Las expectativas de la juventud para las elecciones en Brasil

En un clima de extrema violencia alimentado por Bolsonaro y sus seguidores, los jóvenes brasileros votarán pensando en el combate contra el hambre, la pobreza y el desempleo y las políticas de educación, salud y medioambiente.

En un clima de extrema violencia alimentado por Bolsonaro y sus seguidores, los jóvenes brasileros votarán pensando en el combate contra el hambre, la pobreza y el desempleo y las políticas de educación, salud y medioambiente.

El gigante latinoamericano llega a los comicios el próximo domingo tras una campaña presidencial atravesada por un altísimo nivel de violencia, cuyo último exabrupto fue el asesinato a puñalazos de un simpatizante del expresidente Lula Ignacio Da SIlva en un bar del estado de Paraná, al noroeste del país.

El hecho, perpetrado por un hombre de 59 años, se suma a la alarmante lista de actos de extrema intolerancia, llevados adelante por defensores de la actual gestión a lo largo de la campaña. Hace dos semanas, un empresario rural partidario de Bolsonaro vio un auto con stickers de Lula y decidió chocarlo a propósito. En el afán de escapar de la policía tras el suceso, perdió el control de su camioneta y tuvo un accidente que le costó la vida.  El 9 de septiembre, un activista bolsonarista intentó decapitar a un simpatizante de Lula en una fábrica en el estado de Mato Grosso. En julio, un agente penitenciario federal irrumpió en la fiesta de cumpleaños del dirigente del PT en Foz de Iguazú, Marcelo Arruda, al grito de “aquí somos de Bolsonaro” y le disparó repetidas veces, desatando un tiroteo que tuvo como saldo la vida de ambos.

¿Qué piensan lxs jóvenes?
En julio el diario Folha de San Pablo publicó un informe según el cual el 47% de los brasileños de entre 15 y 29 años se irían a vivir al exterior si pudieran. La idea, que tan presente está en el imaginario de nuestro país -fogoneada por grandes medios de comunicación- nunca había alcanzado tal dimensión en Brasil. Se trata de una respuesta a los altos niveles de desempleo, desfinanciación de la educación y la salud, y malestar social que alcanzó el país durante la gestión actual. El estudio indica que el desempleo jóven alcanzó un 56,3%, que el 70% de lxs jóvenes tienen dificultad para encontrar trabajo y que el 27,1% no trabajan ni estudiaban. En correlación con esta triste realidad,  el 51,9% ve a Brasil como un país pobre, con muy pocas oportunidades para el progreso.

En un contexto en el que la escolarización ya era un problema, la gestión de Bolsonaro ejecutó un recorte en los programas de estímulo económico orientados a la matriculación de estudiantes de bajos recursos en universidades privadas y redujo el presupuesto de universidades públicas.

“La mayoría de mis amigos y yo estamos frustrados con nuestras profesiones y también temerosos de lo que nos espera.” dice Paula Isabelle (29 años), diseñadora gráfica que vive en Fonseca, en el Estado de Río de Janeiro. “No está muy garantizado el trabajo, ni la estabilidad”. Esa es mayor preocupación hoy y su principal consideración a la hora de votar el domingo: “creo que lo que más genera expectativas es la preocupación por la inversión en educación y salud, que actualmente son áreas muy desfasadas en nuestro país. La capacidad de manejar crisis también es relevante. Es importante resolver estos temas y a la vez, intentar estrechar lazos con otras naciones, prestar atención a lo diplomático.”

Otro tema que alarma muchísimo a las juventudes brasileñas es la política ambiental. Dora Melo (24 años, Rio de Janeiro) es ingeniera ambiental y tiene elevadas expectativas respecto a la propuesta de Lula en este aspecto. “Hay que hacer algo urgentemente para frenar la deforestación y las quemadas en Amazonia. Además, la pobreza, el hambre y el desempleo son temas urgentes en nuestro país.”

Hace unas semanas, la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva, referente ambientalista y evangélica, oficializó su apoyo al expresidente para las elecciones del domingo. Dijo a Télam que cambió de posición luego de años de enfrentamiento con el líder del Partido de los Trabajadores gracias a que éste asumió una agenda de desarrollo sostenible, y que lo hacía en función de su compromiso con la protección de la Amazonía, de los pueblos indígenas, de la lucha contra las desigualdades y el fortalecimiento de la democracia.  “Nadie mejor que el expresidente Lula para recuperar esta agenda, que arrancó a partir de 2003 en su gobierno y que ahora ha sido destruida por Bolsonaro”, declaró.

