Dilma sufre una derrota estratégica en el Congreso que la debilita a futuro

Eufórico, Eduardo Cunha celebra con su bloque su elección a titular de la Cámara. Es del PMDB.

Eufórico, Eduardo Cunha celebra con su bloque su elección a titular de la Cámara. Es del PMDB.

La primera mandataria de Brasil no pudo imponer al presidente de la Cámara baja, el tercer cargo en importancia política del país vecino. Fue para un «aliado infiel».

Con índices económicos preocupantes y una «bomba de tiempo» a punto de estallar _las denuncias de corrupción en la estatal Petrobras_, la presidenta brasileña Dilma Rousseff sufrió el domingo una derrota estrepitosa y de muy mal agüero: la elección del diputado Eduardo Cunha como presidente de la Cámara baja.

La llegada de un «aliado infiel» al tercer cargo más importante del país se configura como una espada de Damocles sobre la cabeza de la mandataria, una vez que depende del apoyo de ese Congreso liderado por un «enemigo» para votar medidas antipopulares, como son los recortes de gastos y el aumento de impuestos imprescindibles para reacomodar las cuentas públicas.

Grandes poderes. También resulta nefasta para el gobierno la concentración de los poderes inherentes al cargo de presidente de Diputados en las manos de un «oficialista» que pese a militar en la mayor fuerza política aliada del gobierno, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), actúa como un opositor.

En aras de su nuevo cargo, Cunha tiene la facultad de rechazar o aceptar pedidos de juicio político contra la mandataria, algo no menor si se tiene en cuenta que no está descartado que Rousseff se vea salpicada directamente por las denuncias de corrupción en Petrobras, cuyo Consejo de Administración presidía en la época de los desmanes.

También podrá promover o rechazar la instalación de comisiones parlamentarias de investigación, algo que, aún contrariando al gobierno, ya dijo que hará, para que el Congreso investigue los fraudes en la petrolera estatal, en el cual él mismo es apuntado como partícipe.

La dimensión de los problemas que Cunha podrá ocasionarle al gobierno desde su nuevo cargo puede inferirse de su actuación en los últimos cuatro años, durante los cuales promovió varias «rebeliones» entre los aliados para dificultar la aprobación de propuestas presidenciales.

Asimismo, fue un férreo defensor de que su partido deje de ser un «vasallo» del gobierno y de que la Cámara Baja se «independice» del Palacio del Planalto (Presidencia).

Insumiso. «No seré sumiso al gobierno», fue el eslogan de campaña del político evangélico, quien no solo derrotó al candidato del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), Arlindo Chinaglia, sino que lo hizo con un margen de votación que superó las expectativas: 267 votos contra 136.

Una vez triunfador, su discurso intentó matizar el mote de opositor, pero ratificó su reivindicación de independencia política respecto al gobierno central.

«Buscaremos enaltecer y realzar la independencia del Parlamento. Independencia que no quiere decir oposición, pero tampoco quiere decir sumisión. (…) No hay posibilidad de que yo ejerza una gestión de oposición, pero tampoco nadie me verá doblegarme o ser sumiso a cualquier cosa que no sea la voluntad de la mayoría de esta cámara», aseveró.

El político de 56 años hizo notar su malestar por la «infantería» de los ministros que el gobierno designó y envió al Parlamento para evitar a toda costa su triunfo.

Ofertas y aprietes. Según coinciden medios de prensa, el séquito de secretarios de Estado enviados por Rousseff al Parlamento ofrecieron cargos y recursos a legisladores aliados, y también amenazaron con represalias para lograr apoyo a favor de Chinaglia.

Al respecto, Cunha dijo que el PT no tiene «adversarios», tiene «enemigos». «Todos los que osan enfrentar al PT acaban volviéndose enemigos y víctimas de toda suerte de ataques. Nosotros fuimos víctimas», afirmó.

Precisamente, la enorme y ostensible movilización de representantes del Ejecutivo en favor de Chinaglia fue la que le dio dimensiones astronómicas a su derrota.

Humillante.»La victoria de Eduardo Cunha en la primera vuelta es una de las mayores humillaciones que un presidente de la República haya sufrido al comienzo de su mandato. En la aurora de su segundo mandato, Dilma Rousseff entró en la disputa con el peso de cinco ministros de Estado; ofreció mundos, y sobre todo fondos, para elegir al petista Arlindo Chinaglia. Sin perjuicio de eso, prevaleció Eduardo Cunha, que es un enemigo de la presidenta de la República», sintetizó el columnista del portal «UOL», Josias de Souza.

Una «humillación» que se perfila como la primera de una larga cadena de sinsabores que amenazan empañar un segundo mandato por demás complicado, durante el cual el Congreso puede convertirse en un nuevo frente de lucha.

Fuente: La Capital, Rosario