El trueque: un fenómeno solidario que crece en Mendoza

La feria funciona todos los sábados en Colonia Bombal, Maipú, y está en el centro del Mercado Cooperativo.

La feria funciona todos los sábados en Colonia Bombal, Maipú, y está en el centro del Mercado Cooperativo.
Cada sábado escenas como esta se repiten en la feria de Colonia Bombal. El espíritu solidario es lo que prevalece entre los participantes.

Desde diciembre de 2001 y principio del 2002, la palabra trueque fue sinónimo de crisis en nuestro país. Porque esa fue la manera con la que mucha gente afrontó la difícil situación económica y social por la que pasamos los argentinos, con cinco presidentes en una semana y papeles con el nombre de Lecops o Patacones como moneda.

Sin embargo, a 30 minutos del centro mendocino y a 17 años de aquellos trueques, todavía sigue existiendo una feria donde la gente intercambia productos o mercadería sin plata de por medio.

En Colonia Bombal, todos los sábados se arman unos 350 puestos donde la única moneda de cambio es el truque. Allí, por un paquete de arroz o de fideos se puede conseguir una bolsa llena de verduras, frescas y recién levantadas de las chacras.

Así es como cientos de familias de esa zona, la mayoría de la colectividad boliviana, tratan de negociar su producción a cambio de mercadería, ropa y elementos de higiene.

Desde hace 15 años que «el trueque», como le dice la gente del lugar, funciona en el Mercado Cooperativo Colonia Bombal, Maipú, aunque en el último tiempo se ha visto incrementado. «Ha empezado a venir más gente por la situación actual», comentó María Paredes (58), quien todos los sábados dice que viaja desde Las Heras para canjear «cosas de nuestros chicos» por frutas y verduras.

Todo comienza entre las 9 y las 9.30, cuando lo que tienen sus puestos llegan para organizarse y preparar lo que luego van a trocar. Cada uno llega con sus producción y entre ellos se cambian mercadería para armar los «surtidos». Porque algunos solo tienen lechugas o acelgas y otros solo zapallos o cebollitas de verdeo. Entonces se produce el intercambio para lograr tener variedad.

Mientras tanto, fuera del predio (de unos 50 metros cuadrados) se va formando la cola de la gente que llega para canjear. A las 9.30 se habilita el ingreso y se les cobra una entrada mínima «para mantener la limpieza del lugar», explicó Rosemary Sandoval, coordinadora de este emprendimiento.

«El que no tiene para pagar entra igual», agregó esta mujer a la que todos en el lugar conocen y saludan con amabilidad. Ella fue quien lo inició y define a esta actividad «como una terapia».

Este trueque también tiene un costado solidario, porque mientras uno se está llevando una bolsa con verduras o frutas, está haciendo el bien a gente que la pasa mal. Para ellos, la ropa usada o un paquete de cualquier alimento es de mucha utilidad.

«Cualquier cosa nos sirve, nos viene bien», contó Elisa (52), mientras prepara sus verduras momentos antes de que se produzca el ingreso de la gente, que lo hace por dos entradas que tiene el predio.

El acto de trocar transcurre organizadamente y los que llegan primeros son los más beneficiados, porque encuentran las mejores verduras. «Qué tiene para trocar», se escucha una y otra vez en cada uno de los puestos.

Cuando todo va llegando al final, los que fueron con sus carritos o bolsos con lechugas, zapallos o zanahorias se vuelven a casa con mercadería, ropa o elementos de higiene. Felices.

Mientras, los «visitantes» regresan a casa con la verdura que seguramente fraccionarán para toda la semana o mucho más. Algunos también llevan para compartir con familiares o vecinos.

Todo es solidaridad, más en esta época de crisis y de precios elevados. Pero allí, en Colonia Bombal, los precios no existen y cada uno paga lo que tiene a mano. Del otro lado recibirán mucho más que verduras, porque esa producción tiene la dedicación de manos laboriosas. Y todo ese trabajo vale mucho más que un paquete de arroz.

Fuente: Uno