El último sondeo publicado el 22 de este mes que corre indica que Da Silva cuenta con un 47% de intención de voto, frente al 33% que apoya a Bolsonaro. Basándose en la tendencia de las elecciones presidenciales anteriores (2018), se especula que el porcentaje de personas que votarían en blanco o anularían su voto podría otorgarle a Lula una victoria en primera vuelta. Los candidatos se concentran entonces, durante el último tramo de campaña, en este sector del electorado.

En un acto en Grajaú, Lula dijo: «No podemos tener 20% de abstención, hay que decirles a las personas que vayan a votar, que después tendrán más derecho para reclamar y quejarse».

Dora Melo piensa que es necesario que la gente ordene sus prioridades. “¿No te gusta nadie entre los candidatos? Piensa en el medioambiente, en los millones de brasileños que no tienen comida en sus mesas, en las minorías que no tienen sus derechos humanos básicos asegurados. Puede que te de igual quien gane, pero para mucha gente esas elecciones son una cuestión de vida o muerte. Y para la naturaleza también.”

Mariana Assef, nacida y crecida en el barrio de Butantã de la ciudad de San Pablo y estudiante de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nova de Lisboa, propone que es elemental posicionarse como agente político activo, lo que implica mucho más que el acto de votar en cada elección. “Sin embargo, estoy de acuerdo con la declaración de Lula en la medida en que la inasistencia a las urnas debería ser una preocupación.”, dice. “Varios funcionarios electos en 2018 operaron mediante la demonización de la política. Es necesario volver a llamar a la población, y la participación en las elecciones es crucial para que salgamos de este contexto social despolitizante en el que nos encontramos.”

María Iyda Vieira Paganelli (25 años) vive en la zona sur de la ciudad de Río y también entiende que votar es el primer paso para la transformación necesaria en Brasil. Le preocupa poder establecerse en el mercado laboral, lo que -como indican las estadísticas- es algo complejo dadas las condiciones actuales. A nivel nacional, su prioridad es que el escenario socioeconómico y ambiental mejore cuanto antes. “Estoy muy esperanzada con todas las principales propuestas de Lula”, comenta.  “Principalmente con la inversión en el sector de la cultura, la salud, la educación y, sobre todo, el cuidado de la población de bajos recursos y las minorías. Esto es lo más importante para nosotros: tener dignidad y prosperidad como país.”

En una reunión con grandes empresarios de Brasil, el ex líder sindical que llegó a la presidencia en el 2003 hizo énfasis que era necesario prestar atención a los más necesitados sin poner como obstáculo fundamentos como el anclaje de la política fiscal, y pidió a los concurrentes que lo ayudaran en su intención de erradicar el hambre del país, prometiendo a cambio previsibilidad económica.

“Mi mayor preocupación es la reconstrucción de Brasil” dice Assef, profundizando sobre la idea de que lo que las juventudes esperan del próximo gobierno es una transformación integral del panorama que deja la gestión de Bolsonaro. “Con la fuerte ola de reveses en la que está sumido Brasil desde 2016, una serie de logros históricos en materia de derecho laboral y de seguridad social han sufrido un grave desmantelamiento. Es necesario recuperar tales conquistas históricas. También me preocupa el grave proceso de desindustrialización que atraviesa Brasil desde hace varios años: es necesario compaginar la estructura productiva del país con la lucha contra la desigualdad social, y no es con la expansión desenfrenada de los agronegocios que lo lograremos”.

Este retroceso en materia de derechos sociales y desarrollo económico es el producto de la consolidación hegemónica de una ultraderecha radical y autoritaria, que llegó al poder en el 2016 para sorpresa de el ala progresista de la sociedad, la que había leído la candidatura de Bolsonaro como un fenómeno marginal de extremismo poco amenazante al lado de las derechas tradicionales. En Página 12, Pablo Gentili -profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y coordinador de la Escuela de Estudios Latinoamericanos y Globales-, enumera las fatales consecuencias del proceso: destrucción acelerada de las instituciones democráticas, saqueo y la privatización de los bienes públicos, corrupción y enriquecimiento de los dirigentes del oficialismo, exacerbación de la violencia política, del racismo y de las violencias machistas, impunidad y colonización total del aparato estatal por parte de las fuerzas armadas y las iglesias evangélicas.

