Hambre, no duelas tanto: “La gente de Santa Fe ya no pide chapas, sino algo para comer”

Para la UCA, a final de año la pobreza llegaría al 38% en el país. Y según Unicef, la mitad de los chicos y chicas es pobre. En la ciudad, la situación no es distinta.

Para la UCA, a final de año la pobreza llegaría al 38% en el país. Y según Unicef, la mitad de los chicos y chicas es pobre. En la ciudad, la situación no es distinta. “Hubo avances en hábitat, servicios y educación, pero la privación del derecho a la alimentación se desmadró. No se llega a llenar el plato de comida”, dice el referente.

Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, a fines de año la pobreza en el país se ubicaría en el 38%. Desde el tercer trimestre de 2018 a lo que va de 2019, aumentó de 7,9% a 9,3% la población urbana que vive en hogares donde se padece hambre severo o inseguridad alimentaria, es decir, la indigencia. Y de acuerdo a un informe de Unicef, hoy la mitad de los chicos y chicas es pobre en la Argentina.

Pero detrás de los números hay rostros, personas de carne y hueso que cargan sobre sus hombros la dolorosa cruz del hambre. Sufren esa “changa” prometida por un vecino que nunca llega; la vergüenza del “por favor, fiame otra vez” en la despensa del barrio, porque no se puede pagar el alimento; sufren por ver el plato vacío de un hijo. La metafísica humana del pobre no cuadra ni entra en series estadísticas.

Y hay otros números no tan genéricos como aquéllos, sino aproximados al territorio de la ciudad, acaso más reales: “Según nuestras mediciones, para no ser pobre en la ciudad una familia promedio integrada por el padre, la madre y dos chicos necesita 33.750 pesos por mes”, empieza diciendo a El Litoral el Ing. José Luis Ambrosino, referente del Movimiento Los Sin Techo (MLST). Pero ése no es el dato más relevante, porque la antesala de la pobreza es la indigencia: ése es el límite.

Sobre esto, Ambrosino va al fondo más crudo de la cuestión. “Según lo que medimos desde el MLST, sólo para poder comer una familia con esa composición necesita 13.500 pesos por mes. Sólo para comer. En la ciudad hay 5.300 familias indigentes, las cuales no llegan a ese monto. Reciben algunas asignaciones sociales, pero no alcanza: hay entre 6 ó 7 mil pesos que quedan afuera (de los 13.500 pesos), que no se juntan. Y esa es la condena real: no les alcanza para comer”, dice.

En consecuencia, si esa familia no llega a ese umbral básico para alimentarse, está sufriendo hambre. “La invitación del hambre es la invitación de la indigencia. Esas 5.300 familias indigentes, si llegan a reunir 8 ó 10 mil pesos y tienen que comprar comida, deben privarse de adquirir otras cosas, como ropa básica o zapatillas para los chicos. Si compran un par de zapatillas, tienen que dejar de comer algo”, pone como ejemplo.

“Desde el MLST insistimos mucho en la indigencia, porque resolver la indigencia es ‘pegarle un tiro’ al hambre. La línea de la indigencia es la línea del hambre”, deja en claro Ambrosino. Los barrios más golpeados por esta situación son Las Lomas, Los Hornos, San Lorenzo, Villa del Parque y Villa Oculta, Varadero Sarsotti, entre otros.

Avances, pero…

Ambrosino admite que hubo avances, y los pondera. “Vimos mejoras en las calles; hay agua potable en casi el 95 % de los barrios. Hay avances en (la erradicación de) los ranchos: el año pasado teníamos 1.700 ranchos de chapa y este año registramos 1.600 ranchos (100 menos). Es decir, que todo lo hecho para la corrección del hábitat entre los gobiernos nacional, provincial y el municipal y Los Sin Techo frenó el déficit habitacional. En ese aspecto estructural, detuvimos el desgaste en materia de vivienda”.

