El Brasil de Bolsonaro daña gravemente el medio ambiente

Entre agosto de 2020 y el pasado julio fueron talados al menos 745 millones de árboles. En la Amazonia los pueblos originarios ven cómo sus tierras son invadidas por minerías ilegales. 

Entre agosto de 2020 y el pasado julio fueron talados al menos 745 millones de árboles. En la Amazonia los pueblos originarios ven cómo sus tierras son invadidas por minerías ilegales.

Surgen nuevos datos sobre los efectos de la política ambiental llevada a cabo por el gobierno del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro en Brasil. Entre agosto de 2020 y el pasado julio fueron talados al menos 745 millones de árboles, lo que significa una extensión de 13.235 kilómetros desmatados. Es un área equivalente a 65 veces la ciudad de Buenos Aires.

Desde la llegada de Bolsonaro al sillón presidencial, el primer día de 2019, hasta el 31 de julio de este año, fueron talados mil novecientos millones de árboles. De ese total, un 30% estaba en tierras de la Nación. Los datos son del INPE, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, que en 2021 cumple medio siglo de existencia.

Desde su llegada a la presidencia, Bolsonaro hostiga sin pausa a la institución. Pese a haber sido conocidos el 27 de octubre, cuatro días antes de la apertura de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada en Glasgow, los datos solo fueron divulgados el jueves 18 de noviembre, cuatro días después del cierre de la reunión.

En su reciente viaje a algunos emiratos árabes, Bolsonaro llegó a asegurar que la foresta amazónica está “intacta” y es casi igual a lo que era en 1.500, cuando los portugueses llegaron a de Brasil.

La insistencia del mandatario en oponerse a la verdad contrasta frontalmente con un cuadro que muestra de manera inequívoca que en realidad la Amazonia desangra frente a los ojos del mundo.

Las comunidades originarias ven como sus tierras son invadidas por minerías ilegales, que además de tirar abajo árboles en cantidades inmensas contaminan con mercurio las aguas de la mayor bahía hidrográfica del mundo.

Desde la llegada de Michel Temer a la presidencia, luego de la destitución de Dilma Rousseff, en agosto de 2016, la estructura de control y preservación del medio ambiente sufrió recortes en los presupuestos destinados a la defensa ambiental y de las áreas demarcadas ocupadas por pueblos originarios.

Con Bolsonaro, lo que era un lento desmonte fue sustituido por una avalancha destructora.

El actual gobierno estimula acciones de devastación ilegal, con el mandatario abriendo espacio para congelar la fiscalización mientras reduce la aplicación de multas y, de diferentes formas, contribuye para que crímenes practicados en el medioambiente, especialmente en las florestas, sean encubiertos.

Bolsonaro sigue dando muestras de irritación con los efectos de lo que su agenda ambiental produce: el derretimiento de la imagen de Brasil en el escenario global. Pero no hay cómo defenderse.

Un dato preocupa cada vez más no solo a analistas económicos y políticos, pero a empresarios, en especial de sectores del llamado agro-negocio: la Unión Europea anuncia medidas duras para limitar y hasta impedir el ingreso de productos cuyo origen sea la floresta. La propuesta, ya aprobada en la comisión correspondiente, tendrá como foco la importación de materias-primas de países que contribuyan para la desforestación y la degradación ambiental.

Cuando sea aprobada en el pleno da la UE, impondrá restricciones para la soja, la carne, la madera, el café y el cacao, entre otros productos.

Las duras medidas se refieren a todas las naciones, desde luego, y no solo a Brasil. Ocurre que la devastación ambiental en el país ocupa el centro de tensiones y atenciones de las más importantes economías del mundo, lo que evidentemente incluye a la Unión Europea.

No se sabe cuándo el documento final será aprobado. Pero se sabe que las medidas serán impuestas rápidamente, con efectos muy duros para Brasil.

Bolsonaro cuenta con respaldo de gran parte del sector del agro-negocio, que se beneficia del desmonte de todas las políticas estructuradas a lo largo de décadas destinadas a preservar el medioambiente.

Como en 2022 habrá elecciones presidenciales, no se vislumbra ningún cambio en la política ambiental del actual mandatario, que pretende la reelección con el respaldo del campo. El precio, en todo caso, no le tocará solamente al agro-negocio, sino a todos los brasileños.

Fuente: Página 12