Mendoza perdió el 30% de sus árboles

Se redujo en casi medio millón de ejemplares en los últimos 40 años. La ausencia de una política de Estado es la principal causante.

Se redujo en casi medio millón de ejemplares en los últimos 40 años. La ausencia de una política de Estado es la principal causante.

Están ahí todos los días frente a nosotros. Seres vivos al fin, aunque los tengamos por pintorescos objetos, su vida transcurre silenciosa y anónima. No se quejan y tenemos la fortuna de que no pueden expresar lo que sienten. Soportan pintadas, maltratos, amputaciones, cartelería y las raciones de agua que los mantienen en pie les vienen no cuando la necesitan sino cuando el hombre manda y no Dios. Están a disposición las 24 horas, proveyendo oxígeno en las noches y filtrando tóxicos en el día. La mitad del año dan generosa sombra y refrescan nuestras rutina con una efectividad impensada: cada uno de ellos baja la temperatura callejera con la potencia de dos aires acondicionados.
Sin embargo, aunque cuentan con derechos y leyes que los protegen casi como a una persona, no están entre las prioridades de los más beneficiados por su noble prestación: los mendocinos.
En los últimos 40 años, Mendoza perdió el 30% de sus árboles, lo que se traduce, para tener una idea, en casi medio millón de ejemplares menos.
Hoy queda alrededor de un millón de árboles en pie, que es la cifra dada por publicaciones de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo.
La notable reducción apuntada es un antecedente inédito desde que los constructores de la provincia decidieron incorporarlos para hacer la vida más soportable en la calurosa, soporífera y seca Mendoza de antaño.
El desplome de la población del arbolado público fue confirmado por el vicepresidente del Consejo Provincial Asesor de Defensa del Arbolado Público, el ingeniero agrónomo Salvador Micali, consultado por Diario UNO, a cuento de que el 15 de agosto pasado se celebró el Día del Árbol en Mendoza.
«La situación es muy grave. No ha habido una política del arbolado publico en los últimos 40 años y ya se ha perdido el 30% en toda la provincia, sobre todo en el Gran Mendoza», alertó Micali.
Para el profesional es una situación imperdonable: «No se cumple la ley ni siquiera desde los entes públicos. Ese es el problema central que tenemos, porque hay legislación suficiente para resolver el tema del arbolado».
Micali destacó que a este paso el futuro es de muy mal pronóstico y recordó que tanto el arbolado como en su momento el parque General San Martín «se hicieron por razones de salud pública y para que vivir en la ciudad fuera soportable».

Razón de vivir
El ingeniero agrónomo recordó que «el parque General San Martín fue una solución a las corrientes de aire seco que bajaban del piedemonte a la ciudad y generaban un sinnúmero de enfermedades».
Recordó que «fue Emilio Coni, en 1897, quien le planteó al gobierno provincial la necesidad de hacer un parque al oeste para que retuviera humedad y filtrara las corrientes secas del oeste».
La urgencia de Coni llegó de la mano de una tragedia humanitaria que azotó a Mendoza: la epidemia de cólera. Él convenció al Gobierno que había que hacer un cinturón ecológico al oeste de la ciudad para protegerla sanitariamente.
En esos tiempos, cuando no existían el teléfono móvil ni las palas mecánicas y apenas asomaba la electricidad, cuando todo era pico y pala, la Mendoza del siglo XIX no dudó en levantar un parque que hoy es una de las vacas sagradas de la Provincia, como lo es el arbolado público, que fue el proyecto que continuó y llevó 30 años más completarlo.
Micali trajo a cuento aquella historia para destacar que el arbolado no está por casualidad sino para operar como un sistema continuador de la humedad que ya generaba el Parque.

Todo al revés
El ingeniero Salvador Micali aseveró que el problema central es que no se aplica la ley y puso ejemplos: «No se hace el riego adecuado del arbolado y las acequias no cumplen la función como debe ser porque están todas hormigonadas y el agua, si pasa, no penetra bien».
Cuestionó que «los nichos no son los adecuados y eso está en la reglamentación de la Ley 7.874, donde dice cómo debe ser el tamaño y que el fondo de la acequia debe ser poroso, o que a cada metro hay que dejar un metro libre con tierra, pero a las empresas que hacen el hormigonado les conviene hacer toda la acequia y no el corte de los nichos».
También le apuntó a la falta de agua y dijo casi colérico: «Dicen que el problema es la emergencia hídrica y no es así, el problema es la falta de gestión. El arbolado público ocupa el 1% de toda la superficie cultivada de la provincia».
La poda, la erradicación e implantación fue otro de las críticas que hizo Micali: «El árbol se poda en los dos primeros años y no se toca más porque cada poda le quita años de vida pero en Mendoza, usan la lógica de podarlos todos los años como se hace con los frutales y eso le hace muy mal al arbolado público».
La tala sin erradicación es otro de los grandes problemas porque cada vez es más común que se corte un árbol, se deje la base del tronco, conocida en la jerga como tocón, y no se remplaza. «Eso es tala, no erradicación, así no se repone nada» sentenció el experto.
Cuando el fallecido Víctor Fayad volvió por segunda vez a la intendencia de Capital, recordó con asombro que la máquina destoconodora que habían «inventado» en el municipio, estaba tirada y abandonada. Ordenó en aquellos días ponerla operativa para replantar el arbolado.
La política del Viti en Capital dejó sus frutos: es uno de los pocos municipios que tiene sus árboles contados, identificados y georeferenciados satelitalmente.

Reposición deficiente
La casi nula reposición de árboles se trae otra mala nota. Además de que es casi inexistente, cuando se hace se ejecuta mal.
Micali señaló que el árbol tiene que estar crecido cuando es plantado: «Si los ponen muy chicos no van a crecer. Para que se adapte bien hay que plantar un ejemplar de 2,5 a 3 metros de altura y para tener ese tipo de plantas hay que tener viveros, que sobraban pero se fueron perdiendo», recalcó el ingeniero agrónomo.
Y se lamenta: «Pero qué quiere, si en Mendoza ya no quedan viveros municipales. Entonces el Estado tiene que ir a comprar una planta y es mucho más cara, además de tener que conformarse con lo que le ofrece el mercado».El pionero cuya obra no fue continuada de inmediato
El libertador José de San Martín fue uno de los pioneros en la política del arbolado público en Mendoza cuando desempeñándose como gobernador de Cuyo ordenó en 1815 la primera plantación sistemática de ejemplares en lo que hoy se conoce como el paseo de La Alameda. El general extendió luego el arbolado hasta siete cuadras.

Sin embargo, la política visionaria de San Martín no fue continuada cuando dejó la gobernación y tuvieron que pasar 70 años para que la epidemia de cólera, entre 1886 y 1887, hiciera replantear el proyecto. Diez años después se inició la obra del parque que lleva su nombre y el del arbolado público en la ciudad tal cual hoy lo conocemos.

Fuente: Uno Mendoza