La inolvidable experiencia de viajar en tren a Mendoza, después de 30 años de espera

Más de 5.400 personas viajaron desde que fue reinaugurado, a inicios de junio, el servicio ferroviario que une Buenos Aires con Mendoza, una ruta por la cual no circulaban trenes de pasajeros desde hace más de 30 años.

Más de 5.400 personas viajaron desde que fue reinaugurado, a inicios de junio, el servicio ferroviario que une Buenos Aires con Mendoza, una ruta por la cual no circulaban trenes de pasajeros desde hace más de 30 años. Por Claudio Benites, Agencia Télam.

Son las 10.30 y en la estación Retiro del ferrocarril San Martín comienza a mezclarse el pasajero habitual de los servicios urbanos con aquellos que con valijas se encaminan a la sala de embarque del tren de larga distancia. Falta poco menos de dos horas para la partida pero ya el movimiento es intenso y la cola para abordar el tren se extiende por la vereda, fuera de la sala, preparada especialmente para hacer el trámite rápido para los viajeros.

Todo se hace de manera ordenada: las azafatas controlan los boletos y guían a los pasajeros a sus ubicaciones asignadas. En la puerta del furgón se aglutinan aquellos que, con equipaje demasiado voluminoso, depositan sus bultos.

El tren se va poblando y a las 12.20, hora puntual de partida, José, el guarda, hace sonar su silbato para marcar el comienzo de la travesía de poco más de 29 horas que llevará a los pasajeros a la localidad mendocina de Palmira, ubicada a 40 kilómetros de la capital provincial.

Una experiencia diferente

Eva (31 años) viaja con su hijo Cristian (7), su madre Ramona (67) y sus dos sobrinos Ángel (25) y Sol (22). Eva y Ramona van en Camarote. «No pudimos conseguir camarote para todos, así que los sobrinos van en pullman», cuenta Eva.

Todos van a la localidad sanluiseña de Justo Daract a visitar a la familia. Cuentan que eligieron viajar en tren, por primera vez, «por la experiencia de un viaje distinto y para disfrutar todos juntos».

«Viajar los cinco en colectivo se hace imposible. El que más está disfrutando es Cristian», comenta Eva, mientras el nene sube y baja de la cama cucheta superior del camarote. Vuelven en dos semanas, también en tren.

«Voy y vuelvo siempre en tren, es más barato, más cómodo y no hay mucha diferencia con el colectivo»
Candela, 23 años

Un par de compartimentos más allá, viajan Francisco (73) y su esposa Ester (70), quienes tienen como destino Justo Daract, donde viven dos hijos. «Es la primera vez que vamos en tren -comenta Francisco- y la verdad es que estamos viviendo una experiencia maravillosa. Nos volvemos también en tren».

También es la primera vez para Luis Gonzalo (36) y su pareja, Paula (31), quienes apuran una partida de naipes en el coche Pullman. «Elegimos el tren por la experiencia de viajar y porque es más económico. No nos importa que demore más, estamos disfrutando», dicen.

Candela tiene 23 años, viaja sola hasta Justo Daract tras visitar a su novio que vive en Buenos Aires. Estudia Bioquímica y es la tercera vez que hace este viaje. «Voy y vuelvo siempre en tren, es más barato, más cómodo y no hay mucha diferencia hasta Daract con el colectivo», señala.

A pocos metros viajan Héctor, de «cerca de 80 pirulos», dice intentando ocultar la edad con una sonrisa cómplice con Nancy, que no tiene problemas en decir que va por los 65. Se conocieron en el tren, él va a Rufino a visitar familiares, ella viaja por primera vez en tren a Laboulaye.

UN EQUIPO DE 21 TRIPULANTES

Un equipo de 21 personas, entre guardas, azafatas, camareras y camareros, encargados del comedor, del furgón de equipajes, maquinistas y un coordinador general de seguridad, trabajó en el viaje que el equipo de Télam realizó entre Retiro y Palmira, en Mendoza.

Los guardas fueron tres: José Vivas, con 22 años en el ferrocarril, quién que inició el viaje desde Retiro y en Junín fue relevado por Cristian, que lleva 16 años en el ferrocarril y por Jorge, que acredita 33 años en trenes. Entre los dos se turnaron para el control del viaje y los pasajeros hasta la llegada a Palmira.

