Los Nogales, la comuna de los contrastes

Es una localidad pujante, en la que cada vez aparecen nuevas urbanizaciones cerradas. Sin embargo, los vecinos dicen que no se ven mejoras: no hay buenos servicios, las calles están en mal estado, falta trabajo y ahora también sufren por la inseguridad.

Es una localidad pujante, en la que cada vez aparecen nuevas urbanizaciones cerradas. Sin embargo, los vecinos dicen que no se ven mejoras: no hay buenos servicios, las calles están en mal estado, falta trabajo y ahora también sufren por la inseguridad.

Lo suyo con Los Nogales fue amor a primera vista. Así recuerda Margarita Pastoriza Ferro (44) el momento en que decidió empezar a construir una casa en un club de campo de esta localidad, ubicada al norte de la capital. Ella, sus dos hijas adolescentes y su esposo vivían en un departamento en pleno centro y tuvieron la idea de contar con un refugio para los fines de semana. La terminaron en 2013. Ese año disfrutar las vacaciones en Los Nogales. Pasó enero. Pasó febrero. Pasó marzo. Y nadie quería dejar ese sitio al que consideraban de ensueño, rodeado de verde, el paisaje de las montañas, sin el ruido de los escapes de las motos, sin el andar apurado de la urbe. Pensaron en instalarse ahí por un tiempo, para probar. Pero nunca más se marcharon.

“Estamos enamorados de la vida aquí. Aunque todos tenemos actividades mañana y tarde en el centro, no nos molesta trasladarnos. En 20 minutos, por la autopista, estamos en la ciudad. Disfrutamos mucho nuestras horas acá, ganamos en calidad de vida y no perdimos nuestras actividades sociales porque a nuestros amigos les encanta venir aquí”, resume Margarita, y afirma que no volvería por nada en el mundo a vivir a la capital.

Para las familias como la de Margarita, que deciden abandonar la ciudad, estos sitios “casi campestres” deben reacomodarse a las nuevas realidades. Salvo por las despensas, otros servicios o comodidades no tienen los vecinos. Faltan panaderías, bares, delivery, algún sitio de entretenimiento y que los colectivos funcionen bien, según detallan.

Tierras ofertadas

Escribiendo Los Nogales en Google lo primero que aparecen son terrenos a la venta. La comuna -ubicada 10 km al norte del centro capitalino- se ha convertido en un lugar cada vez más elegido por familias que quieren residir en barrios cerrados. Estos emprendimientos no sólo están ubicados a la vera de la ruta 9; aparecen en cada recoveco de una localidad que crece a pasos agigantados. De hecho, en los últimos 25 años la población se duplicó: en 1991 tenía 3.259 habitantes y el año pasado superó los 6.600 vecinos.

A ambos lados de la ruta abundan los carteles que dicen “Vendo terrenos”. Recorriendo cualquier camino interno -mayormente son de ripio, angostos, serpenteantes y llenos de pozos- es usual toparse con un barrio cerrado, por lo general rodeados de ligustros y plantaciones de citrus, y custodiados por una garita de seguridad. No es tan difícil que los ojos se enamoren del lugar. Al paisaje inmejorable de los cerros se suma el aire más fresco que en la ciudad, la melodía de los pájaros y la tranquilidad.

Pero esa es sólo una de las caras de una comuna repleta de contrastes. Por un lado pareciera un pueblo pujante. Y, sin embargo, del otro lado del alambrado de los countries, los vecinos que viven desde hace muchos años cuentan que la localidad está cada vez peor.

Casi pegado a los barrios cerrados asoma uno de los sectores más populares de los Nogales, denominado La Cañada. La arteria principal es conocida como la “calle larga”. Está bordeada por casas mitad prefabricadas mitad módulo habitacional, de esos que construye el Gobierno. Son más de 20 cuadras, de las cuales sólo cinco están pavimentadas. Las otras son de barro, intransitables en días de lluvia. “Aquí, si se pone el cielo gris, caen unas gotas y directamente no pasa el colectivo de la única línea que tenemos”, dice Marcos Robles, mientras camina hacia una finca.