La educación también es una de la privaciones de la pobreza estructural, “pero en Santa Fe casi estamos liderando el servicio de educación inicial de los más pobres a nivel nacional”, valora Ambrosino. “En esto se suman el Estado provincial, los privados, los 17 jardines maternales del municipio y los 17 jardines del MLST. Como movimiento, vemos efectos positivos”, subraya. Es que la pobreza estructural se mide, además de la pobreza e indigencia, sobre otras seis privaciones, además de la alimentación: salud, educación, saneamiento y vivienda, información y conectividad.

Ocurre que aparece el “pero”, la conjunción adversativa: “Si bien los servicios o la educación están siendo contenidos de alguna manera en la ciudad, lo que no se contiene es el hambre. La ‘madre’ de todo el problema es la alimentación: y si no tenés para comer, no hay ganas para tener salud, ni para estudiar, ni de progresar”, pone en claro el referente del MLST.

Es decir, si bien aquellas privaciones estructurales han sido “suavizadas”, para Ambrosino hay una privación fundamental que se descompensó totalmente desde hace un año y que es la alimentación. “El hambre empieza a tener efectos dramáticos. A nosotros, en el MLST la gente ya no nos pide chapas, nos pide algo para comprar comida. No hablamos de hambruna, ni que estemos en el África; a la gente no le alcanza para comer. Y en el mundo de la indigencia, esas 5.300 familias que viven en casitas que son en realidad 1.600 ranchos, pasan hambre severo”, insiste.

Neuronas que serán “bolitas de arena”

Además, como el hambre no está contenido, aparecen los llamados “mil días”. “Los chicos nacen con 150 mil millones de neuronas en la cabecita. Esas neuronas deben tener estimulación alimentaria, estimulación cognitiva y estimulación afectiva. Con los jardines podemos dar en parte los dos últimos tipos de estimulación. Pero hay que ganarle a la necesidad básica de alimentarse”, agrega Ambrosino.

¿Por qué? “Porque si no alimentamos a los chicos, muchas de esas miles y miles de neuronas no alimentadas se vuelven ‘bolitas de arena’. El chico mal alimentado no tendrá un desarrollo vital. Por eso, la pobreza y la indigencia en los más pequeños es un drama nacional”, subraya.

Y a esa cobertura en alimentación la tiene que hacer el Estado en sus distintos estamentos. “La presencia estatal sobre la pobreza y la indigencia extrema es muy necesaria. El Estado debe tomar la decisión de revertir este problema, mientras se reordena el acceso a un trabajo digno, que responde a otras cuestiones más complejas. Y al Estado lo tiene que acompañar la sociedad y nuestras organizaciones sociales. Pero acompañar con sensibilidad, rompiendo los estigmas sobre el pobre”, concluye Ambrosino.
Argentina contrA el hambre

Días atrás, el presidente electo, Alberto Fernández, reunió a un grupo de dirigentes y personalidades en lo que fue la primera convocatoria del Concejo Federal, para empezar a delinear un programa contra el hambre en el país. De la misma trascendió que se implementaría una tarjeta para la compra de alimentos, entre otras medidas que beneficiarán a los sectores más postergados.

Trabajo de frontera

Según el Indec, a septiembre último la indigencia en el país subió de 4,8% a 7,7% en un año. “¿Pero sabés de cuánto es la indigencia en Las Lomas, medida por un grupo de Coordinación de Políticas Sociales de la Nación? Del 60%. La pobreza en ocho barrios de la ciudad medidos, del 80%. En Las Lomas, Barranquitas, Villa del Parque, Varadero Sarsotti, Chalet o San Lorenzo, la pobreza no es del 38%, como estima que será a final de año la UCA: es del 90 %, y la indigencia del 60%. Ahí está el dolor del hambre, la pérdida del sentido de la vida. Son necesarios equipos de frontera (de trabajo territorial focalizado) para derrotar a la pobreza”, propone el referente del MLST.

Fuente: El Litoral