Jujuy cuando llueve

Jujuy no te deja dar la primera vuelta que ya te echó el pañuelo al cuello y sos suyo.

Jujuy no te deja dar la primera vuelta que ya te echó el pañuelo al cuello y sos suyo.

Una zamba dura tres minutos en promedio. Tiempo suficiente para detener la mirada un instante y que te roben los ojos. Si fuera un boxeador, tendría muchas ganadas por abandono. Si Jujuy te mira, que tiren la toalla nomás. Este cronista estuvo allí dos veces este año. Cuarenta y ocho y veinticuatro horas apenas. Durante la primera vez, persiguió a un director de cine inglés por las calles de Purmamarca y en la segunda obligó a un actor a meterse en los piletones de las Salinas Grandes con seis grados bajo cero y vestido sólo con un pato salvavidas. Una zamba dura noventa segundos en promedio. En los viajes de trabajo siempre hay tiempo para escuchar una canción. Banda de sonido para lo que sigue: “Me gusta Jujuy cuando llueve”, por Teresa Parodi. Está en el canal YouTube de Encuentro en el Estudio.

Charles Mc Dougall es un duro. Le ha hecho tomar la sopa a actores casi indomables como Ricky Gervais. Se quita su gorra de béisbol y entra en la capilla de Santa Rosa de Lima y algo en su rostro se macera. Madera de cardón. Ángeles con fusiles. Flores de Plástico. Ponchos y gorros tejidos en la China. Mc Dougall a gatas habla español. Su esposa cubana, con la que tiene dos hijas, casi no habla inglés. Subrayen esto: el paisaje jujeño tampoco habla pero te atrapa y te preña.

Cuesta del Lipán. Ruta Nacional 52. Curva del Kilómetro 22. Más de cuatro mil metros sobre los diques de Puerto Madero. Todos los colores que el ojo es capaz de adivinar en las abras donde las llamitas se ven como pelusas de ombligo. Basta un minuto o dos para sentir todo el peso del planeta sobre el cuero y, a la vez, que el alma remonta. Cada cerro tiene un mineral que lo domina. El rojo del hierro, el violeta del manganeso, el verde del cobre y el blanco de la cal te roban los ojos para siempre recortados sobre el azul de la cordillera más alta, después de Mendoza.

Más azul es la luz si me alejo, dice Cerati y no miente. Blue es azul y tristeza en inglés. Goethe sabía que hay un estado de ánimo en cada color. Jujuy te hierve y te hiela la sangre en cada franja de El Hornocal, el gigante de los 14 tonos. Consejo de viajante profesional para viajeros vocacionales: usted que puede, demórese. No coleccione excursiones. Elija una o ninguna. Piérdase por el primer cerro que tope y evite el desayuno buffet: pida cayote con nueces y quesillo o quinoa con leche para endulzar el despertar.

El Pata de elefante, el Chocolate en rama, el Dinosaurio echado son cumbres que no aparecen en las guías pero esperan al costado de la Ruta Nacional 9, entre Salvador y El Volcán, camino a la quebrada.

Cuando deje el apero en la posada, pida por el Chato De Ruiz como chofer y baqueano. En Jujuy todo el mundo se conoce y eso ya vale como experiencia para los que vivimos en un mundo de correos, perfiles, links y hashtags.

Madrugada. Llueve fino sobre piedras con sed de milenios. Este cronista sufre como una madre porque el clima es enemigo del cine. Pero cuando se viaja contrarreloj uno aprende a aceptar. A soltar la rienda y dejar que la vida, como mula vieja, busque solita el mejor camino entre las peñas.

Dos suspiros profundos bastan para desactivar la preocupación y conectarse con eso que no depende de la voluntad ni del deseo. Las piedras recocidas por soles salvajes crujen al recibir el agua y las jarillas condimentan con limón y romero el aire áspero y oscuro como carne de llama.

Desde el teléfono la Parodi canta: Es una fruta madura Jujuy / es un jazmín encendido / o tal vez un rayito de luna o de sol / una campanita de plata.

El soroche, la puna, el mal de altura actúa como freno de mano para el cerebro. Se piensa despacio y se respira fuerte. El seso abre su valija. Este cronista piensa en Belgrano pegando fuego a un granero con un coro de ganado degollado. Los huesos de Lavalle escritos por Sábato le bajan por los ríos secos de la memoria. El cielo se abre y el Siete Colores se enciende y ondea como la bandera de los dueños de la tierra. Whipala. Qhapaq Ñan. La hoja de coca muerde cuando besa. Un mordisco agudo como el de una jovencita que todavía no aprendió a restarle dientes a los besos.

Fuente: La Voz del Interior