“La ingeniería electoral basada en la especulación de que unos monstruos marginales y violentos, sin otro programa que la propagación del odio y el miedo, nunca llegarán al poder, suele ser la antesala de un abismo autoritario que sumerge a la democracia en la más temible oscuridad.” sentencia Gentili en un análisis del panorama electoral brasilero que mucho tiene para aportar a la reflexión sobre el escenario político actual de la Argentina.

El viernes pasado, Bolsonaro dijo en un evento en Minas Gerais que todas las mañanas se despierta, se arrodilla, reza un padrenuestro y le pide a “nuestro Dios” que “nuestro pueblo brasileño nunca sienta los dolores del comunismo”. Además, hizo un balance de su paso como jefe de Estado, asegurando que ha «acabado con la corrupción sistémica del país».

“Veo muchos problemas en las declaraciones y discursos del actual presidente”, comenta Paula Isabelle. “En primer lugar, me molesta la confusión entre política y religión. En segundo lugar, suele decir cosas que suenan superficiales y que acaban alimentando un reaccionario exacerbado por parte de su electorado. Es un error creer que la corrupción ha dejado de existir, como por arte de magia… Hay artículos e investigaciones que apuntan a un mal uso de los fondos por parte del gobierno y miembros de la familia Bolsonaro.”

“Desafortunadamente, la corrupción en Brasil nunca terminó. En mi opinión, aumentó.” coincide María. “Lava-jato [el caso de supuesta corrupción por el que Lula fue denunciado y encarcelado en el 2018, generando las condiciones necesarias para prohibir su candidatura ese mismo año] se ha debilitado y ya no tiene la misma supervisión que tenía. Además, el propio Bolsonaro está involucrado en muchos escándalos directamente relacionados con su familia y sus empleados.”

“¿Vivimos en un país donde 33 millones de personas pasan hambre diariamente, y el presidente se arrodilla todas las mañanas rezando para que el pueblo brasileño no sienta el dolor del comunismo?” se pregunta retóricamente Mariana. “No podemos permitirnos caer en la retórica bolsonarista: el pueblo brasileño siente el dolor de la miseria, un sistema de producción hecho jirones y una gestión presidencial negligente que permitió que casi 700.000 brasileños murieran de covid. No se equivoquen: Bolsonaro no reza por nadie más que por su familia.”

¿De dónde sale la violencia política?
Sobre la escalada de violencia durante la campaña, María, Paula, Dora y Mariana comparten la percepción de que el dominio del miedo sobre el clima electoral tiene origen en la retórica bolsonarista y ha calado hondo en la porción de la sociedad que se opone a la figura del actual presidente.

La politóloga peruano-brasileña Yasmin Calmet dijo a Télam que “Este incremento de la violencia se debe específicamente al surgimiento de una figura política que tenía este modo de pensar extremista y que dio voz a una parte de la población brasileña sobre las cuestiones violentas y autoritarias”.

En el debate presidencial, Bolsonaro minimizó los casos de violencia y declaró no tener ninguna responsabilidad sobre ellos. Sin embargo, fue él mismo quien en un discurso proferido en abril, dijo que quería armas de fuego para los buenos ciudadanos, que “las personas armadas nunca serán esclavizadas”, y se refirió a su oponente electoral como “un ladrón que sueña con volver a desarmar a su pueblo”. Su hijo, el diputado federal Eduardo Bolsonaro, convocó vía twitter a personas que tuvieran armas de fuego a convertirse en voluntarios de la campaña de reelección. Los números indican que el número de armas en manos de los CAC (cazadores, tiradores deportivos y coleccionistas) creció en un 187% durante la gestión de Bolsonaro. A finales de julio, se trataba de 1.006.725 armas de fuego en manos de civiles. Según datos del Observatorio de Violencia Política y Electoral de la Universidad Federal de Río de Janeiro, ha habido un incremento del 335% en casos de violencia política desde desde su asunción. El total es de 1.209, de los cuales 214 se produjeron en el primer semestre de este año.

“Siento que el estado de ánimo está inflamado. Bolsonaro armó a Brasil, y por eso tenemos miedo hasta de discutir en la calle y que nos sorprenda un revólver. Brasil es más violento, y eso se refleja en el proceso electoral.” opina Mariana.

