El incremento de la pobreza tensiona cada vez más la red de salud pública de Rosario

Desde la provincia estiman que en lo que va del año volvió a subir hasta un 40% la demanda en los efectores. El municipio apunta a la demanda alimentaria

Desde la provincia estiman que en lo que va del año volvió a subir hasta un 40% la demanda en los efectores. El municipio apunta a la demanda alimentaria

Hace tiempo que la pobreza pone en tensión a la red de salud pública de la ciudad. La conjunción de pandemia y crisis económica lleva al límite el sistema. En enero de 2019 Rosario iniciaba el año con el índice de desempleo más alto del país (12,8%), las últimas cifras de pobreza publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) mostraron que en la ciudad el 41,8 por ciento de la población es pobre y el desempleo roza el 20 por ciento. “Ya el año pasado la demanda en hospitales y centros de salud creció entre un 30 y un 40 por ciento por pacientes que habían perdido su obra social, y estimamos que en lo que va de este año, estamos en números similares”, señaló la responsable del 1º y 2º Nivel de Salud de la provincia, Laura Ortube.
Malnutrición, enfermedades crónicas y crisis subjetivas. Se agudizan cuadros que ya se veían en las redes de atención primaria. Garantizar el alimento es el principal desvelo en los barrios. El responsable de la red municipal, Fernando Vignoni, afirmó que la demanda de comida se disparó y consideró: “Hoy la asistencia del Estado se enfoca en quienes deben aislarse por la pandemia, cuando debería ser mucho más masiva”.
La relación pobreza y salud es directa. “La gente se enferma más y llega al sistema más arrasada”, plantea. En la previa a la pandemia desde los centros de salud venían advirtiendo ese deterioro, además de haber sumado al sistema 40 mil nuevos pacientes y haber duplicado la entrega de medicamentos a pacientes crónicos en los últimos años.

Los números oficiales del primer semestre del 2020, pandemia incluida, marcan un fuerte aumento de la pobreza, que hoy se ubica en el Gran Rosario en el 41,8 por ciento de la población, lo que significan 551.802 personas que no cubren la canasta mínima de bienes y servicios _85.679 más que hace un año_, de las cuales 176.166 están en la indigencia y ni siquiera alcanzan los alimentos básicos.

Según datos del Indec de los primeros tres meses del año, el 32 por ciento de la población del Gran Rosario no tiene obra social, y el 25 por ciento no tiene desagüe a la red pública, es decir que tiene descargas a cámara séptica, pozo ciego o directamente a excavación en tierra. Las estadísticas no son más que una foto de condiciones materiales de vida con impacto directo en la salud, sin embargo, por estos días, la comida es la principal preocupación y demanda.

Garantizar el alimento

De un modo u otro, la necesidad de poder poner comida en la mesa llega en primera instancia a los centros de salud y así lo cuentan los médicos. Quizá el relato más claro, aunque no el único, es que días atrás hicieron público los trabajadores de la salud a través de una campaña. “L. es un mujer de 36 años. Se le diagnosticó Covid positivo. Desde el equipo del centro de salud evaluamos la necesidad de derivarla a un centro de aislamiento, ya que vive con sus dos niños y su pareja. Aceptó alojarse allí. Nos comunicamos con su pareja, nos preguntó qué debería hacer él, le transmitimos que también debería aislarse por 14 días y contestó: «No les quiero mentir, soy cartonero y si no salgo, no tengo para darle a mis hijos»”, habían contado en redes sociales.

A eso su suman pacientes con enfermedades crónicas, diabéticos con descompensaciones que no pueden mantener una dieta adecuada, como el caso de M., una mujer de apenas 30 años, insulina dependiente, que ingresó descompensada a un centro de salud y esperó más de tres horas por una ambulancia. O el caso que atendieron en el Centro de Salud Ceferino Namuncurá donde un hombre llegó con un cuadro similar, su familia recibió asistencia alimentaria, pero la mayor parte de los productos del bolsón eran hidratos y azúcares no aptos para su dieta.

“La situación es muy crítica”, insiste Vignoni, que vuelve a señalar “la llegada de un mayor número de pacientes sin obra social y de pacientes que ya asistían al sistema municipal, pero que llegan en peores condiciones: deterioro de los cuadros nutricionales y muchos deterioros subjetivos a causa de la crisis”.

Sobre garantizar la comida fue taxativo. “Todo malnutrido es un potencial inmunodeprimido”, señaló el médico, y apuntó que las situaciones que se ven son de “pacientes crónicos que no pueden mantener una dieta adecuada a su enfermedad, como el caso de los diabéticos, y quienes están buscando a diario múltiples estrategias para poder comer. Van preguntando y armando un día de copas de leche y comedores para poder garantizar el alimento”.

En ese punto, indicó que incluso a la mayoría de los centros de salud se presentan personas de diferentes barrios pidiendo ayuda para poner en marcha comedores o copas de leche en las zonas en las que viven. “Esa es una demanda de todas las semanas”, señaló el médico.

Ese escenario en contexto de pandemia, difícilmente como L. sean pocos los que pueden cumplir con el aislamiento. Vignoni señaló que “en esos casos el Estado está garantizando en los barrios asistencia alimentaria”, sin embargo, consideró sin dejar lugar a dudas que el panorama actual “requiere de intervenciones más masivas y no tan enfocadas específicamente en quienes deben aislarse”.

Demanda adicional

Laura Ortube estuvo hasta el año pasado en el Hospital Provincial y desde hace algunos meses, está al frente de la red de atención primaria y de los efectores del 2º Nivel del Ministerio de Salud santafesino. Ya desde el año pasado señala que se viene registrando “tanto en el primer como en el segundo nivel un incremento de la demanda de los pacientes que llegan desde el sector privado porque fundamentalmente se quedan sin obra social”.

La médica detalló que ese crecimiento en la previa a la pandemia “fue de entre 30 y el 40 por ciento”, y estimó que en estos meses de 2020, pandemia incluida, la demanda se volvió a disparar nuevamente en esos mismos porcentajes.

“La pobreza impacta siempre en la salud, pero en pandemia ese impacto es mucho mayor _continuó_. Además, le estamos pidiendo a la gente higiene de manos y elementos, cuando muchos barrios no tienen bien acceso al agua. Todo eso requiere un acompañamiento continuo de los centros de salud para poder garantizar el cuidado de la personas”.

Arregláte como puedas

Como Vignoni, también apuntó a los pacientes con enfermedades crónicas previas al coronavirus, a se agregan las crisis de angustia y cuadros subjetivos, agravados en los casos de los pacientes que ya los padecían, “y muchos pacientes nuevos”, indicaron.

La suspensión de los dispositivos de salud mental grupales, e incluso la reconversión a la virtualidad y a los llamados telefónicos en los casos de los abordajes individuales, muestran todas sus limitaciones. “Necesitamos la forma de que los dispositivos de salud mental vuelvan a llegar a los barrios”, vienen planteando los médicos de los centros de salud desde hace ya varios meses porque la contención no alcanza.

A eso se suma un cambio de escenario y de clima en los barrios que para el médico municipal no es menor. “Al principio de la pandemia había un clima de protección entre todos, de mayor apoyo del Estado con la asistencia alimentaria, el IFE y subsidios”, indicó, sin embargo, para Vignoni, seis meses después, “esa ayuda está cada vez más sectorizada, hay más pobreza, y el clima es más «cada uno que se arregle como pueda»”.

Fuente: La Capital