Mendoza: Hacer la tarea sin tener internet, 4 horas apuntando al cielo con el celular

Desconectados, así viven varias familias del secano lavallino cuyos hogares no se encuentran en barrios más poblados y no solo no pueden acceder a internet sino que tampoco cuentan con una buena señal telefónica.

Un kilómetro hasta la ruta 142, dos más para llegar al puente que está sobre las vías del viejo ferrocarril. Entonces es hora de levantar los brazos, con celular en mano, apuntando a la nada y esperar. Si no resulta, tal vez, en el otro extremo, sino un poco más allá. La suerte puede hacer que la conexión a internet llegue en minutos pero, a veces, tardan horas. Mientras tanto, los camiones pasan a pocos metros.

Desconectados, así viven varias familias del secano lavallino cuyos hogares no se encuentran en barrios más poblados y no solo no pueden acceder a internet sino que tampoco cuentan con una buena señal telefónica.

Eso los obliga a emprender toda clase de piruetas a la hora de realizar actividades que ya se consideran elementales y cuya importancia se ha puesto aún más en relevancia durante la cuarentena.

Verónica es licenciada en Comunicación Social y docente en un colegio de la UNCuyo. Si bien, actualmente vive en Godoy Cruz, la salud de sus padres y las dificultades para comunicarse con ellos la hicieron tomar la decisión de pasar parte de la cuarentena en la casa de su familia.

Pero la vida y las obligaciones para ella continuaron aunque con algunos desafíos más. La situación de su hermano menor no es diferente ya que cursa el último año en una escuela técnica, esto implica que para enviar o recibir las tareas deba realizar esta suerte de procesión casi a diario.

«No se trata solo de nosotros, son varias familias que viven en distintos puestos que sufren esto. Algunos se suben a un médano, otros buscan algún otro punto alto más cercano», narra Verónica como una situación tragicómica.

Es que a pocos kilómetros, unos 4 en línea recta, el pueblo de La Asunción sí cuenta con una antena de telecomunicaciones. Es en la casa de un familiar ubicada en ese lugar, donde esta docente pasa algunas tardes enviando actividades para sus alumnos y realizando toda serie de pendientes. También es donde realiza los trabajos de la maestría en Enseñanza en Escenarios Digitales que se encuentra cursando.

«Es paradógico. Siempre le digo a mis alumnos que internet, muchas veces, sirve para romper fronteras y nos ofrece un montón de información pero también excluye», reflexiona y los números apoyan su pensamiento. Según un informe del Centro de Investigación Social de Mendoza (CISME) en el Gran Mendoza el 34% de sus ciudadanos no tiene acceso a la red y un 25% no cuenta con una computadora para hacerlo.

En tanto, el 60% de los hogares no cuentan con conexión. Mientras que entre quienes si pueden hacerlo, el 90% se realiza con tecnologías de menor calidad y el 10% restante representa accesos cualitativamente superiores como el Wirelees, la fibra óptica o satelital.

No sólo en cuarentena
Las medidas de aislamiento social obligatorio implicaron que una gran cantidad de actividades se mudaran al ciberespacio. Pago de servicios, impuestos, trámites administrativos, educación, recetas de medicamentos e, incluso, consultas médicas.

La cuarentena puso aún más en evidencia la importancia del acceso a la conectividad pero para estas familias solo acrecentó un problema que acarrean desde hace tiempo y es la falta de inversión o de políticas públicas que incluya a esta comunidad.

«Es verdad que en el campo el silencio es hermoso y el aire es más puro pero no se debería romantizar la exclusión. Me gustaría que el hecho de desconectarme fuese una decisión y no algo impuesto», señala Verónica y agrega un sin fin de ocasiones donde un simple mensaje les habría aliviado alguna tarea.

«Las recetas de mi mamá siempre son un tema, tratamos de que nos las envíen a algunos de los hijos. Pero, en oportunidades compramos los remedios y cuando se los traemos recién ahí nos enteramos que necesitaba alguna otra cosa», comenta para graficar una situación familiar cotidiana que se convierte engorrosa sin necesidad.

Fuente: Uno