Día Mundial del Malbec, la cepa que probó Pedro el Grande

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El periodista Joaquín Hidalgo, del sitio Vinomanos, cuenta que la variedad nació en Francia y fue llevada a Rusia por los zares. Y su nombre, se presume, proviene de Hungría. Pero aquí encontró su lugar en el mundo, y hoy nos llena de orgullo.

Que Malbec es sinónimo de Argentina es algo que hoy sabe todo el mundo. Sin embargo eso no siempre fue así. De hecho, no es una variedad originaria de nuestro país –como sí lo es el Torrontés- y recorrió un larguísimo camino desde las colinas onduladas de Burdeos, donde se la comenzó a tipificar en el medioevo, hasta afincarse al pie de los Andes a fines del siglo XIX.

Conocido en Francia como Côt, según el trabajo realizado por William H. Beezley, profesor de historia en la universidad de Arizona, el Malbec remonta sus raíces hasta un vino que en el medioevo supo gozar de prestigio por su color y sabor. Llamado “el vino oscuro de Cahors”, la zona francesa que lleva ese nombre es la que se reconoce como cuna de la variedad, si bien su origen aún está en debate. Desde el más temprano medioevo aparecen menciones al vino Cahors, una región ubicada a unos 200 kilómetros tierra adentro de Burdeos, la más prestigiosa de Francia. Y si es cierto que para el siglo XII comienza una creciente exportación del vino hacia Inglaterra, no lo es menos que con las sucesivas guerras y migraciones el vino oscuro supo ganar fama y cruzar fronteras.

El Malbec seduce el Zar

Fue así que el Zar Pedro el Grande probó este de vino elaborado con Malbec, Côt o Axerrois –los tres nombres con que se la conoce mundialmente- y mandó importar las uvas. Catalina la Grande cumplió varios años después el cometido, llevándolo a Crimea, península ubicada en el Mar Negro, donde aún hoy se lo cultiva y se produce el vino tinto llamado Kahor, en claro arrastre histórico del nombre.

Habiendo llegado tan al Este, no sorprende que la uva tenga en Argentina un nombre que se presume húngaro. Y esa es una de las pistas perdidas en esta historia. Si bien existía hacia fines del siglo XIX una familia de reconocidos enólogos con ese origen y apellidados Malbeck, autores de uno de los manuales en la materia que más circuló entre los bodegueros locales a fines del Siglo XIX, no está del todo claro por qué la uva Côt pasó a llamarse Malbeck y luego Malbec a secas hacia mediados de la década de 1980, perdiendo la K, porque entonces no era letra importante.

Llega a Mendoza

Cierto es que en ese periplo de Oeste a Este y de vuelta al Oeste, la uva ingresó por primera vez al territorio nacional de la mano de un viticultor francés llamado Miguel Amado Pouget en 1852. Contratado por el gobierno nacional, Pouget debía montar una escuela modelo que permitiera modernizar las economías provinciales de San Juan y Mendoza. Fue emplazada en lo que hoy es la casa de gobierno de esta última provincia y desde allí se propagaron las estacas que 150 años más tarde darían singularidad a la Argentina en el contexto mundial.

Fue plantada a la antigua, en muchos viñedos fundados por inmigrantes, a fines del siglo XIX y principios del XX. Entremezclada con otras variedades, porque el corte del vino se hacía en el viñedo, con el tiempo algunos viticultores comenzaron a aislarla debido a sus bondades. Una tarea que, a mediados de la década del 1980, retomarían bodegas como Catena Zapata y Familia Arizu, entre otras, para intentar dar con las mejores selecciones que se habían desarrollado de forma natural e histórica en el país. El INTA, paralelamente, hizo un trabajo similar de aislamiento, tipificación y propagación de la cepa en su estación Luján de Cuyo. Fue un largo proceso de mejoramiento genético.

Y si el Malbec es la uva que hoy le da nombre a la Argentina en el mundo, es Argentina la que le ha dado el toque de distinción y sus consumidores quienes perfilaron el paladar de esta variedad. Hoy, cualquier Côt, Auxerrois o Malbec –como se están plantando en Francia, Nueva Zelanda, USA y Australia- reconoce que el criterio de estilo del vino es el que se consume en nuestro país.

Porque con unas 31.000 hectáreas plantadas con diversas selecciones –aún no hay clones para esta uva- la abundancia de Malbec en nuestro país es notable. Los estilos son pocos, sin embargo: frutado y ligero, con madera potente, o bien de guarda, para no mencionar vinos especiales, como fortificados y algún que otro espumoso. Además, otras variedades se elaboran de forma que se le parezcan. Con todo, una cosa es segura: el Malbec es la variedad que volvió a hallar su lugar en el mundo en este remoto rincón del globo.

Fuente: MDZ Online