Dos fueron los encargados del coche camarote, Diego, que hizo el viaje desde Retiro a Junín, y Edgardo, que lo reemplazó en esa estación.

En todos estos casos, los que bajaron en Junín, descansan allí hasta el regreso del tren el lunes para volver a Buenos Aires, mientras que los que subieron en Junín, llegan hasta Palmira y retornan con el mismo tren, el domingo, hasta Junín, para repetir el esquema cada semana.

La conducción del tren estuvo a cargo de un equipo de 16 maquinistas, compuesto por grupos de cuatro, los cuatro primeros llevaron el tren desde Retiro hasta Junín, otros cuatro lo hicieron desde Junín a Laboulaye, cuatro más desde Laboulaye a La Paz y finalmente los cuatro restantes desde La Paz hasta Palmira.

El resto del personal lo integraron las cinco camareras, Micaela de 29 años, Carolina de 25 y Micaela de 26, Estela de 46 y Sandra de 31. Los dos encargados del comedor, Agustina de 27 y Gonzalo de 35. Tres mecánicos, Esteban de 25 años, Camila de 21 y Joaquín de 24. Dos encargados del furgón, Paulo de 53 años y Patricio de 25. Y finalmente, el coordinador de seguridad, Héctor José, con más de 30 años en el ferrocarril.

Desde el 2 de junio, cuando volvió a circular regularmente el tren entre Buenos Aires y Mendoza, hasta el primer fin de semana de agosto, se concretaron seis servicios de ida y vuelta, transportando en total más de 5.400 pasajeros, partiendo siempre los días viernes al mediodía desde Retiro y los domingos a las 10, desde Palmira, Mendoza.

El viaje se inició con 311 pasajeros, 201 de ellos en asientos de Primera, 97 en Pullman y con los 13 camarotes del coche dormitorio ocupados. El tren tiene una capacidad total de 760 pasajeros y traslada cinco coches de Primera, tres de Pullman y un coche camarote.

El movimiento intertramos se dio con mayor intensidad en Junín y en Justo Daract. En Junín bajaron 39 y 25 subieron, para seguir viaje con 270 pasajeros, mientras que en Justo Daract descendieron 112 y subieron siete, para continuar hasta Palmira con 165 pasajeros.

El viaje transcurre atravesando geografías. Atrás quedan Mercedes, Junín, Alem y cuando la formación pasa por Vedia, ya el horizonte está pintado de un fuerte color naranja, en ese bello atardecer que anticipa la oscuridad de la noche.

El paisaje afuera cambia y también cambia adentro; las horas de habitar un mismo espacio promueven relaciones; la gente se acerca, conversa, comparte experiencias, mate y comida.

En otro vagón, viajan Manuel y Antonella junto a su hijo Bambú, de dos años y medio. Él es chileno, ella argentina y el niño es brasilero, ya que actualmente viven en Brasil y viajan a Mendoza para desde allí cruzar a Chile a visitar a la familia de Manuel.

Olga viaja siempre en tren «es la segunda vez que voy en tren a Rufino, por la comodidad, por la atención del personal y también por la economía. Soy jubilada, tengo 65 años y no tendría otra forma de viajar».

Eugenio (54) y Mariela (50) son del partido bonaerense de Capitán Sarmiento, y viven por primera vez la experiencia de un viaje largo en tren.

«Cuando nosotros éramos chicos, los viajes en tren eran moneda corriente, hoy es casi una excepción»
Mariela, 50 años

«Cuando nosotros éramos chicos, los viajes en tren eran moneda corriente, hoy es casi una excepción. No importa el tiempo que demora, lamentablemente tantos años de desidia nos han dejado esta realidad de vías en malas condiciones», detalla Mariela.

Su destino es Mendoza y el regreso «lamentablemente lo tenemos que hacer en micro porque este servicio corre solo cada 15 días y tenemos que volver a trabajar», se apena Eugenio.

Geraldine tiene 30 años, va con sus hijos Gerónimo de un año y Joaquín de 3 a Justo Daract. «Vamos a quedarnos a vivir allí, con mi madre, me acompañan mis tres hermanos, Jennifer, Nicolás y Leonel. Viajamos en Primera porque no conseguimos pasajes en Pullman, intentamos comprarlos ni bien salieron a la venta, pero en seguida se agotaron».

