Cura Juan Carlos Molina, Santa Cruz: «Voy a ir al Congreso a levantar la mano por el pueblo»

"No hay que sacarle el culo a la jeringa". Esa es la explicación que da el cura Juan Carlos Molina cuando le preguntan por qué se metió a diputado. Una respuesta que traduce al llano una profunda visión sobre el sentido político de su hacer sacerdotal y sobre la vocación no testimonial del peronismo.

«No hay que sacarle el culo a la jeringa». Esa es la explicación que da el cura Juan Carlos Molina cuando le preguntan por qué se metió a diputado. Una respuesta que traduce al llano una profunda visión sobre el sentido político de su hacer sacerdotal y sobre la vocación no testimonial del peronismo. Cita también al obispo riojano asesinado por la dictadura, Enrique Angelelli: «Hay que seguir andando, nomás… Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”.

La lista peronista Fuerza Santacruceña se impuso en la provincia, de modo que tanto él como la galleguense Moira Lamesan pasarán a ocupar bancas nacionales. Superaron, entre otras cosas, una denuncia plantada en plena campaña, que afectó el funcionamiento de los hogares para más de 200 chicos en Calafate y en el Chaco profundo, y que finalmente -después de las elecciones- la justicia determinó falsa.

«Voy a ir al Congreso para levantar la mano por el pueblo», asegura el cura, eligiendo una palabra que pide recuperar contra el genérico «gente», porque «no habla de cultura».

«Antes de mover las piezas, táctica y estrategia», dice que le repetía siempre el Papa Francisco -con quien tenía una relación de diálogo cotidiano- cuando lo consultaba qué y cómo hacer, como cuando asumió al frente del Sedronar (el organismo de prevención y lucha contra el narcotráfico), designado por Cristina Kirchner en 2013. «Será un tiempo de lucha importante, de una oposición concienzuda, estudiosa, y de alianzas», define su próximo trabajo.

La charla con Página/12 transcurre desde el hogar Valdocco de Calafate, que alberga a unos 70 chicos, donde también vive Molina. Cada tanto es interrumpida por los abrazos de uno y otro, el aviso del campeonato de básquet, la alegre rutina de juego del fin de semana. Está también la escuela primaria y secundaria, que suma más de 500 alumnos. Todo eso estuvo en riesgo por una denuncia con acusaciones graves como trata de personas y malversación de fondos, que ahora se cayó por falta de pruebas. Si durante la campaña Molina eligió no salir a responderla, «no dar de comer a las fieras», ahora llega el tiempo del descargo público, y de una presentación en la justicia por falsa denuncia.

-¿Por qué la candidatura, con todo lo que implica

-Yo soy una persona política desde hace muchos años, todos hacemos política, en mi caso siempre involucrado a esta parte de la mirada social, la justicia social, la igualdad, los derechos, todo lo peronista que subyace en la doctrina social de la Iglesia. Nos pareció que era momento de pegar un salto y dar pelea en el ámbito donde se dan las peleas, que es en el ámbito del poder. Lo dudé un montón, dije que no, y después cuando empecé a consultarle a mi gente, a los que trabajan acá conmigo, me ayudaron a tomar la decisión del sí. Hubo reparos: «ojo, cura, la política es una mierda, te van a tirar con todo», y dicho y hecho. Pero también creo que hay que meterse a dar vuelta ese concepto.

Y desde el ámbito de la fe, a mí me venía pegando mucho Jesús, que estaba muy cómodo y tranquilo en Galilea, con su gente, pero se da cuenta que la opresión viene del núcleo del poder, entonces decide irse donde está el poder, que es Jerusalén; ahí encara a los mercaderes del tempo, ahí da la discusión, donde la tenía que dar. Para mí fue un punto de reflexión personal, y también me fui al núcleo del poder político, que es el Vaticano, ahí termino decidiendo que era el camino que Dios me pedía ahora.

-¿Lo ha hablado con el Papa?

-No directamente, mi última charla con León fue el cierre de todo lo que me había hecho trabajar Francisco. Hay una foto muy significativa donde le estoy entregando a León una carpeta que sé que está en su escritorio, porque me lo dijo, donde están las conclusiones de todo mi trabajo con Francisco durante los años que me tocó estar al lado suyo. Por supuesto que la Iglesia me tiene que autorizar a dar este paso, me tiene que dispensar. Y me gusta el decreto del obispo (Ignacio Medina, obispo de Río Gallegos) en su dispensa, donde me dice: como bautizado y como presbítero, no te olvides del Evangelio, no te olvides de la opción preferencial por los pobres, no te olvides de la doctrina social de la Iglesia. O sea, me está invitando a que como diputado no me olvide de ser quien soy.