Victoria Lizárraga (70), vecina de La Cañada, refriega una camisa en el fuentón y luego la extiende sobre los cordeles que pueblan el patio de la precaria vivienda. Cierra la bolsa de basura y cruza para dejar los residuos en lo que alguna vez fue un cesto. “Acá estamos cada vez peor. No tenemos luz, la calle es un desastre, ya no sabemos ni dónde tirar la basura. Sin embargo, lo que más nos preocupa es que no hay trabajo. Los jóvenes terminan el secundario y no tienen más opción que trabajar en la cosecha de limones; pero eso es temporario”, describe Lizárraga, que vive junto a la familia de sus hijos. En total son 15 en la casa. La mitad de ellos duermen juntos en una sola habitación.

¿Esperanzas?

¿Tienen esperanzas de que todo mejore si siguen instalándose barrios cerrados en la zona? La pregunta genera sentimientos encontrados entre los vecinos. “Ojalá se les exija a las autoridades que mejoren los servicios, que arreglen las calles”, dice Lizárraga. A Sabino Bonaura, de 59 años, le preocupa que el crecimiento se haga en forma desordenada. “Acá no nos inundábamos nunca, pero desde que empezaron a hacer barrios nuevos el zanjón que atraviesa Los Nogales desborda y nos llenamos de agua. Algo se hizo mal, evidentemente”, analiza.

En el barrio San Martín, el más grande que tiene Los Nogales, sienten que el crecimiento está jugando en contra de la seguridad. “Aquí dormíamos con la puerta abierta hasta hace poco. Y ahora hay robos todos los días”, cuenta Jorge Iturre, dueño de una pollería y almacén. “Vivimos hace 27 años aquí y nunca tuvimos miedo. Tal vez llama la atención el crecimiento de la zona y por eso están viniendo personas de malvivir”, señala el comerciante, quien debió modificar los horarios de atención: antes cerraba a las 22 y ahora lo hace a las 20.30.

Los vecinos sostienen que pese a esta situación no aumentaron los controles policiales. “Los countries no trajeron ni una mejora a nivel comunal. El sistema de transporte está cada vez peor”, resaltan.

Tal vez la vida deje de ser tan rústica en Los Nogales, sostienen quienes no pierden la ilusión de que el progreso finalmente llegue de la mano de los barrios cerrados, o de la construcción del centro cívico a pocos kilómetros de allí (ver “La voz oficial”).

“Ojalá algún día dejemos de palear el barro para salir de casa después de una lluvia”, anhela Rogelio Santos (48). “O no tengamos que ir hasta la ciudad si necesitamos algo, principalmente atención médica”, añade Miryam Rodríguez, dueña de un kiosco.

Es mediodía y sopla un viento helado. Es señal de que en cualquier momento empezarán a rondar los males respiratorios, algo que preocupa mucho a las mamás. Si es fin de semana y tienen una urgencia con sus hijos, las puertas del CAPS que funciona en Los Nogales están cerradas. Si abren, encuentran allí un enfermero que mucho no puede hacer porque ni siquiera tiene radio para pedir ayuda a un médico o ambulancia para derivar a los pacientes.

El dato fue confirmado por la directora del centro asistencial, doctora María Marta Figueroa, quien reconoce que hace falta extender los horarios de atención. El CAPS abre de 7 a 19. Si pasa algo después de ese horario, los pacientes suelen quedar a la deriva. “Cuando está el enfermero de guardia los fines de semana mucho no puede hacer porque nos robaron la radio. Si su celular tiene crédito puede llamar a la ambulancia de El Cadillal”, cuenta, y recuerda que hasta hace poco tenían su propia ambulancia pero “dejó de venir”.

En la escuela primaria de la zona, la Miguel de Azcuénaga, a la cual asisten 500 chicos en dos turnos, las necesidades también son muchas. No tiene personal auxiliar y, si no fuera por las mamás de los alumnos que se ofrecieron para limpiar el local, los niños tendrían que estudiar en medio de la mugre. La directora, María Rosa Abeldaño, ya hizo este reclamo y aún no obtuvo respuestas. Otra situación que le preocupa es que cada vez que llueve se inunda lo más importante: la biblioteca, que es el espacio donde además de libros guardan las neetbooks, el TV y el equipo de música, imprescindible para los actos.

Es innegable: el rostro de Los Nogales está cambiando. Los vecinos -los nuevos y los de antaño-, las autoridades, los expertos en urbanismo… Todos tienen expectativas de progreso. Cumplirlas es otra historia.

Fuente: La Gaceta