“Los que tienen ese sentimiento son las personas que no están de acuerdo con el gobierno actual: las minorías y los que critican y se imponen contra lo que tenemos ahora. Tengo miedo, precisamente porque no voté y no votaría a por Bolsonaro. Me temo que por eso podría sufrir algún tipo de represalia o ataque, me parece que las personas que lo siguen se sienten seguras para cometer actos de agresión.” confirma Paula.

“Hay gente que no pone pegatinas de candidatos que van a votar por miedo a que pase algo. Tengo miedo de expresarme en algunas situaciones puntuales, como el 7 de septiembre, que hubo una amplia manifestación bolsonarista.” agrega María.

“Yo personalmente tengo mucho miedo de su reacción cuando gane Lula. Se pondrán todavía más violentos. Me da miedo salir de fiesta este día, creo que me quedaré en mi casa.” aporta Dora.

Sin embargo, parece haber una fuerte conciencia de que ese miedo no debe paralizar la búsqueda de una transformación profunda por la vía democrática.  Más allá de la agenda impuesta por el oficialismo en su desesperado intento de perpetuarse en el poder a toda costa, de los intentos de Bolsonaro por deslegitimar las encuestas e imponer la idea de un supuesto potencial fraude, y de la acción amedrentadora de sus seguidores, hay confianza en la victoria del candidato del Partido de los Trabajadores y esperanza de que la contienda se resuelva en una primera vuelta. “No creo que sea imposible, me gusta soñar. Sería súper importante para el país, para mantener un mínimo de paz”, plantea Dora.

En tiempos en los que los programas de derecha utilizan el odio como herramienta para la construcción de enemigos públicos, la política latinoamericana corre el riesgo de restringirse a una operación en la que el miedo sea el principal actor. Es muy difícil generar una voluntad para la participación y el involucramiento de la sociedad cuando lo que prima son discursos dirigidos a la reacción emocional y no a la construcción de políticas que vinculen la realidad concreta de las personas con las capacidades del aparato estatal.

Mariana arroja una interesante conclusión final al respecto: “Lo más importante y urgente a solucionar es el fin del retroceso civilizatorio generalizado en el que nos encontramos, y para ello necesitamos medidas concretas. Después de todo, la política no se discute en abstracto: no basta con pasar toda la campaña gritando “¡él no!”, después de todo, ¿cuál es el impacto real de esto? Necesitamos salir de este estado en el que solo reaccionamos ante las tonterías de un gobierno conservador y autoritario, que solo sirven como cortina de humo para que otras agendas de su nefasta agenda política sean puestas en práctica con una débil resistencia de la oposición – la privatización de Eletrobras, por ejemplo, no fue “trending topic”, pero los malentendidos de Bolsonaro son cotidianos… y no nos llevan a ninguna parte. Confieso que el programa de gobierno de Lula, mi candidato para estas elecciones, deja un poco que desear en términos económicos, pero creo que retomar la centralidad del combate al hambre y la pobreza en el país es lo que más me genera expectativas. Queda por ver, específicamente, cómo se hará esto. Lo cierto es que no será fácil.”

A pesar de los miedos insuflados por la violencia y los grandes desafíos que deberá enfrentar Lula si gana las elecciones, su acto de cierre de campaña se desarrolló alegremente el pasado 26 de septiembre con la presencia de cantantes, actores, intelectuales e influencers que apoyaron su candidatura asistiendo a lo que llamaron “la gran fiesta del Brasil de la esperanza”. En un contexto que evidencia el lugar que ocupa la cultura en su propuesta como canalizador de las demandas sociales y herramienta para la construcción política, el expresidente admitió que el desafío será inmenso, pero también reafirmó su compromiso con erradicar el hambre, subir los salarios, reformar el impuesto de renta, invertir en infraestructura y mantener los subsidios a los más necesitados.

El evento de 4 horas estuvo signado por un ambiente de lucha festivo, que acompaña el espíritu del video ya habían difundido artistas simpatizantes del candidato favorito:

“Vira voto, vira, vira, vira” dice el estribillo de la canción. Cambiar, dar vuelta la situación actual, es lo que espera y necesita la sociedad brasileña. Con toda la complejidad que eso pueda implicar, hoy la propuesta del expresidente Lula representa esa posibilidad. El pasaje de la violencia a la esperanza.

Este jueves por la noche, Lula y Bolsonaro se encontrarán una vez más en los estudios de Globo para el último debate presidencial.

POR IRENE POLIMENI SOSA

Fuente: Telam