cambiando», finaliza.
El Acueducto Gran Rosario, una obra con 70 años de historia
El Acueducto Gran Rosario, obra que Assa espera que obtenga pronto las dos licitaciones para su segunda etapa, tiene detrás una larga historia. La idea de construir un gran acueducto con punto de partida en el río Paraná comenzó a gestarse hace más de 70 años, a finales de la década de 1940. El primer proyecto se denominó Sistema de Acueductos del Área Central del País y preveía dos tomas de agua: una sobre el río Paraná, en la localidad de Granadero Baigorria y otra en el río Tercero, en Villa María, provincia de Córdoba. Sin embargo, los primeros trabajos se pusieron en marcha recién hace trece años.
Cuando se inauguró la primera etapa del acueducto, en septiembre de 2015, se la presentó como la obra de saneamiento más importante de la región. La puesta en marcha de la planta potabilizadora de Granadero Baigorria se vivió como una fiesta popular, con recorridos guiados en las instalaciones. La flamante planta de agua llegaba 130 años después de construida la potabilizadora de French y Echeverría, en la zona norte de la ciudad.
Sin embargo, la idea de construir un gran acueducto para abastecer a la región central comenzó a tomar forma a fines de la década del 40, hace ya 73 años.
Croquis del Sistema de Acueductos del Area Central del País que comenzó a gestarse en los últimos años de la década del 40.
Con el nombre de Sistema de Acueductos del Área Central del País, los planos preveían dos tomas de agua, una sobre el río Paraná (Granadero Baigorria) y otra en el río Tercero (Villa Nueva, vecina a la ciudad de Villa María, provincia de Córdoba).
En la década posterior se expropiaron los terrenos de unas 73 hectáreas ubicados en el límite entre Rosario y Granadero Baigorria, donde actualmente funciona la planta de la empresa Aguas Santafesinas.
Recién a mediados de 1970 se contrataron las consultoras para realizar los proyectos técnicos, pero la dictadura militar desmembró la empresa nacional entregando los servicios a la Dirección Provincial de Obras Sanitarias (Dipos). La provincia recibió también por transferencia de la Nación la titularidad de los terrenos.
La privatización de los servicios de agua, en 1995, preveían que la concesionaria desarrolle las obras del acueducto, pero el proyecto quedó trunco hasta estos días.