Meliquina, el pueblo suspendido en el tiempo que no quiere asfalto, luz ni gas

Villa Meliquina está a 37 kilómetros de San Martín y no tiene conexión a la red. Los vecinos aseguran que ese avance podría ser un retroceso en sus vidas. Conocé la historia.

Villa Meliquina está a 37 kilómetros de San Martín y no tiene conexión a la red. Los vecinos aseguran que ese avance podría ser un retroceso en sus vidas. Conocé la historia.

Marina Portada contó que Meliquina no tiene policía, ni recolección de residuos, ni ambulancia, ni asfalto, ni estaciones de servicio. Tampoco servicios en red como luz, gas, agua potable, línea de teléfono. “Los 300 habitantes fijos que viven, tampoco lo quieren. No quieren que se convierta en una ciudad de las que muchos escaparon”, describió quien es, junto con su hija, la dueña del único Camping con acceso al lago.

Es que esta localidad, emplazada en una de los lados del lago Meliquina y a un costado de la ladera en donde se levanta el Cerro Chapelco, “quiere seguir siendo así”. Si bien año a año la construcción avanza y “muchas de las casas son para vacacionar”, los vecinos no quieren que los ruidos de la ciudad los atormente.

“Acá muchos se escaparon de las grandes urbes, del ruido, asfalto y contaminación, y no quieren volver a eso por eso hay algunos que son reacios a las personas que vienen a instalarse desde afuera”, contó Marina.

“Hay una resistencia a aquellos porteños que vienen a construir cabañas para alquilar y vender porque a ellos les importa poco la naturaleza y no va con la forma de vida que acá se vive”, describió.

“Hace 6 años un amigo, que es el dueño de la tierra, nos planteó hacer algo. E hicimos esto a pulmón, solo dos mujeres levantamos este camping ecológico”, aseguró.

En 2015 “encontraron” a el Negro, “que casi pasó a ser de la familia”, quien levantó todas las construcciones del camping. “Ahora hace el mantenimiento, recibe gente y se encarga de calentar el agua para las duchas”, agregó Marina.

El camping ecológico
Es que Vado de Pancho, nombre del alojamiento, es biosustenable. Si bien durante algunas horas al día prenden un grupo electrógeno para que los acampantes tengan conexión a internet, el agua para bañarse se calienta a leña. “La caldera en realidad es un compresor viejo, que tiene una entrada de agua fría, se va calentando y se va distribuyendo a las duchas. El agua la traemos de las vertientes”, relató el Negro.

“Lo primero que construimos fueron los baños y duchas, y la casita que estaba toda venida abajo. Al año siguiente hicimos una habitación para que duerma, agregamos la proveeduría y terminamos el año pasado el quincho”, contó este trabajador que durante el invierno, cuando el camping cierra, se dedica a hacer construcciones y changas para los distintos vecinos de la localidad.

Además, dentro del camping separan la basura y con los residuos orgánicos hacen compos para alimentar las plantas. “Con el resto, lo vamos juntando y cuando vamos a San Martín lo tiramos allá”, explicó.

El perfil de un pueblo
Marina se instaló hace 27 años en San Martín y en el 1993 conoció lo que ahora se llama Villa Meliquina, “antes no había nada”. “Solo veníamos a pasar el día y era un predio gigante sin nada. Con el tiempo se fue formando una villa de gente que buscaba esto, estar en la naturaleza y tener contacto con ella”, recordó.

La idiosincrasia ecológica es la que hace y promueve que la Ruta Provincial 63, que cruza la localidad, no se asfalte. “La gente de acá es reacia a urbanizar y se generan unos choques de ideas cuando va viniendo gente de Buenos Aires a invertir porque no le importa nada. O sea, el que vive todo el año ven que esos avances, como podría ser el asfalto, para muchos son retrocesos a vivir como venían viviendo antes”, explicó Marina.

Si bien la ciudad fue avanzando y se construyó una escuela primaria y una posta sanitaria, San Martín de los Andes sigue siendo la ciudad cabecera. “Allá vamos a comprar, a cargar nafta y desde allá viene de vez en cuando en verano un patrullero a ver que está todo bien”, contó.

Los delitos casi que no existen, por más que haya algún robo oportunista en verano. “Es que acá nos conocemos todos, donde vemos que un auto está en situación sospechosa, nos avisamos y la seguridad al fin y al cabo la hacemos entre nosotros”, contó el negro quien es uno de los 300 habitantes fijos.

La pandemia sin efecto
“Nosotros no trabajamos en invierno, así que económicamente no nos afectó y en verano somos privilegiados porque trabajamos al aire libre y cumplimos las medidas”, expuso la dueña del camping que tiene “parcelas separadas”.

El mayor problemas que afrontaron fue la situación epidemiológica de San Martín. “Es la ciudad nuestra cabecera, pero creo que la Municipalidad o los funcionarios en este caso tuvieron poco que ver. La gente no se cuida y ese es el problema”, dijo Marina, tras asegurar que la pandemia refleja y expone la velocidad y la contaminación con la que se vivía. “Esperemos que eso cambie y acá se puede ver. Vivimos tranquilos, tocando la naturaleza y, hasta el momento, no tuvimos el COVID”, agregó.

Más allá de la pandemia, Marina está convencida de que será una buena temporada. Las condiciones climáticas y sanitarias permitirán que el camping pueda seguir con las medidas de seguridad y no atentar contra la salud de los acampantes. “Con mi hija acampamos desde que ella tiene 6 meses y sabemos los bajos riesgos de contagio”, aseguró.

Tras la pandemia y las seguridad, Vado de Pancho está abierto y a la espera de que las habilitaciones al turismo continúen y que el respeto por la naturaleza siga en pie. «Las reglas son estas y los que nos eligen quieren lo mismo que nosotros: cuidar el medioambiente y desconectar de tanto ruido», concluyó Marina.

Fuente: La Mañana Neuquén