Nuevos amigos
Para la hora de la cena, hay camaradería y nuevos amigos. El comedor pasa a ser el lugar de reunión ideal pero en los vagones las escenas se repiten.

A la medianoche, cuando el tren ha atravesado Rufino, Laboulaye y General Levalle, las luces en los vagones se han apagado y el silencio reina en el ambiente. Es allí cuando todos se acomodan de la mejor manera para el descanso. Aún resta un largo camino por delante para los que van a Palmira.

Por donde va el tren hay gente saliendo a la calle a saludar su paso.

El rojo en el cielo se reitera, desde el lado opuesto, en el amanecer. La formación se va alejando de San Luis y adentrándose en Mendoza. El viaje se hace lento, no más de 30 kilómetros por hora.

A lo largo del recorrido, una imagen que se repite en Buenos Aires, en Santa Fe, en Córdoba, en San Luis, en Mendoza, en cada uno de los sitios por donde pasa el tren: gente saliendo a la calle a saludar a su paso.

La llegada a Palmira es por momentos a paso de hombre. El arribo se concreta una hora después del horario previsto. No hay cansancio en los rostros de los pasajeros, más bien satisfacción por la experiencia vivida y un deseo generalizado, una coincidencia casi absoluta: «que se invierta en los ferrocarriles, en su recuperación y que se haga lo necesario para que esa política se sostenga en el tiempo».

Esas palabras, en la voz de Eugenio, resume el pensamiento general, los que están cerca de él y lo escuchan, asienten con la cabeza y sonríen. Atrás quedaron 30 horas de una experiencia única.

El viaje desde la estación porteña de Retiro hasta la localidad mendocina de Palmira demanda entre 28 y 30 horas, de acuerdo a las posibles restricciones que los encargados del control de la formación determinen a lo largo del recorrido.

«Las vías fueron privatizadas en los ’90 y concesionadas a (el Grupo) Pescarmona, quién luego se las vendió a la empresa de capitales brasileños ALL», explica a Télam una fuente de Trenes Argentinos Cargas, a cargo hoy de las vías.

«Fueron 23 años de desinversión en los cuales poco y nada se hizo sobre el tendido férreo», detalla la fuente, apuntando que eso ocurrió hasta que, «en 2013, el entonces ministro de Transporte, Florencio Randazzo, le quitó la concesión a ALL por falta de inversiones y, a partir de ese momento, el Estado nacional ha ido realizando fuertes inversiones para recuperar las vías».

No obstante, desde Trenes Argentinos Cargas reconocen que «las vías hoy aún no están en condiciones para que corran trenes de pasajeros a una velocidad razonable».

Y señalan que «se está trabajando permanentemente para ir dotando al ramal de cada vez mayor velocidad, como ocurre con otros ramales recuperados, incluso con este mismo hasta Rufino e incluso Justo Daract».

Destacan, finalmente, que «un convenio con la empresa china CRC permitirá mediante una inversión de US$ 2.800 millones, la renovación total del ramal, con lo cual el tren de pasajeros podrá circular a una velocidad competitiva».

Hoy, en el Centro de Control Logístico, se determinan «precauciones» en distintos tramos del ramal que, en algunos casos, llevan a que la formación no supere los 10 kilómetros por hora.

Las precauciones son las reducciones de velocidad que se imponen desde el control debido al estado en que se encuentra el tramo o a que se están realizando reparaciones.

Por ahora el servicio circula cada 15 días, pero el objetivo es que «si la demanda así nos lo indica, podamos contar con un servicio una vez por semana. Nuestro proyecto es acortar los tiempos de viaje y además poder completar el tramo entre Palmira y Gutiérrez para así combinar con el metrotranvía en Mendoza», comenta a Télam, Martín Marinucci, presidente de trenes Argentinos Operaciones e Infraestructura.

«Los mendocinos estuvieron esperando 30 años este tren entre Buenos Aires y Mendoza que le habían quitado, y logramos recuperarlo para que cada habitante de esa provincia tenga a disposición un medio de transporte previsible, amigable con el medio ambiente y accesible», concluye.

Fuente: Río Negro