Entre quebradas y paisajes de cordillera para llegar hasta la increíble Laguna Brava

Recorrer estos increíbles caminos de La Rioja permite disfrutar de una experiencia única por la Argentina natural.

Recorrer estos increíbles caminos de La Rioja permite disfrutar de una experiencia única por la Argentina natural.

Los copos de nieve caen como una ligera llovizna por la zigzagueante Quebrada de la Troya, pasando los 1.500 metros de altura.

Es a pocos kilómetros de la localidad de Vinchina en el camino hacia la cordillera riojana, que en el tramo final llegando a la Reserva Laguna Brava alcanza una altitud de más de 4.000.

Durante el invierno suele nevar. Es uno de los trayectos fascinantes del recorrido, porque sentir in crescendo cómo cae la nieve sobre las montañas mientras el horizonte se va cubriendo paulatinamente de un manto blanco que enceguece, es algo que sacude el cuerpo en un cosquilleo de emoción.

De esos momentos donde se escapa a lo común y uno se adentra realmente en lo desconocido, en la dimensión interna de la aventura, al decir del cronista Lawrence Osborne. En este caso, una belleza que paraliza en su experiencia desoladora y enigmática.

Después de siete kilómetros por la Quebrada de la Troya se llega entonces al último pueblo, Jagüe, antes de entrar en la cordillera. Hay casas e iglesias de adobe de una comarca detenida en el tiempo, con lechos secos y un paisaje árido que reverdece con las escasas lluvias del verano.

HACIA LAGUNA BRAVA, EN 4X4
No es sino en camioneta 4×4 que se avanza por la huella pedregosa en la ruta nacional 76 hacia Laguna Brava, uno de los destinos más buscados del turismo de aventura en La Rioja,

Es un Sitio Ramsar y uno de los más deslumbrantes del sector argentino de los Andes.

El punto de arranque, antes de entrar a la Quebrada, es en el pueblo de Villa Unión, departamento de Felipe Varela. Se calcula un recorrido de 200 kilómetros desde allí hasta Laguna Brava: se sale cerca de las nueve de la mañana para volver aproximadamente a las cinco, seis de la tarde.

“Intentaremos llegar a la laguna, todavía no podemos saber si hay temporal en la cumbre”, dice Sergio Torres Páez, un guía que pese a tener los datos de la montaña con la última tecnología cuenta que sólo al pasar los 3.000 metros se sabrá si el temido “viento blanco” pondrá en riesgo la travesía. En tal caso, la solución es pegar la vuelta de inmediato, sin la posibilidad de ver la laguna.

Para subir hasta la cordillera hay que avisar en una oficina de Gendarmería y no está permitido ascender sino con guía, en una excursión que si se hace entre cuatro personas tiene un valor aceptable para el turista de clase media.

Más allá de arribar o no a Laguna Brava, se disfruta paso a paso de lo que acontece en el camino.

PAISAJES DE CORNISA
El pasaje de cornisa que se expande sobre la Quebrada de la Troya es un festival de colores y majestuosas panorámicas, yendo del rojo ladrillo -que pertenece a la formación de los colorados, compartido con el Parque Nacional Talampaya- al verde, amarillo y al marrón sobre el río Bermejo: cadenas montañosas, sedimentos que datan de unos 260 millones de años con plegamientos gigantes que por sus peculiares formas reciben diferentes nombres: la Pirámide, la Tortuga y el Panal de Avejas, entre las más reveladores.

En un tramo inicial del tour se ve el Famatina nevado de fondo, el “vertedero natural de La Rioja”; surgen luego vicuñas, guanacos, ñandúes y antiguos refugios de arrieros por el camino desértico y de poca vegetación -algunos de ellos construidos por Domingo Faustino Sarmiento-, son también tierras milenarias por las huellas de animales pre históricos hallados en la roca.

“En La Rioja somos un poco de aquí y un poco de allá”, dice Nando Ocampo, de la secretaría de Turismo riojana. “Estamos en el centro-oeste del país, al norte limitamos con Catamarca, al este con Córdoba, al sur con San Luis, al oeste con San Juan. Y al noroeste tenemos la frontera con Chile, por lo que nuestra identidad es múltiple”.

Dice que el turismo de aventura es de los más buscados en la provincia, en el llamado “Corredor del Bermejo”. En él se encuentra Laguna Brava, pero también la Reserva El Chiflón, Talampaya y Patquía.

Luego de pasar con la 4×4 por la Quebrada de la Troya, en la expedición sobrevienen las multicolores Quebrada del Peñón y Quebrada de Santo Domingo. Imposible no contener la sensación de adrenalina cuando en apenas 15 kilómetros se suben 1.000 metros.

