El arete y el carnaval, dos fiestas para todo el norte
Maíz y algarroba, dos frutos de la tierra que la danza toma por estos días.
07/02/2019 FIESTAS Y CONGRESOSMaíz y algarroba, dos frutos de la tierra que la danza toma por estos días.
Perfume penetrante de albahaca, plantas cargadas de algarrobas, abundante maíz que se ofrece por las calles, barato por su abundancia; y el calor, el más intenso de todo el año, son algunos de los signos propios del tiempo del «arete», la celebración agraria en honor a la tierra a la que los pueblos originarios del norte argentino agradecen la abundancia del grano sagrado.
Pero el arete no solo se trata de una cuestión terrenal sino que implica el reencuentro con los seres queridos que ya no están pero permanecen en el sentimiento, el afecto y la memoria.
La presencia del maíz
El maíz que producen los guaraníes, que desde hace años se ubican al costado de la ruta nacional 34. Y ya está presente en la mesa de todas las comunidades criollas y aborígenes desde fines de diciembre. El maíz acompañó la Navidad, el Año Nuevo y la fiestas de los Reyes Magos. Su cosecha se extenderá, si el tiempo lo permite, más allá de enero y posiblemente hasta los últimos días de febrero.
El respeto y el cariño a la celebración de la fiesta del arete sin embargo, subyace en la conciencia de los pueblos ancestrales que se suman a las fiestas de la cristiandad pero no dejan de lado la celebración que los identifica desde hace siglos, la misma que revitaliza y renueva su identidad y ascendencia guaranítica.
De allí, del arete, proviene la danza acompasada y en círculos que dibuja el pim pim, danza que hace años salió de cada comunidad y hoy se luce en el circuito carnestolendo de la avenida 20 de Febrero de Tartagal. Esa primera calle de tierra que tuvo la ciudad y que corre paralela a las vías del ferrocarril, el mismo que llegaba hasta los rincones más profundos de nuestro país llevando la fuerza y la vitalidad de una Argentina que lo necesitaba para seguir sembrando pueblos; como Tartagal y tantos otros que surgieron al costado de los rieles y que hoy se reúnen para la fiesta del arete o el carnaval que coincide en el calendario anual pero sobre todo en el ánimo, en el ambiente, mixturando las costumbres de los hermanos originarios y de los que vinieron de los más diversos y distantes rincones de la tierra para poblar este norte fecundo y rico, a pesar de las dificultades y de la rigurosidad de su clima tropical.
Arete o fiesta del carnaval
Quizás sólo se trate de una simple coincidencia o quizás, que ambas celebraciones coincidan en el tiempo y lugar, tiene una lógica absoluta porque a la fiesta del arete y a la del carnaval la festejan hoy por igual, aborígenes y criollos.
Las chicas que bailan el pim pim dejaron de lado lo que sus abuelas utilizaban para realzar la belleza de sus rostros: las semillas de color rojo intenso de la planta del urucú a las que reemplazaron por maquillajes de cartillas pero el significado sigue siendo el mismo.
La música que danzan con pasos cortitos y los pies descalzos del pim pim es tan contagiosa y pegadiza que resulta casi imposible resistirse a acompañar esos compases que buscan honrar y agradecer a la madre por excelencia: la tierra. Es ella la madre generosa que ofrece -ya lo hacía hacia miles de años y de allí las honras y la gratitud- el grano de maíz, el alimento que para las culturas precolombinas constituyó su base alimenticia; y hoy lo sigue siendo porque el maíz se consume en forma interrumpida desde diciembre hasta después de la semana santa, fresco recién cosechado, pero durante todo el año, con el grano ya maduro, de diversas formas.