La inflación impacta muy duro en los comedores comunitarios de Rosario
La demanda se siente sobre todo a fin de mes, cuando más personas se acercan a pedir un plato de comida. El presupuesto creció en el año un 60%
25/10/2022 MUNICIPIOSLa demanda se siente sobre todo a fin de mes, cuando más personas se acercan a pedir un plato de comida. El presupuesto creció en el año un 60%
«Nunca pensé que iba a cocinar para tanta gente», dice Norma Cardozo, al frente del comedor que abrió en Barrio Godoy hace ya tres años. La mujer se prepara para amasar los 30 kilos de ñoquis que ese jueves serán la cena de unas 40 familias. En los últimos dos meses, hasta la modesta construcción de Rivarola al 7300 llegan cada vez más comensales. Después del día 20, la necesidad es más palpable. Ese mismo jueves, sin ir más lejos, se acercaron por primera vez al comedor dos mujeres que viven con sus hijos, una con cuatro, la otra con seis.
«Estamos al tope, tenemos mucha demanda. Se acercan muchos jubilados y muchas familias numerosas, con muchos chicos, personas desocupadas o que hacen changas y que no llegan a fin de mes», enumera la mujer de 50 años y cuatro hijos, cocinera especializada a fuerza de necesidad e ingenio.
La descripción de la encargada del comedor coincide con los datos. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), una familia de cuatro miembros, dos adultos y dos chicos, necesita 128.214 pesos para no ser pobre. Más de dos salarios y de dos jubilaciones mínimas, que en septiembre llegaron a $ 51.200 y $ 50.353, respectivamente. Durante septiembre la inflación fue del 6,2 %, pero los alimentos tuvieron un incremento mayor (del 6,7 %). Algunos productos sufrieron remarcaciones que crecieron al 46 %.
Que en una región productora de alimentos para el mundo, haya personas que tengan dificultades para acceder a cuatro comidas diarias parece absurdo. Sin embargo, la suba descontrolada del precio de los alimentos engorda los presupuestos públicos de los programas de asistencia alimentaria. En lo que va del año, la inversión de la provincia creció un 60 por ciento.
De acuerdo a datos del Ministerio de Desarrollo Social santafesino, mensualmente Rosario recibe 110 millones de pesos para asistir a familias e instituciones que sostienen comedores o merenderos. «Es un presupuesto que se actualiza permanentemente», destaca Camilo Scaglia, director provincial de Desarrollo Territorial, y señala que la demanda de asistencia creció en forma inédita en los primeros meses de 2020, con las primeras medias de aislamiento obligatorio por la pandemia, y actualmente se mantiene en «una meseta alta».
En el diagnóstico coincide el secretario de Desarrollo Social del municipio, Nicolás Gianelloni. «La demanda es importante, pero está siendo atendida», describe, pero al mismo tiempo destaca la fortaleza de la red de auxilio armada durante la crisis sanitaria, que resultó clave en los barrios más vulnerables de la ciudad.
Nuevos comensales
El de Norma es uno de los más de mil comedores y merenderos populares que existen en la ciudad, de acuerdo a datos del municipio. El lugar se llama «El Refugio» y funciona en el salón de un templo evangélico, en una de las zonas más humildes de barrio Godoy. La calle no tiene nombre (lleva el número 1717) ni tampoco pavimento.
Aún así, esos detalles que no impiden que todos los martes y jueves unas 40 familias se acerquen a retirar las viandas que se servirán en las mesas de hogares de personas desocupadas y también de trabajadores a quienes se les hace difícil llegar a fin de mes.
Según explican quienes están al frente de estas organizaciones, la demanda de alimentos crece porque aún a quienes tienen un ingreso fijo, no les alcana «para cubrir la diaria». Por eso, dicen, muchas veces el número de comensales se incrementa, sobre todo, después del día 20.
«El aumento de los precios nos afecta a todos», señala Richard Camarasa, referente del Movimiento Solidario Rosario que colabora con más de 30 comedores y merenderos en toda la ciudad, a cada uno recurren entre 300 y 500 personas a buscar alimentos.
Para Camarasa, es «indudable» que el aumento de precios de productos básicos impacta con fuerza en las economías familiares. «Estamos empezando a ver a jubilados o personas con trabajo que no llegan a poner un plato de comida arriba de la mesa». advierte.
Sin postre
Stella Pinto está al frente del comedor San Cayetano, en el barrio Empalme Graneros, en Olavarría al 1300. Uno de los 37 comedores y 30 copas de leche que la Corriente Clasista y Combativa sostiene en las zonas más vulnerables de las ciudades de Rosario y Villa Gobernador Gálvez.
La mujer está hace 12 años al frente de las ollas donde todos los lunes, miércoles y viernes se cocina el almuerzo de niñas, niños, personas mayores y mujeres jefas de hogar. El aumento del precio de los alimentos, dice, no sólo complica a las familias del barrio sino también el trabajo en las cocinas comunitarias.
«Hace tiempo que tengo el comedor y nunca vi una cosa así. En estos últimos años el precio de las cosas creció el 100 por ciento. La última vez que compré papas costaba $ 1.200 la bolsa, ahora se fue a $ 2.800; la cebolla se fue de $ 4.500 a $ 5.100 y el pimiento ya no se puede ni comprar», enumera.
Experta en caminar, comparar precios y buscar descuentos, dice que la carne ya resulta «prohibitiva», que la proteína animal se reemplaza por pollos y que las porciones ya no incluyen postre, ni frutas. «Imposible», se lamenta.
Lo que nunca pasa es que alguien se vaya sin comer. «Si viene alguien que no está anotado, se lleva su comida igual. Aunque haya que rascar la olla. Porque acá aprendemos a compartir lo que haya con toda la gente», afirma Stella, una de las tantas mujeres que a diario dan pelea a la crisis.