La temperatura baja ostensiblemente y las nubes se aproximan. En los 3.000 metros se entra en la plenitud de la cordillera: las vertientes corren junto al cordón montañoso.

ESCENAS QUE ASOMBRAN
Entonces, la nieve parece colmarlo todo, con cinco grados bajo cero. Bajar de la camioneta en el Cerro Azul y luego en el Portezuelo son los instantes previos a la Laguna Azul que erizan la piel bajo la extrema amplitud térmica de los Andes a gran altura.

Se puede caminar lentamente y por intervalos en lo que se percibe como la inmensa paz del universo, bajo un sobrecogimiento absoluto. Pero el viento helado obliga a volver pronto a la camioneta.

“Cuando se derrite la nieve, la montaña estalla en una policromía”, comentan los lugareños. Con el temporal no se recomienda seguir con la 4×4 hacia la Laguna Brava. Una mezcla de peligro y encanto acecha la experiencia.

La laguna está a unos pocos kilómetros, con la altura latiendo en las sienes. Nadie puede sentirse omnipotente en su humanidad ante semejante espectáculo de un reino inhóspito.

Ante tanta curva y con los minerales a la vista, en el horizonte entonces irrumpe la Laguna Brava, color turquesa y rodeada de volcanes nevados de 6.000 metros de altura que se duplican invertidos en el espejo de agua. Allí también se espejan, entre primavera y verano, centenares de flamencos rosados que picotean las aguas buscando alimento.

Aún más arriba aparecen arenales de cenizas volcánicas, los farallones del Campo de Piedra Pómez Riojano y el Cañón de las Rocas de lava, siempre flanqueados por los grandes volcanes como el Bonete, el Veladero y el Reclus, entre otros.

Alargando el recorrido, en verano se puede observar lo que se llama Corona del Inca, un cráter volcánico a 5.500 metros de difícil acceso, considerado el lago más alto del planeta, al pie del imponente Monte Pissis.

“Por algo le han puesto brava. En el corazón de los Andes, es una pileta de aguas cristalinas única”, apunta Torres Páez, el guía que domina la camioneta ante la furia del viento.

Tan indómita en su naturaleza, silenciosa y solitaria en las puertas del cielo y bajo una cadena montañosa que cambia de colores y formas hasta convertirse en un espectáculo nevado en épocas de otoño-invierno, La Rioja palpita en los confines del extenso altiplano cordillerano.

DATOS ÚTILES
Hospedaje. El hotel boutique Pircas Negras se encuentra en Villa Unión, a dos kilómetros del centro de la ciudad y a 55 de Talampaya. Con instalaciones modernas y vista privilegiada a la montaña, ofrece piscina, jardín, restaurante, Wi-Fi y desayuno continental. Las habitaciones son amplias y disponen de aire acondicionado, baño privado, TV por cable y balcón. Pircas Negras cuenta también con centro de convenciones y estacionamiento privado gratuito. Otro de sus servicios destacados es una degustación de vinos regionales que todos los días se ofrece gratuitamente, al caer la tarde.

Gastronomía. De las comidas típicas riojanas, además de las empanadas, la humita y el locro, se destacan el chivito y el cordero. La parrilla Santa Florentina es una de las más sabrosas, con el estilo regional de la cocción maridada con las cepas indicadas. “El torrontés es de acá, originario de La Rioja, pero ahora los laureles se los llevan Salta y Mendoza”, dice uno de sus encargados, que recomienda bodegas que se pueden visitar, como la etiqueta blend de Raza Argentina.

Artífices cordilleranas. En el pueblo de Jagüe, unas mujeres arman una especie de feria a lo largo de mesas largas. Es el único parador gastronómico antes del ascenso hacia la cordillera. Ofrecen empanadas, alfajores artesanales, panes rellenos y tortas fritas, además de yuyos andinos para cuanta dolencia exista. “Fuimos armando un lugar de economía familiar, donde ofrecemos lo mejor de los productos regionales al turista. Acá pueden tomar algo calentito y comer rico para subir a la montaña con algo nutritivo”, enfatiza Graciela, una de las líderes de Artífices Cordilleranas.

Excursiones. Runacay es una de las empresas con más experiencia y sofisticación para el turismo de aventura y el ecoturismo. El Cañón del Triásico figura como un punto de atracción cerca de Villa Unión, pero lo más convocante es el paseo en 4×4 hacia Laguna Brava y Corona del Inca. “Apuntamos a que el visitante realice una experiencia y no sólo un tour hacia paisajes imponentes. Que pueda vivir el impacto de la cordillera con sus sentidos”, cuenta Sergio, uno de sus guías expertos. La excursión de ida y vuelta dura entre 8 y 9 horas.

Fuente: Voy