El alza del precio de los alimentos pone en jaque los comedores escolares rosarinos

Los equipos directivos hacen malabares para mantener la calidad nutricional, y en los espacios almuerzan cada vez más chicos

Los equipos directivos hacen malabares para mantener la calidad nutricional, y en los espacios almuerzan cada vez más chicos

El descontrolado aumento del precio de los alimentos se siente con fuerza en los comedores de las escuelas públicas de Rosario, donde los equipos directivos deben hacer malabares para mantener la calidad nutricional de las comidas con un presupuesto que se mantiene idéntico desde abril y, además, dar respuesta al crecimiento de la cantidad de comensales. Las dificultades que atraviesan las familias en las zonas más vulnerables de la ciudad se hacen presentes en las aulas. «Vemos chicos que vienen a la escuela sin cenar», afirma una docente de un colegio de zona sur. «Si un chico falta, seguro su mamá viene a la puerta de la escuela a buscar la comida», suma otra maestra.

Los comedores escolares llenos son la otra cara del crecimiento acelerado de la inflación _con una suba del 60,2 % en los primeros seis meses del año, de acuerdo a la última medición de julio_ que corroe los ingresos de los sectores populares, sean producto de un trabajo en blanco como de changas, y deja atrás los montos de los beneficios sociales.
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«Cada vez son más los chicos que asisten al comedor», afirma Julieta Campos, vicedirectora de la Escuela Chacho Müller, de Avellaneda al 6900 (barrio Tío Rolo). El aumento es consecuencia de dos factores: en los últimos meses se incrementó la matrícula de la escuela, que empezó a recibir tanto a los hijos de nuevas familias que poblaron el barrio como a chicos que antes asistían a una institución privada, pero también muchos alumnos que antes almorzaban en la casa ahora lo hacen en el comedor escolar.

A la escuela asisten unos 520 niños que cursan desde el 1º al 7º grado de la primaria. Todos toman un desayuno o una merienda y más de la mitad, unos 350 pibes, almuerzan en el comedor escolar. Las raciones llegan desde otra escuela de la zona sur, la Nº 1.279.

La semana pasada desde la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la Asociación del Magisterio de Santa Fe (Amsafé) reclamaron un «urgente» aumento del monto de las raciones de los comedores escolares. A través de un comunicado, los gremios señalaron que la última actualización de fondos fue en abril y desde entonces las escuelas reciben 70 pesos para cubrir el desayuno o merienda de los alumnos y 168 pesos para el comedor.

Sin embargo, recordaron que en los últimos tres meses del año la inflación fue del del 31,64%. Y los productos que son fundamentales para las raciones escolares crecieron en mayor porcentaje. De acuerdo a datos oficiales, sólo en julio el precio del kilo de papas creció un 34,1 %, cebolla 19,7%; azúcar 17,1%; arroz blanco 12,4%; leche en polvo 12,0%; dulce de leche 10,8%. Todos por encima del 6,3% de inflación mensual general.

«Con estos aumentos, los trabajadores de los comedores hacen malabares para sostener la alimentación de los chicos», afirma la secretaria general de ATE, Lorena Almirón. Entre otras cosas, sostuvo que se redujo la cantidad de leche que se sirve en las colaciones y la carne casi desapareció del menú. «Lamentablemente, los platos llenan las panzas, pero no alimentan», se queja.

Una hamburguesa por chico
Los comedores escolares se abastecen de distintas formas. Algunas escuelas tienen sus propios comedores donde se preparan los alimentos para sus alumnos, otras además cocinan para otros establecimientos del barrio. Un tercer grupo recibe las comidas desde la cocina centralizada de la provincia. En todo el territorio santafesino, a diario se reparten 200 mil raciones de comida en las escuelas y otras 472 mil copas de leche.

Marisa Aybar es docente de la Escuela ARA General Belgrano (barrio Las Flores), donde asisten unos 470 chicos del nivel primario. Como tienen jornada ampliada, la mayoría de los alumnos más grandes almuerza en el comedor. «Tenemos más demanda y eso se nota», afirma y destaca que «si uno de los chicos falta a la escuela, su mamá viene a buscar la comida que le corresponde».

La escuela de barrio Las Flores recibe las raciones desde la cocina centralizada y, según afirma la docente, las proteínas son cada vez más escasas entre los alimentos que se sirven a los alumnos. «Hicimos el reclamo varias veces, las porciones no cumplen con todo lo que debe tener una dieta equilibrada para un niño en edad escolar», subraya.

Por ejemplo, dice que la mayoría de los días los platos se llenan con guisos o polenta. «No hay más milanesas, ni pollo al horno. De vez en cuando recibimos hamburguesas al horno que vienen contadas: una por chico, así que sólo pueden repetir si falta un compañero y no viene su familia a buscar la comida».

También los feriados
Los chicos de la Escuela Nº 1396 Santa Lucía, del barrio del mismo nombre, almorzaron este lunes arroz amarillo. En la cocina de la escuela se preparan los alimentos para los alumnos de la primaria y también del jardín de infantes del barrio. En total se preparan unas 500 raciones de alimentos todos los días.

Como sucede en la escuela de Tío Rolo, en ambos espacios también creció la demanda, por el aumento mismo de la matrícula. Y las necesidades de las familias se notan en las rutinas del comedor. «Generalmente les damos el desayuno a las ocho y a las diez piden algo más para comer. Lo mismo pasa con los feriados, antes los chicos no venían a buscar la comida, ahora no se la pierden», advierte el personal.

Con esa realidad, en la cocina de la escuela no sólo se preparan alimentos, también se multiplican. «El pan o las frutas ya no los servimos enteros, los fraccionamos para que alcancen para todos y para el que quiera comer media fruta no prive a otro de repetir el postre. También reemplazamos algunos alimentos: en lugar de comprarles un alfajor, les hacemos tostadas con dulce de leche o pan con manteca», cuentan. Es un esfuerzo mayor para el personal, «pero de esa forma garantizamos que los chicos puedan comer».

A diferencia de otras épocas, señalan que los chicos son menos selectivos. «Antes nos daba trabajo que los chicos tomen leche, ahora se come todo lo que se sirve», explican. En tiempos de crisis, «que el chico coma en el comedor ayuda a resolver la economía de la familia».

Eso se nota cuando los chicos pasan al secundario, que no cuenta con servicio de comedor escolar. Desde este año, un grupo de madres y docentes se encarga de preparar la comida un día por semana, para que los chicos puedan comer. «Se nota la necesidad», afirman.

La secundaria de Santa Lucía no es la única donde se siente la ausencia de comedor. En los últimos meses, los centros de estudiantes de ocho escuelas secundarias empezaron a tramitar partidas para implementar algún refuerzo alimentario. El diputado Carlos del Frade gestionó el pedido en la Legislatura para que se implementen viandas para las escuelas Nº 649, con una población estudiantil de casi 600 personas, la Nº 350, con casi 800, la Nº 426, con unos mil alumnos, la Nº 649, con una matricula de más de mil personas, la Nº 464, con unas 600 personas, la Nº 467, con 500; la Nº 432, con unos mil estudiantes, la Nº 215, con aproximadamente 200 estudiantes y la Escuela Vigil, con una población estudiantil de más de 600 personas.

Fuente: La Capital