Cuando todo fue noche y niebla

El 7 de diciembre de 1941 el mariscal Wilhelm Keitel firmó el documento «Directivas para la persecución de las infracciones cometidas contra el Reich o las fuerzas de ocupación en los territorios ocupados».

«Dentro de los territorios ocupados, elementos comunistas y otros círculos hostiles a Alemania han aumentado sus esfuerzos contra el Estado Alemán y las fuerzas ocupantes desde que comenzó la campaña de Rusia. El número y la peligrosidad de estas maquinaciones nos obligan a tomar severas medidas», señalaba el decreto conocido después como «Noche y Niebla».

Adolf Hitler había definido la metodología del decreto de la siguiente manera: «permite la desaparición de los acusados sin dejar rastro. Ninguna información puede ser difundida acerca de su paradero o destino. Una intimidación efectiva y duradera sólo se logra por penas de muerte o por medidas que mantengan a los familiares y a la población en la incertidumbre sobre la suerte del reo. Por la misma razón, la entrega del cuerpo para su entierro en su lugar de origen no es aconsejable».

Y agregaba: «A través de la diseminación de tal terror toda disposición de resistencia entre el pueblo será eliminada».

El 24 de marzo de 1976 la metodología del Reich se puso en marcha en la Argentina con el derrocamiento del gobierno de Isabel Perón: la desaparición sistemática de militantes y opositores como forma de parálisis de cualquier intento de resistencia. «Van a la niebla, a la nada», había dicho un represor refiriéndose a los desaparecidos.

El golpe del 24 de marzo transformó la estructura económica del país abriendo un proceso neoliberal que se reforzó en la década del `90 con el «perfeccionamiento» de las medidas implementadas por la dictadura en ese terreno.

Los golpes militares que se sucedieron en el país tuvieron objetivos concretos: en 1930 se derrocó a Hipólito Yrigoyen para restaurar el régimen oligárquico y consolidar el alineamiento de Argentina con Inglaterra. Con la caída de Juan Domingo Perón en 1955 se buscó eliminar el poder obrero y encauzar al país en la senda de Estados Unidos.

Luego siguieron los golpes contra Arturo Frondizi y Arturo Illia, siempre intentado aplastar la resistencia de los trabajadores y el peronismo, que era su conducción.

Todos estos golpes fueron acompañados de represión, cárcel y asesinatos, pero ninguno alcanzó la dimensión sistemática que tuvo el de marzo de 1976 en cuanto a la eliminación de la resistencia apelando a la desaparición masiva de los militantes, el secuestro de sus hijos, la apropiación de sus bienes y la desinformación sobre su destino.

A tal punto era desconocida esta metodología que algunos analistas y dirigentes políticos llegaron a caracterizar el golpe como «dicta blanda».

Se suponía que la dictadura iba a retomar el rol represivo que se había desbandado durante el gobierno de Isabel con la aparición de bandas como la Triple A que asesinaba militantes.

Represión con «orden» y sin cadáveres en las calles parecía ser la nueva etapa que se abría.

En realidad, era la superación a una escala mayor de la Triple A, cuyos miembros pasaron a integrar los grupos de tareas de la dictadura.

La Junta de Comandantes integrada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Agosti, implantó el terrorismo de Estado como estrategia para aplicar un plan económico que no encontrara resistencia, en sintonía con las dictaduras que se extendían por América latina y los paradigmas monetaristas de los «Chicago Boys» de Milton Friedman que ya habían hecho su desembarco en Chile, gobernado por el dictador Augusto Pinochet.

Se inició así un proceso de transferencia de recursos de los sectores populares a los grupos económicos concentrados que se transformaron en el brazo civil de la dictadura; se abrieron las importaciones liquidando gran parte de la industria nacional (ahora llegaron los productos importados, arengaba una publicidad del Ministerio de Economía liderado por José Alfredo Martínez de Hoz) y se inició el proceso de endeudamiento externo que luego los grandes grupos (beneficiarios de esos préstamos) transfirieron al Estado.

La economía giró hacia un modelo crudo de neoliberalismo que se amparaba en la llamada «Doctrina de Seguridad Nacional».

El golpe del 24 de marzo transformó la estructura económica del país abriendo un proceso neoliberal que se reforzó en la década del `90 con el «perfeccionamiento» de las medidas implementadas por la dictadura en ese terreno.

Esos cambios profundos no hubieran sido posibles sin el método de la «Noche y Niebla».

Fuente: Télam