El placer de ingresar en un mercado que parece salido de una película

“Hay productores de Bariloche y Dina Huapi, pero también de Villa Llanquín, Corralito, Arroyo Chacay, Ñirihuau, El Manso, Bolsón, Río Villegas…”

Si bien son muchos los habitués de Feria Franca de Agricultores del Nahuel Huapi, que se desarrolla los sábados en la plaza Belgrano, también es cierto que mucha gente, por desconocimiento, se pierde de acudir a un lugar que, en cuanto a la calidad de productos que se ofrecen, con el añadido de que se trata de elementos orgánicos, y los buenos precios, se coloca como una de las mejores opciones en la ciudad a la hora de buscar verduras, hortalizas, frutas y demás.

Si bien el sitio funciona desde hace catorce años, no todos los barilochenses están al tanto de su existencia.

Aunque la ubicación es buena, ahí nomás del Hospital Privado Regional (HPR), en cercanías del radio céntrico, aquellos que no suelen tomar por ese camino, o no les han llegado los comentarios, o no vieron las noticias que hablan de ella, se pierden de algo que es mucho más que una salida de compras para rellenar la alacena y la heladera.

Ingresar a ese sendero de la plaza Belgrano abre las puertas para una visita sensorial, porque la caminata se disfruta de manera completa, a partir nomás de la mirada, que en un primer momento traslada a alguna de esas películas extranjeras, particularmente las europeas, donde los mercados en la vía pública son algo instalado, y suele haber comedias románticas que tiene su encuentro amoroso de la pareja principal, entre fortuito y no tanto, en uno de esos senderos rodeados por la oferta de alimento.

Aquí, en este rinconcito de Bariloche, de manera mucho más modesta, porque los vendedores no son tantos como los que se observan en las escenas cinematográficas foráneas, la belleza del entorno -entre la arboleda, y a pocos metros los juegos para niños- hace pensar en un paseo para disfrutar en serio.

La secretaria de la Feria, Pamela Cowes, cuenta que, en la actualidad, hay cuarenta productores habilitados para participar, pero que, en general, cada mañana sabatina, concurren entre quince y veinte.

Suele suceder que algunos les pasen sus productos a otro compañero para que los expongan en su propio stand.

Es que hay quienes deben recorrer largas distancias, y no siempre pueden.

“Hay productores de Bariloche y Dina Huapi, pero también de Villa Llanquín, Corralito, Arroyo Chacay, Ñirihuau, El Manso, Bolsón, Río Villegas…”, enumera Pamela, quien indica que “la idea de la feria es vender el remanente de lo que a uno le queda”, porque se debe destacar que esta idea nació para acompañar el esfuerzo de pequeños proyectos familiares, no para la exposición de grandes empresarios.

“Todos sembramos para nosotros, lo que nos sobra es lo que en un principio se vende en la Feria; aunque después, si va bien, por ahí se empieza a producir un poco más”, dice la mujer, que, en su caso particular, acude a la plaza desde hace seis años.

“Trabajamos con mi marido y mis hijas, en El Manso. Tengo verduras, hortalizas, frutas, hago dulce y también algunas artesanías en cuero. Empecé a venir porque estaba realizando un curso de apicultura organizado por la municipalidad, y una de las compañeras me preguntó si tenía verduras, le dije que sí, y me consultó que hacía con lo que me sobraba. Le expliqué que mayormente regalaba todo… Porque una empieza plantando para usar en la familia, pero se entusiasma y sigue… Ella me aconsejó que viniera”, explica Pamela.

Igualmente, aclara que los últimos tiempos fueron complicados: primero, la pandemia; luego, la sequía y alguna plaga… Lo que no falla, dice, es la clientela. Comenta que están aquellos que acuden siempre, y destaca que, entre los de las visitas aseguradas, cada sábado, figuran chefs de varios restaurantes: “Buscan lo ecológico, porque saben que no usamos conservantes”, detalla.

Incluso hay turistas que llegan todos los años, y saben que, alrededor de esta fecha, la Feria Franca los espera.

Y, en ese punto, vale una aclaración: si bien este mercado al aire libre funciona los sábados, de 11 a 15, de noviembre a abril, está la idea de que permanezca en actividad durante todo el año. La intención es que el resto de los meses la Municipalidad ceda lugares cubiertos, aunque sea para funcionar una vez por mes, alternadamente en distintas ubicaciones de la ciudad.

Si bien todavía no conversaron con las autoridades sobre el tema, Pamela se muestra confiada en que se podrá hacer.

Fuente: El Cordillerano