-El gobernador Claudio Vidal parecía tener una victoria segura en Santa Cruz.

-Es una provincia donde pusieron todo el arsenal en operaciones en el último tiempo, muchísima plata en pauta y no en comedores, no en generar trabajo. Con una gran movida sobre la justicia, con este tribunal que de golpe ampliaban de 5 a 9 miembros, sin terminar de explicar por qué. El armado en nuestra contra, la operación mediática que hicieron, también les jugó en contra, la gente vio que era algo burdo. Todo eso fue haciendo que se vaya rompiendo esa red que tenía el vidalismo. Y todo lo que tiene que explicar: qué pasa con la sociedad anónima del yacimiento carbonífero de Río Turbio, con los 15.000 puestos de trabajo privado que se perdieron, con la salida de YPF. Y esta situación al borde en la que la provincia empieza a atrasar el pago de salarios, es muy delicada.

-¿Qué le prometió en la campaña a los santacruceños?

-La campaña nuestra consistió sobre todo en escuchar. En encontrarnos y escuchar, hacer un mea culpa también, pero sobre todo escuchar lo que le pasa a la gente. Si a mí me va a tocar levantar la mano por ellos, tengo que saber cuál es su voz, qué es lo que les está pasando. Y ahí empezamos a ver que la cosa no estaba fácil en Santa Cruz. Que en estos dos años reaparecieron las palabras hambre y droga. Volvimos a tener gente revolviendo el basural para encontrar comida.

-Habló de mea culpa, ¿qué lectura hace del resultado nacional electoral?

-A ver, al peronismo lo vienen persiguiendo desde Perón. Y tratan de romperlo desde Perón. Nosotros no nos tenemos que asustar de eso, ni nos tenemos que hacer tampoco las monjas carmelitas. Yo creo que está muy bien el análisis de Cristina: Van a seguir operando sobre el peronismo, nos necesitan divididos. Yo fui un poco prenda de unidad en Santa Cruz, también por eso asumí la candidatura. El gran trabajo que me tocó hacer fue encontrarme con los enojados y que se desenojen. Porque ni siquiera buscamos la unidad: hay que abroquelar. Cada pieza es importante, pero hay que encajarlas para armar el rompecabezas del peronismo, de la justicia social, de la igualdad.

Lo segundo que hay que entender es que el peronismo es un movimiento. Y que solamente con Perón hubo verticalismo. Después es un movimiento que siempre va a tener internas. Y a veces sacamos los trapitos al sol en casa y a veces se sacan en público. Yo no creo que la carta de Cristina haya sido una carta de internas. Ella volvió a decir lo mismo que dijo antes. Francisco hablaba mucho del hilo entre los jóvenes y los viejos: que los jóvenes no dejen de escuchar a los viejos, y que los viejos no dejen de acompañar a los jóvenes. Bueno, tendremos que prestar atención a Francisco. Y saber que viene un tiempo de ejercer una oposición que tiene que ser estudiosa, concienzuda, bien parada, y sobre todo de alianzas.

-¿Qué cree que estaría diciéndole Francisco en este momento?

-A Francisco lo extraño, lo extrañamos, muchísimo. Creo que una de las grandes cosas que hizo fue volver a poner a Jesús en el centro del mensaje, y en el centro de la Iglesia. Pero un Jesús muy, muy pegado a los pobres. Eso le costó el papado también, en el sentido de todos los ataques que sufrió, aquello de «hablo de los pobres y me dicen comunista». Francisco siempre me dijo: mirá, esto es táctica y estrategia. Tenés que pensar bien la estrategia y tener lista la táctica antes de mover las piezas. Y otra cosa que me decía: en estas estructuras grandes como la iglesia, como la política, como un país, las transformaciones siempre vienen de abajo hacia arriba; nunca de arriba hacia abajo. El me decía: yo puedo firmar un decreto para que los curas se casen, pero tiene que venir de abajo para arriba, tiene que ser un movimiento el que lo haga posible. Entonces, si yo voy a ser la voz de los santacruceños, si pensaron que yo podía ser su voz, tengo que escucharlos mucho y cada vez que levante la mano, o no, tengo que saber que estoy actuando por ellos. De ahí tienen que venir los grandes cambios.

Fuente: Página 12