El mapamundi se pobló de ultraderechistas

Steve Bannon, ex consejero de Trump, se trasladó a Bruselas, donde fundó “El Movimiento” con la meta de federar a todos los partidos nacionalistas y de extrema derecha y tomar por asalto el Parlamento Europeo en las elecciones de mayo.

Steve Bannon, ex consejero de Trump, se trasladó a Bruselas, donde fundó “El Movimiento” con la meta de federar a todos los partidos nacionalistas y de extrema derecha y tomar por asalto el Parlamento Europeo en las elecciones de mayo.

Los populistas de extrema derecha han dejado de ser un área restringida de espectadores nostálgicos para convertirse en una cruzada mundial. Fascistas, neonazis, xenófobos, integristas religiosos, soberanistas, regionalistas, autoritarios o movimientos post ideológicos como el italiano 5 estrellas conforman una nueva cartografía planetaria de la oferta política. El éxito electoral los ha acompañado de forma ascendente desde que, a partir de mediados de los años 80, la extrema derecha francesa del Frente Nacional (hoy Reagrupamiento Nacional) rompió los márgenes donde vivía con apenas 2% de los votos. Dos elecciones presidenciales disputadas en Francia con su candidato en la segunda vuelta (2002, Jean Marie Le Pen, 2007, Marine Le Pen), primer partido de Francia en las elecciones europeas de 2014, victoria presidencial en los Estados Unidos, columna vertebral de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit), triunfo en Hungría con Victor Orban, Rodrigo Duterte en Filipinas, en Italia con Matteo Salvini, en Polonia con Jaroslaw Kaczynski, en Austria con Sebastian Kurtz y Heinz-Christian Stracheun, el recién llegado en Espana, Vox, y en Brasil con Jair Bolsonaro, el mapa mundial se fue llenando de extremistas exitosos.

La tierra de conquista más vulnerable sigue siendo Europa. Es a partir del Viejo Continente donde los populistas grises están construyendo lo que ellos mismos denominan “una internacional populista”. Steve Bannon, el ex consejero de Donald Trump, se trasladó a Bruselas, donde fundó “El Movimiento” con la meta de federar a todos los partidos nacionalistas y de extrema derecha y tomar por asalto el Parlamento Europeo en las elecciones europeas de mayo próximo. Para él, Europa “es el centro del levantamiento populista y nacionalista” que conducirá a estos movimientos “a ganar y a gobernar”, dijo Bannon en agosto del año pasado cuando llegó a Bruselas.

En la capital belga, Steve Bannon instaló su cuartel general en una lujosa residencia de 1.200 metros cuadrados con parque y piscina. Su propietario es Mischaël Modrikamen, un empresario, abogado y líder del partido político liberal-conservador de extrema derecha Partido Popular (6% de intenciones de voto). El proyecto de la internacional populista tiene una extensión en Italia a través del monasterio medieval de Trisulti donde, con el respaldo de otros dos personaje, Benjamin Harnwell y el cardenal conservador Raymond Leo Burke, Bannon aspira a abrir allí una academia, es decir, una escuela de capacitación de populistas y nacionalistas. Benjamin Harnwell es el fundador del think tank Dignitatis Humanae Institute (Instituto para la Dignidad Humana) mientras que el cardenal Burke es un acérrimo opositor al Papa Francisco. Según detalló Harnwell al diario La Stampa, “se trata de un proyecto que apunta a la promoción de la civilización occidental y sus fundamentos judeo-cristianos, en base al pensamiento nacionalista populista que ha desarrollado Bannon”. El grupo no ha conseguido todavía su principal objetivo: la formación de un cuerpo nacionalista dentro del Parlamento Europeo. La primera reunión del “club de líderes populistas” creado por Bannon y Modrikamen aún no se llevó a cabo. Aplazado dos veces, el congreso está previsto para finales de enero de este año. Los grandes partidos de la ultraderecha Europea han, hasta ahora, más bien rehusado acercarse al Movimiento. Lo miran a la vez con interés y recelo. Marine Le Pen aclaró que “la salvación” de Europa la harían los europeos y no un norteamericano. Los creadores de El Movimiento reconocen “contactos y diálogos”, pero la formalización de una estructura con todos ellos adentro no se plasma. Algunos analistas piensan que esa internacional terminará por existir, pero fuera de la influencia de Steve Bannon. Los encuentros entre líderes europeos de misma tendencia son frecuentes. Salvini fue a ver a Kaczynski, Victor Orban mantiene relaciones muy cercanas con el mismo Kaczynski. Falta, aún, el elemento que los lleve a todos a una convergencia más allá de la retórica. El pasado dos de enero, cuando asumió su cargo, el nuevo Ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, hizo pública su admiración por “la nueva Italia, Polonia y Hungría”. De hecho, aunque circulan en el mismo carril, las divergencias en el seno de este grupo político son tan profundas como caricaturescas.

