Diagnóstico de la falta de agua en el norte salteño

En San Martín se requiere una millonaria inversión tras obras del FRH que no se concretaron.

En San Martín se requiere una millonaria inversión tras obras del FRH que no se concretaron.

Unos seis pozos valuados en 40 millones de pesos cada uno, un acueducto que quedó abandonado hace más de 3 años y que debía traer hacia Tartagal el agua desde el acuífero Yacuy, distante a unos 15 kilómetros, unos 15.000 metros de cañería del Embalse El Aguay que en buenas condiciones debería aprovisionar a las localidades de General Mosconi, Campamento Vespucio, Coronel Cornejo y comunidades aledañas; otro acueducto abandonado hace varios años que debía partir desde la zona del Regimiento 28 de infantería en Tartagal hacia General Mosconi; y la cisterna en la zona de Villa Güemes para almacenar toda el agua proveniente de Yacuy. Esas son, en general las obras pendientes que llevarían una solución definitiva al acuciante problema de falta de agua en el norte del departamento de San Martín que entre los meses de noviembre y diciembre vivió una de las mayores crisis de los últimos 20 años.

Las lluvias intensas «de verano» que suelen iniciarse en la última semana de noviembre a más tardar, se retrasaron hasta pasada la segunda quincena de diciembre por lo que prácticamente en el norte no llovió durante 9 meses, en una zona donde las temperaturas superaron en ese mismo lapso los 45 grados, con sensaciones térmicas por arriba de los 50 grados. Con un poco de agua que salía de los grifos pero que no era apta para el consumo humano, esperando que los camiones repartidores lleguen a los miles de hogares o aguardando por los 8 litros en bidones que se entregaban por día por familia, para los norteños que las padecieron, fueron semanas para el olvido.

No depender del Ytiyuro
Desde hace más de 10 años que en la zona se conoce que una de las soluciones estructurales sería independizar las localidades de Salvador Mazza, Aguaray, Tartagal y General Mosconi, del dique Itiyuro que en realidad es una fuente de provisión de agua, pero solo cuando llueve, ya que el agua se almacena en el dique El Limoncito. Esto es así porque el Itiyuro está colmado de sedimentos desde hace más de 10 años y no hay forma práctica ni económica de revertir eso.

Pero la región cuenta con acuíferos importantes como el Caso del Yacuy, que fue estudiado y descubierto alrededor del año 2007, cuando en la zona se produjo otra situación límite similar por la falta de agua. Allí se encuentran en producción seis pozos pero desde hace varios años se proyecta la perforación de otros dos nuevos que nunca se concretaron. La crisis reciente volvió a reflotar ese proyecto, pero tampoco se concretó.

Otro de los pozos debe perforarse en Aguaray y otros dos en la zona de Tonono, al este de Tartagal de modo de independizar en gran parte, a las dos localidades y que ambas dejen de depender en un 70% como ahora, del sistema Itiyuro. Hasta el momento tampoco hay novedades sobre esas inversiones que debe realizar la provincia mediante el Ministerio de Infraestructura.

Cuando se tiene un problema para cada solución en puerta
En Salvador Mazza el propio municipio, con recursos genuinos, por iniciativa de la actual intervención municipal y en conjunto con la empresa Refinor, hicieron perforar dos pozos que están prácticamente terminados para beneplácito de los vecinos.

Solo falta que se realicen las conexiones a las redes y se los dote del sistema eléctrico para que comiencen a producir. Pero eso todavía no sucedió (las inversiones también debería realizarla el Ministerio de Infraestructura de la Provincia), con el agravante de que el pozo perforado por Refinor se encuentra en una comunidad originaria, donde los vecinos se niegan a que el agua que se produzca abastezca al resto de la localidad, para sumar un poco de incertidumbre a los criollos, que miran de reojo la situación. Esa situación aún no ha sido resuelta y se espera que no sea motivo para desatar un enfrentamiento entre vecinos del portal norte de la patria.

Algo similar sucede en Yacuy, donde los originarios también exigen que uno de los pozos que ya está perforado, pero sin producir, sea exclusivamente para la comunidad donde residen unas 3 mil personas, mucho menos cantidad que en cualquier barrio o comunidad de Tartagal, Mosconi o Aguaray. En este sentido, habría que encarar una campaña para que los aborígenes que habitan el departamento norteño comprendan que los beneficios del agua no pueden ser solo para algunos.

Las lluvias de verano ya llegaron, aunque no con la intensidad que se necesita (unos 40 milímetros por cada lluvia), la situación de crisis quedó superada. Pero el problema puede repetirse en febrero si la sequía que se produce en toda la región vuelve a retrasar las lluvias en ese mes, que es el momento en que se registran las tormentas con más frecuencia y más intensas. Si eso sucede y si no se realizan las inversiones el 2023 puede ser un año dramático en cuanto a la falta de agua.

Fuente: El Tribuno