La jugada de Sánchez se complicó en España

Cuando falta tan solo una semana para esos comicios, el panorama es mucho más complicado de lo que se habían imaginado en La Moncloa. Cataluña está inmersa en un tsunami de protestas.

Cuando falta tan solo una semana para esos comicios, el panorama es mucho más complicado de lo que se habían imaginado en La Moncloa. Cataluña está inmersa en un tsunami de protestas.

A mediados de septiembre, cuando se especulaba sobre si el PSOE y Unidas Podemos llegarían a un acuerdo de coalición, o la oposición se abstendría para permitir la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno, ya existían diversas voces que apuntaban al socialismo por querer buscar unas nuevas elecciones para mejorar su número de diputados, y formar un gabinete monocolor.

El que más alto lo decía era Pablo Iglesias, pero también lo expresaban Pablo Casado y Albert Rivera, del Partido Popular y Ciudadanos. Los señalamientos eran válidos, el PSOE veía con buenos ojos emular a Mariano Rajoy, que en el 2015 forzó una nueva votación y logró mejorar sus números para gobernar en solitario. La apuesta tampoco parecía arriesgada, las encuestas mostraban que el PSOE mejoraría sus números y quedaría a un paso de conseguir su objetivo.

40 días después de que se confirmara el llamado a elecciones, y cuando falta tan solo una semana para esos comicios, el panorama es mucho más complicado de como se habían imaginado en La Moncloa. La sentencia contra los líderes independentistas abrió un cisma en la política española. Desde el lunes 14 de octubre cuando se conoció el fallo, Cataluña está inmersa en un tsunami de protestas. Huelgas generales, estudiantiles, marchas pacíficas y otras de inédita violencia en los últimos años se alternan desde hace casi tres semanas en suelo catalán, mientras el líder de la Comunidad Autónoma, Quim Torra, adoptó una deriva confrontativa con el Gobierno español, que ha vuelto el escenario impredecible. Estos últimos días se especula con que el independentismo pueda boicotear la elección.

Pero, además del conflicto vivo, el fallo a los líderes catalanes agudizó la discusión sobre el modelo territorial de España a niveles críticos. Esta semana, el presidente Sánchez debió rectificar su futuro programa de gobierno ante la queja del Partido Socialista Catalán, que no tragaba la ausencia de referencias al autogobierno (de las Comunidades Autónomas) y el federalismo. En menos de 24 horas, el programa socialista recuperó ambos conceptos. Desde el estallido en Cataluña, el PSOE avanza en un equilibrio muy frágil entre abordar la crisis por la vía del diálogo, y mostrar firmeza ante el pulso que marca Torra.

Por su parte, las fuerzas de derecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox, abordaron la crisis catalana con discursos de choque al independentismo; un posicionamiento de mucho calado electoral. A corto plazo, las tres apuestan por intervenir el gobierno catalán. En el mediano, coinciden en que el Estado español debe recuperar competencias de gestión que ahora están en manos de la Generalitat. El mejor ejemplo es el de las prisiones. El Partido Popular ha exigido que los presos independentistas sean alojados fuera de Cataluña, ya que el Gobierno catalán puede administrar la aplicación de las sentencias a los líderes catalanes, y mejorar su situación carcelaria.

En esta discusión sobre Cataluña, la ultraderecha parece fortalecerse a pasos de gigante. La mayoría de las encuestas coloca a Vox superando a Ciudadanos y compitiendo con Unidas Podemos por ser la tercera fuerza más votada. El partido de Santiago Abascal estimula los miedos de muchos españoles a que España se “rompa” y, en consecuencia, desglosa un discurso radical muy efectivo. Esta semana, el líder de Vox dijo al diario El Mundo que debería detenerse a Torra, y pidió acabar con los gobiernos autonómicos en toda la nación.

Unidas Podemos y Más País, la flamante fuerza de Íñigo Errejón, también sufren el conflicto catalán. El partido que lidera Pablo Iglesias, presentó en su reciente programa electoral la propuesta de un referéndum pactado. Sin embargo, el discurso de Podemos es, por lo menos, ambiguo. Iglesias busca atraer a la izquierda soberanista de Cataluña y, al mismo tiempo, no alejarse mucho de la tesis del socialismo -contraria a cualquier consulta-, de cara a un posible gobierno de coalición tras las elecciones. Un contraste se observó días atrás cuando ardían las barricadas independentistas en las calles de Barcelona. Mientras Unidas Podemos sugería que se indultara a los líderes catalanes, el Gobierno socialista, que se opone, se preguntaba ante los periodistas cómo podría un gobierno de coalición atender la urgencia soberanista si persistieran diferencias sustanciales entre sus ministros.

En el caso de Errejón, su posición es más complicada porque cuando saltó a la competencia nacional, su apuesta era la lucha contra el cambio climático, y el diálogo político para impulsar políticas progresistas. El conflicto catalán le ha quitado todo protagonismo, y lo ha puesto ante la misma ambigüedad que sufre Unidas Podemos.
En este contexto de crispación, también se especula con las alianzas políticas para el día después de los comicios. Las encuestas muestran que el PSOE ganará pero, en ningún caso, con una mayoría suficiente para gobernar en solitario. La única certeza que afecta a todos los partidos por igual es que la única vía para establecer el próximo ejecutivo será el pacto. Este sábado, Pedro Sánchez reafirmó que el PSOE no hará ninguna gran coalición con el Partido Popular, como especulaba Pablo Iglesias en las últimas semanas.

La opción parece descabellada pero existen antecedentes de un debate en la línea de una alianza entre los dos grandes partidos, y el marco guarda algunos parecidos con el actual. En 1993, cuando el socialista Felipe González ganó las elecciones sin obtener una mayoría, se especuló con la gran coalición junto al PP de José María Aznar para evitar depender de los partidos nacionalistas catalanes y vascos. Finalmente, González se inclinó por recibir el apoyo del partido soberanista catalán Convergència i Unió, que lideraba el expresidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, y el Gobierno se cayó a los dos años por diferencias entre los dos socios.

Si finalmente se cumple la promesa de Sánchez de no pactar una gran coalición con el Partido Popular, existe la opción de que el PP cambie su postura de rechazo a una abstención hacia el PSOE y le permita a Sánchez ser presidente. Una rumor que crece entre las fuerzas políticas aunque la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, lo haya negado este viernes en el primer debate televisivo de esta campaña.

Sin opciones de acuerdo por el lado del PP, el socialismo debería volver a una mesa de negociaciones con las fuerzas de izquierda, o con Ciudadanos; el problema es que, si se confirma la caída de Albert Rivera que muestran las encuestas, el apoyo de Ciudadanos no sería suficiente para compensar las carencias del PSOE. En ese caso, se volverá a hablar de una coalición, de un gobierno a la portuguesa, y del apoyo o la abstención de las fuerzas soberanistas de Cataluña, que reclamarán a cambio amnistías e indultos, solo para empezar a dialogar.

Con este nivel de limitaciones y pretensiones entre los partidos, y con el conflicto catalán servido en una olla a presión, la clave de la (in)gobernabilidad en España sigue siendo el bloqueo político. Un bloqueo que el PSOE pretendía disolver con unas nuevas elecciones, pero que la crisis en Cataluña no hizo más que profundizar.

Fuente: Página 12