Todos llegaron al poder o al Parlamento con la misma narrativa: la oposición del pueblo contra las elites, sean políticas o económicas. Esa es una de las características de las extremas derechas resucitadas. La otra le definió con pertinencia el profesor de filosofía y politólogo Yves Charlees Zarka: “lo que caracteriza al populismo de hoy es que éste se desarrolla en las sociedades democráticas cuyas poblaciones están dotadas de un alto nivel de educación”.

Los populismos contemporáneos engloban un enjambre de ideologías renacidas, o una combinación de varios ingredientes del pasado y de la modernidad. 11 son hoy los dirigentes que podrían entrar en esa “internacional populista”:Victor Orban (Hungría), Matteo Salvini (Italia), Luigi Di Maio (Italia), Jaroslaw Kaczynski (Polonia) Sebastian Kurtz y Heinz-Christian Stracheun (Austria), Andres Babis (República Checa), Rodrigo Duterte (Filipinas), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Jair Bolsonaro (Brasil), Donald Trump (Estados Unidos). A ellos hay que agregarle las formaciones que van poco a poco arañando escalones en el poder político como ocurre con las extremas derechas de Alemania, Holanda y Vox en España.

Para todos, más que la elección de Trump, el punto de quiebre tiene dos episodios: la elecciones europeas de 2014 y el referéndum a favor de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Esa es nuestra “piedra fundacional”, recuerda Mischaël Modrikamen. Europa ha sido para la ultraderecha globalizante un ejemplo permanente. Steve Bannon recordó cómo el molde Europeo le dio las armas para llevar a Trump a la presidencia: “Europa me resulta fascinante. Los europeos tienen muchas cosas para enseñar a los norteamericanos. Europa nos lleva dos años de adelanto. Cuando vine a observar el levantamiento de los partidos populistas en las elecciones europeas de 2014 aprendí muchas cosas”. En sus desplazamientos por las capitales europeas, Steve Bannon se mueve con el aura de un evangelista del populismo. Habla como un iluminado y aunque no haya aún realizado su sueño de unir a todas las ultraderechas, Europa parece ser clave en sus estrategias políticas norteamericanas. No es Donald Trump y su mezquindad narcisista radical las que constituyen el zócalo de una internacional populista. Trump sólo es “america first”. El portavoz viajero de la globalización de la ultraderecha es Steve Bannon. “Es como un Che Guevara de la extrema derecha que está buscando su Bolivia”, dice anónimamente un eurodiputado del ala nacionalista. Bannon preside el cenáculo de lo que el pensador italiano Antonio Gramsci llamó “los monstruos”. Estos han venido a perturbar la confrontación izquierda-derecha vigente desde principios del Siglo XX. Una de las frases más citadas por los analistas occidentales pertenece a Gramsci. Pareciera que la hubiese escrito hoy: “el viejo mundo se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer y en ese claro-obscuro surgen los monstruos”. Por el momento, andan separados.

Fuente: Página 12